Imaginamos la enorme preocupación que embarga el ánimo del Rey Felipe
VI por causa de la enorme crisis sanitaria, económica y social que
afecta a España, la más importante de nuestra Historia reciente después
de la Guerra Civil.
Preocupación y dolor por los miles de españoles muertos y sus
familias y amigos desolados, por los enfermos, por la lucha heroica del
personal sanitario y de las Fuerzas Armadas y de Seguridad. Y por la
excepción de los sucesivos ‘estados de alarma’ que restringen las
libertades y la vida democrática del país.
Y preocupación del Rey por las dudas de la Unión Europea a la hora de
responder con urgencia y solidaridad necesaria frente a la crisis
pandémica y su impacto social y económico en los países más dañados como
lo son España (cuyo PIB cayó un 5,2 % en el primer trimestre del año) e
Italia.
Y desde luego máxima preocupación del Rey Felipe VI por la fractura
política imperante en España en tas graves momentos. La que no ha sabido
ni ha querido evitar el Presidente Pedro Sánchez que ha despreciado y
no ha informado ni consultado a la Oposición en decisiones cruciales
para España, que en muchos casos resultaron erróneas y perniciosas para
el conjunto de la sociedad.
Y todavía faltar por ver el precio que Sánchez está dispuesto a pagar
a sus socios de la moción de censura e investidura, los soberanistas
catalanes y vascos de ERC, PDeCAT, PNV y Bildu, por la estabilidad del
Gobierno y la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado de
2020.
Un precio que, en las actuales circunstancias nacionales, puede
aumentar la fractura política actual y la tensión entre los ciudadanos
del país. Porque ya está claro que en él precio de los nacionalistas
(los de Podemos ya cobraron su cuota parte con una vicepresidencia y
otros cuatro sillones del Gobierno) se incluyen cesiones de soberanía
nacional y la concesión de indultos a los golpistas condenados en el
Tribunal Supremo.
Los golpistas que no soportaron y denunciaron el importante discurso
del Rey Felipe VI del pasado 3 de octubre de 2017, exigiendo frente a la
rebelión catalana el imperio de la Ley y del orden constitucional. Sin
duda, y con el de su ‘proclamación’ como Rey de España, el discurso más
importante del reinado de don Felipe VI.
Y puede que no el último de los grandes discursos del Rey porque si
la crisis económica y social sigue causando estragos y se registrara un
rebote de la epidemia, o si la ‘promiscuidad’ del Gobierno con el
soberanismo saltara del marco constitucional, el monarca deberá volver a
hablar a la nación con la mayor solemnidad, como Jefe del Estado que
es, siguiendo el mandato que le otorga la Constitución Española de 1978,
y le pese a quien le pese.
Y si llegarán esos casos y la necesidad de hacer un llamamiento a la
nación y a la unidad nacional, que no dude nadie que el Rey Felipe VI lo
hará con firmeza, serenidad y la mayor claridad. Y con el aplauso y
reconocimiento de una gran mayoría de los españoles y de los primeros
gobiernos de Europa y del mundo democrático occidental.
(*) Periodista
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