El portavoz de la Conferencia Episcopal, Monseñor Luis Argüello, ha dicho que "La renta básica es urgente y necesaria porque
hay muchas personas en situación de vulnerabilidad". Y eso le honra,
porque hace suyo el dolor de tanta gente. Que por vez primera en tanto
tiempo, no se dejan atrás. Y ha continuado porque ha querido y, me temo,
derrapando: "pero no debería ser un subsidio permanente porque se
podría convertir en una coartada para retirar a las personas del
empleo".
De que los subsidios a la iglesia sean permanentes y se convierta en
una coartada para retirar a los curas del empleo no ha dicho nada. Los
que hemos estudiado en colegios de curas, siempre se nos queda la
sensación de que nos querían decir algo que no terminan de decirnos.
En Los dos papas, la excelente película de Fernando
Meirelles, se narra un supuesto encuentro entre el Papa Saliente, el
conservador Benedicto XVI, y el entrante, el Papa Francisco.
La película no es muy fiel a la realidad. Benedicto XVI venía de ser
la mano derecha de Juan Pablo II, un Papa para el que su anticomunismo
pesaba más que el cuidado de sus sacerdotes perseguidos, que ocultó la
pederastia en la iglesia y que apuntaló a los sectores más conservadores
sacando del magisterio a verdaderos santos como Leonardo Boff o Ernesto
Cardenal al tiempo que olvidaba a mártires como el padre Ellacuría.
Desde el lado opuesto, Bergoglio, que ya desde la elección del nombre,
Papa Francisco, volvía a recuperar la apuesta por la iglesia de los
pobres que intentó Juan XXIII en el Concilio Vaticano II.
Lo importante de la película, que inventa mucho -y muy bien-, no es
tanto si lo que narra se acerca a la verdad como la existencia en
nuestro siglo de dos grandes almas dentro de la iglesia católica. Una
renovadora y otra conservadora. Una que apuesta por la esperanza y otra
que hiela el corazón.
La película es más amable con Ratziger que con Bergoglio. Porque el
Papa Benedicto XVI tiene más impiedad que ocultar bajo el solideo. Una
impiedad, eso sí, amarrada por los 33 botones de la blanca sotana que
recuerdan los 33 años de nuestro Señor Jesucristo.
Sí se nos narra que Bergoglio, muy probablemente, no hizo todo lo que
debiera un buen cristiano, y menos un sacerdote, bajo la dictadura
militar de Videla. Pero no se nos recuerda en la película que
Benedicto/Ratzinger estuvo en las Juventudes Hitlerianas y tampoco que
encubrió voluntariamente a un morfinómano, pederasta, pervertido sexual y
psicópata como fue el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial
Maciel.
La congregación de Maciel, con muchos colegios y
universidades también en España, invirtió más de 300 millones de euros
de lo que recibe por donativos en empresas de armas, alcohol y juego.
Que muy cristianas no parecen. Dicen que los Legionarios son una de las tramas fuertes del Vaticano y que siempre amenazan a los que quieren cambiar algo. En España, se disputan influencias en la política y la economía entre la derecha con el Opus Dei.
En la película parece que Ratzinger dimitió porque fracasó en esa
pelea contra las tramas de poder de los obispos, cuando seguramente
dimitió porque la podredumbre del Vaticano era parte de su propia
cosecha.
El Papa Francisco, que sabe que muchos millones de seres humanos no
pueden comer nada, ni ellos ni sus familias, si se quedan en sus casas.
Viven al día con lo que ganan en las calles. Quedarse confinados no es
una solucion. Por eso, el Papa Francisco ha apostado sin dudas sobre esa
renta vital mínima. Porque mira más allá del bienestar de la Santa
Madre Iglesia y los barrios prósperos de nuestras ciudades. Además, no
sabemos qué va a pasar con la robotización de la economía, tampoco con
el cambio climático. Sabemos que no queremos que las mujeres sigan
haciendo gratis el trabajo de cuidados y no sabemos qué va a ser
económicamente de millones de personas el día después del confinamiento.
La parte más cruel de la derecha está en contra de una renta mínima.
Incluso han hecho una campaña para reírse de ella y la han llamado
paguita, que es lo que los padres dan a los hijos para refrescos o
chucherías. Aquí es para vivir. Pero se ríen. Porque la derecha es
clasista y la compasión apenas es un discurso retórico para que los
humildes no les pidan cuentas por sus actos depredadores.
Dice Luis Argüello que "Hay que evitar que la renta mínima le haga el
juego al capitalismo internacional que descarta a las personas". No,
padre. La renta mínima le da dignidad y fuerza a las personas para que
el capitalismo internacional no descarte a las personas ofreciéndoles
salarios de hambre o nada. Aunque para entenderlo igual hay que dejar de
escuchar la COPE. Una renta mínima, en España, donde la tasa de
desempleo puede multiplicarse por tres o por cuatro y donde rozamos los
diez millones de personas en riesgo de pobreza, es una cuestión de
dignidad, de compasión, de empatía y de justicia. Escoja.
Por cierto, si quiere ayudar en la lucha contra el covid-19, no se lo
quite a las parroquias. Quíteselo a Carlos Herrera, a la COPE o a 13 TV
que reciben más dinero del que le dan a Caritas. Siguen ustedes
equivocándose. Pero le dicen al gobierno que no ven lo de la renta
mínima. Poniéndose del lado de Díaz Ayuso. Es innecesario y poco
caritativo.
Decía el obispo Helder Cámara: si cuido a los pobres me llaman santo,
pero si pregunto por qué son pobres, me llaman comunista. Igual es
tiempo de escuchar menos al Opus y a los legionarios de Cristo, que
tanta ayuda recibieron del PP, y escuchar un poco más a los teólogos de
la liberación. Quede Usted con Dios.
(*) Profesor universitario de Ciencia Política
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