Ni el maquillaje podía ocultar el sudor de Pedro Sánchez cuando, minutos después de las 19 horas de este sábado, comparecía en todas las cadenas de televisión para anunciar lo irremediable y que, por una estúpida tozudez, llevaba rechazando desde hace más de dos (letales) semanas: el confinamiento total de la sociedad española excepto en el caso de los servicios esenciales.
"Les anuncio que el Gobierno aprobará mañana en un consejo de ministros
extraordinario una medida excepcional: todos los trabajadores de
actividades no esenciales deberán quedarse en casa las próximas dos
semanas".
Nervioso, con la voz entrecortada y con un perceptible sudor
alrededor de la boca, el presidente del Gobierno se rendía a los que
llevaban más de dos semanas pidiéndole que adoptara una decisión así:
desde el president Quim Torra y el Govern hasta un sinfín de científicos empezando por los catalanes Oriol Mitjà y Bonaventura Clotet y
toda una legión entera de expertos en la que están la OMS,
epidemiólogos, médicos, economistas, expertos internacionales en
pandemias, etc.
Ninguna disculpa por parte de Sánchez ante la ciudadanía por su
garrafal y trágico error y tampoco ninguna autocrítica en una especie de
rueda de prensa con preguntas filtradas por un portavoz de la Moncloa y
sin derecho a repreguntar. En un caso de manual como es una pandemia
planetaria, el Gobierno español ha querido combinar su respuesta sanitaria con la política y le ha salido mal.
Nadie puede alegrarse de ello porque en su desgraciada gestión como
dirigentes políticos de un estado immerso en una crisis tan
salvaje estamos todos afectados.
¿Se debe poder decir, sin embargo, que todo hubiera sido muy
diferente si se hubiera adoptado la medida en la fecha y el tiempo
correctos? Estamos hablando de una pandemia, de muchas vidas humanas, de
dar una respuesta económica a un país donde los trabajadores afectados por un ERTE se cuentan por cientos de miles,
en pocas fechas por millones.
No vale con comparecer con cara de
compungido y con una frase churchiliana preparada por sus spins doctors y
soltar a los espectadores que todo lo que podía ofrecer era sacrificio,
resistencia y moral de victoria. No hay votos presidente, hay vidas
humanas.
La intervención de Sánchez contuvo dos carpetas complementarias: este
confinamiento total de los trabajadores se articulará mediante un permiso retribuido que pagarán las empresas,
motivo por el cual las horas son recuperables. Veremos qué dicen los
empresarios o cómo queda para los autónomos.
También cuál es la opinión
de los sindicatos. Todo parece recaer sobre el tejido productivo
mientras el Gobierno en esta materia hace como si hiciera sin hacer
nada. Nada dijo Sánchez de aplazar las cuotas de la seguridad social o
de retrasar los pagos a Hacienda, los dos caballos de batalla de estas
semanas de autónomos y pimes.
La segunda carpeta tuvo como destinatario los jefes de Estado y de
gobierno de la Unión Europea. Aquí, Sánchez estuvo especialmente
agresivo con aquellos países de la UE, empezando por Alemania y Holanda,
que se han negado a mutualizar la deuda de todos los miembros de la Unión para hacer frente a la crisis económica que
se avecina.
Se ve venir una batalla dura entre la ortodoxia del norte y
centro de Europa frente a los países de la parte sur del continente.
Los primeros querrán garantías de pago y reformas estructurales para ser
solidarios antes de cualquier contribución a un fondo común. Ese va a
ser el caballo de batalla y quién sabe si la ruptura de la ya maltrecha
UE, al menos, como la hemos conocido.
(*) Periodista y director de El Nacional
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