En Davos (Suiza) desde hace medio siglo se reúnen cada año en enero
durante una semana, entre nieves y atascos, cientos de dirigentes
políticos y empresariales del mundo. No hay concentración simultánea de
tantos jefes de gobierno y de empresas que comparecen como ponentes u
oyentes a sesiones plenarias o sectoriales para compartir análisis y
sobre todo para hacer contactos y vender su mercancía.
Sin duda es una
de las cumbres del capitalismo más genuino, aunque desde hace años se
invita también a organizaciones sociales y ONGs con posiciones críticas
sobre ese modelo social y económico.
Estos días en Davos se escucha con frecuencia el concepto del
“capitalismo inclusivo” como una mutación o evolución del modelo que ha
salido malparado de la última “Gran Recesión” por sus efectos en la
desigualdad y la exclusión social. El discurso no es nuevo pero es
creciente y empieza a ser inexcusables. La cuestión radica en el cómo y cuándo se definen y aplican las políticas que rectifiquen esos
fenómenos.
El “capitalismo inclusivo” del que se habla en Davos alude a la
“economía circular” con modelo para la sostenibilidad, el freno a la
deuda y la reducción de la intensidad y la dependencia energética. En
resumen, una economía más ecológica que reduzca el impacto climático.
También se refieren en Davos a la evolución del objetivo, la misión,
de las empresas que ahora va más allá de la retribución del capital que
fue la definición dominante desde finales de los años setenta.
A las
empresas, a sus gestores, se les exige hoy un “propósito” explícito que
debe tener en cuenta la comunidad en la que actúan, a sus distintos
públicos; además de los accionistas, hay que tener en cuenta a los
empleados, los proveedores, los clientes y las comunidades en las que
desarrollan su actividad.
El “propósito” debe tener en cuenta las
externalidades, los efectos buscados y no buscados de su actividad.
Ochenta años atrás, tras la Gran Depresión de los años treinta, un
economista de la categoría de Schumpeter analizó la eficacia y
permanencia de los distintos sistemas económicos: “Capitalismo,
socialismo y democracia” que empezaba preguntándose. ¿Tiene futuro el
capitalismo”, y respondía, parece que no, que será superado por el
socialismo (años cuarenta).
Pero a renglón seguido añadía: “no
obstante…” Un no obstante que debilita la tesis anterior. No obstante,
decía el austríaco, el capitalismo ha acreditado capacidad para
adaptarse, para evolucionar y renovarse.
Apuntaba bien Schumpeter, el
capitalismo de principios de siglo XX, que sufrió notables fracasos y
críticas muy consistentes, se regeneró a mutó a otro modelo de
capitalismo social, competitivo, de mercado sometido a reglas y control.
Y eso duró hasta la última Recesión de la que estamos saliendo con más o
menos intensidad y éxito.
De eso se habla en Davos y los que asisten toman nota y vuelven a sus
despachos y consejos con el mensaje escuchado y debatido en la montaña
mágica suiza. ¿Con que consecuencias y resultados? Pues ya veremos con
el paso del tiempo, no mucho tiempo.
(*) Periodista y politólogo
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