“Las palabras recogidas en una Constitución pueden seguirse al
pie de la letra de modos que socavan el propio espíritu de la ley”
Steven Levitsky. Cómo mueren las democracias
Como primera columna del año, es festivo, esta va a ser una crónica
de dulces y pastelitos, también de cervecitas y taquitos de jamón. Y es
que los fines de ciclo, cualesquiera que sean, nos envuelven en cierta
nostalgia. Acaba el año, casi la década, acaba la incertidumbre del
gobierno, acaban tantas cosas, y empiezan otras, que uno tiende a
recordar frases, aseveraciones, confesiones, que te fueron haciendo en
uno u otro momento.
En la mañana de San Silvestre, mientras me hacía con un tronco de
Navidad en una de las mejores y más castizas pastelerías de Madrid,
salía del obrador uno de sus encargados con una pequeña palmera bañada y
preñada de frambuesa y me la regalaba con una sonrisa. “Lo que bien
empieza bien merece endulzarse”, me ha dicho con un guiño. Es solo una
de las miles de personas que lleva pacientemente y voto a voto esperando
mucho tiempo un gobierno de progreso. Me lo dice bajito, mientras mira
de reojo a la clientela del barrio que es más bien azul y verde que
roja.
Está contento, como lo están millones de personas. La esperanza que
hay que intentar que no sea reventada. Les sonrío también y no quiero
amargarles el día, y menos a un repostero, explicándoles el calvario de
trampas que acechan al nuevo gobierno y hasta qué punto la putrefacción
política ha empapado estamentos que pueden jugar un papel decisivo en
esta nueva batalla. Eso que a veces se confunde en Catalunya con España,
con su propia esencia, y no es sino la infiltración continua y
soterrada de la caverna en todos los estamentos que algún día pueden
servirles para conservar u obtener el poder que, dejémonos de gaitas, es
lo único que les importa.
Mi pastelero también es Madrid, también es
España. Como yo. Aunque yo no sé ni lo que soy. Cada vez echo más de
menos a mi madre y cada vez me siento más vasca por asimilación. Europa
es mi casa. A saber.
Es la derecha y la más derecha y la ultraderecha la que hace mucho
tiempo que ha decidido que la democracia está bien siempre y cuando
gobiernen ellos o los que ellos toleren; por eso están proclamando el
advenimiento del Apocalipsis Rojo. Por eso se les van a atragantar las
uvas. Solo digo que ni ellos son Madrid ni son España ni son el pueblo
en su totalidad.
Creo que lo vamos a descubrir pronto. Hay mucha gente
que se sentirá más libre para decir dónde está y qué piensa con un
gobierno de izquierdas. No es que Ñ esté jodida y echada al monte, no.
Es que las derechas están que echan las muelas y eso, hasta a los
pasteleros, les emociona.
Esto me recuerda un vinito y un jamoncito que me estaba comiendo hace
dos semanas cuando un magistrado, rojo, ya se lo advierto, me dijo con
contundencia: la judicatura y la Fiscalía están llenas de gente que vota
a la ultraderecha. No me atraganté porque, de hecho, ya lo sabía. A la
vista está. Las asociaciones más conservadoras o ultramontanas crecen y
en la única progresista ha bajado sus afiliados. Esto tiene su cuento.
Hacer carrera siendo progre se convirtió en misión imposible, aunque
fueras una lumbrera.
Ahí tienen en la Audiencia Nacional a Ramón Sanz o a
José Ricardo De Prada, que no se van a comer un torrao nunca. Los
nombramientos se hacen como se hacen. La esperanza de carrera es la que
es. La propia esencia de la función es conservadora, puesto que se trata
de hacer cumplir y conservar lo que ya existe. No busquen un ropón
revolucionario. Creo que solo conozco uno. Un gran tipo.
Esto me lleva en el recuerdo a principio de siglo. Justito cuando
Aznar estrenaba mayoría absoluta. Ese momento en que no solo decidió que
los “complejos” se perdían, es decir, que ya valía de guardar las
formas y principios básicos de una democracia, sino que además decidió
hacerse fuerte en los tribunales.
Aznar y los suyos pensaban que lo
progre se había instalado en la Justicia y que, por eso, ellos no
ganaban sus batallas. Hacía falta asaltar ese frente. Recuerden a
Trillo, el omnipotente muñidor de conchaveos judiciales, cuando decidió
que el Tribunal Constitucional sería la tercera cámara y que allí
ganaría el PP lo que perdiera en las votaciones parlamentarias.
A eso nos enfrentamos ahora y a eso se enfrenta el nuevo gobierno. Lo
saben. De facto van a tener un hueso duro de roer con la decisión
adoptada en el pacto de cambiar el acceso a la carrera judicial y
fiscal. Va a arder Troya. Es absolutamente necesario. Mientras eso
sucede, la derecha va a intentar ganar la batalla y recobrar el poder
utilizando ese ejército de togas en la sombra que lleva años preparando.
Estos días hemos visto cosas impensables.
Vale que la Abogacía del
Estado sea flemática y poco revolucionaria, pero malo es que sus
miembros tengan miedo a hacer su trabajo porque teman a sus propios
compañeros y también las represalias. Hemos visto a unos abogados
ultras, amigos de Marchena por más señas, y del Clan de los Canarios,
amenazando con procedimientos penales a los abogados del Estado que no
hicieran lo que ellos deseaban. Un despropósito al que jamás se hubieran
atrevido en otros tiempos.
Hemos visto a un líder ultraderechista pedir
en el Congreso los papeles rotos y los borradores para señalar a los
profesionales que no se plegaran a sus designios. Hemos visto a la
Fiscalía contestar en folio y medio, sin que conste que se reuniera la
Junta de Fiscales ni que mediara estudio de la sentencia del TJUE y
consulta con la FGE, pasarse por el forro todo respeto a una sentencia
de un tribunal superior. Vamos a ver más cosas. Órganos administrativos
queriendo usurpar las decisiones de los tribunales...
No son solo las togas las que, mediante el impulso de la derecha,
amenazan con desbordarse. Son también los guardias civiles, que dicen
que no tolerarán que el tráfico de Navarra se transfiera a los forales, y
los sindicatos ultras de la policía, los funcionarios de prisiones o de
otros organismos del Estado, los que se van a poner en pie de guerra
para evitar que la cordura impere.
Les deseo un muy buen año. Y les pido que no confunda a todos estos
con España. Quieren patrimonializarla, pero no es sino una usurpación.
(*) Periodista
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