Nunca un partido Barça-Madrid estuvo tan en medio de la polémica política. La injusta sentencia del Tribunal Supremo a los presos políticos catalanes y la convocatoria de Tsunami Democràtic
para hacer evidente a nivel internacional la situación catalana y
utilizar la plataforma planetaria que supone un Clásico marcó los días
previos al partido, el día del partido y el match disputado en
el Camp Nou. El Tsunami desbordó el Clásico y el partido quizás se
contaminó de ello; en todo caso, no será recordado por lo que sucedió en
el terreno de juego.
Aunque muchos harán un totum revolutum, tres reflexiones: la acción del Tsunami quedó acotada a una protesta cívica en los aledaños del estadio y en las gradas
pero el partido se disputó sin mayores problemas.
Segundo: los
incidentes y alborotos de los alrededores del Camp Nou tuvieron otros
actores y hubo escenas de quema de contenedores y de cargas policiales que recordaron a los días inmediatamente posteriores a que el Supremo hiciera pública la condena.
Tercero: el partido es, de largo, el peor entre el Barça y el Madrid de
los últimos años. El equipo blaugrana ha perdido identidad, por
momentos no juega a nada, y necesita cambios urgentes antes de que sea
demasiado tarde.
Las gradas repletas de carteles con la reivindicación de Spain, sit and talk!, más gritos de independencia y de "llibertad presos polítics"
que nunca y unos balones de fútbol lanzados al terreno de juego desde
las gradas fueron las tres acciones del Tsunami.
A camino entre una
protesta imaginativa y una reivindicación de un movimiento pacífico. Muy
lejos, por ejemplo, de informaciones tituladas en La Vanguardia -"La Guardia Civil tilda a Tsunami Democràtic de organización criminal con fines terroristas" (30 de octubre)-; en el El Mundo, a mediados de octubre -"La Audiencia Nacional investiga a Tsunami Democràtic por terrorismo"- y El Periódico -"Tsunami Democràtic: juez de los CDR investiga indicios de terrorismo"-
No fueron, en cualquier caso, manifestaciones masivas sino protestas
selectivas de unos pocos miles de personas. Suficientes para impactar en
la agenda informativa pero que dejan en el aire interrogantes sobre si
se cumplieron los objetivos trazados por los organizadores.
(*) Periodista y director de El Nacional
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