Que el Estado español está seriamente preocupado por el revolcón
judicial que puede sufrir por parte de la justicia belga y del tribunal
europeo con sede en Luxemburgo es una evidencia palmaria. El último
rebuzno del Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad de la UE, Josep Borrell,
hay que interpretarlo en esta clave. Su desprecio a los tribunales
belgas es impropio de un cargo comunitario pero también, hasta hace
cuatro días, de un ministro de un país que se tiene por serio.
Es obvio que Borrell trata de desviar la atención y ponerse la venda antes de la herida. La justicia belga ha dado este lunes calabazas a la urgencia española de la euroorden de extradición y ha aceptado la petición de los abogados de Puigdemont y Comín de aplazar el inicio del juicio oral a la espera de una resolución sobre la inmunidad de ambos, así como la de Junqueras, para que los dos primeros puedan acceder a su escaño de eurodiputado. Es algo que tiene al deep state de
los nervios y que España ha hecho todo lo posible para tratar de evitar
o, al menos, condicionar el resultado.
El último zapatazo de Borrell comparando al president Carles Puigdemont con la etarra Natividad Jáuregui, integrante del comando Bizkaia,
que no fue extraditada por Bélgica, es un improperio inaceptable
incluso en boca de una persona que nos tiene acostumbrados a
descalificar a todos sus adversarios.
Puigdemont, así como el resto de presos políticos o de los miembros
del Govern en el exilio, es una persona honorable. Todas las euroórdenes
presentadas por el juez Pablo Llarena han fracasado
hasta la fecha y el magistrado del Supremo las ha tenido que retirar
ante la evidencia del revés. El Supremo incluso ha dejado escrito en su
sentencia que no hubo golpe de Estado al no aceptar la rebelión. ¿Cómo puede entonces Borrell trazar una similitud con la miembro de ETA?
Es del todo inmoral y de una catadura humana que deja mucho que desear. Se puede estar en contra del procés
y se puede ser muy crítico. Solo faltaría. Pero utilizar un cargo
europeo para desacreditar a la justicia belga y tratar de presionar a
los diferentes países y al tribunal de Luxemburgo equiparando el caso de
Puigdemont con el de Natividad Jáuregui produce una enorme desazón y
pone al descubierto que hasta las mínimas formas ya se han perdido del
todo.
Hay que ser muy prudentes, pero en el tema judicial todo apunta a que
España está librando una batalla fuera de sus fronteras y el futuro se
le está complicando a pasos agigantados. Aquellos que habían vendido la
piel del oso antes de cazarla, igual se encuentran sin piel y sin oso.
Algo en lo que Borrell es un gran especialista.
(*) Periodista y director de El Nacional
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