Se trata de una frase ocurrente, chisposa, algo epatante, pero que
tiene alcance, que revela un estado de ánimo y una prospectiva. No es
uno ni dos veteranos socialistas sin cargo a los que he escuchado a lo
largo de las últimas semanas: “soy militante… pero no simpatizante.
Una
especie de colofón, o excusa tras una discusión amistosa sobre el actual
avatar del Partido Socialista que dirige con plenos poderes y autonomía
Pedro Sánchez. Un comentario sin consecuencias, no hay fisuras en el
PSOE, la autoridad de Sánchez es indiscutida y buena prueba de ello es
el reciente referéndum para ratificar el acuerdo de gobierno de
coalición con Unidas Podemos.
Es obvio que la militancia socialista está menguada, que su
participación en la consulta fue modesta, pero contabilizar más del 90%
de adhesión significa que el liderazgo es sólido, rotundo. También es
obvio, me lo señalaba recientemente un veterano militante (hoy de base
pero antes dirigente relevante) que mientras hay votos hay vida, que
mientras el partido sea el primero en las elecciones las discrepancias
no tienen la menor oportunidad de influir.
Como en el fútbol, mientras
el balón entre y sume puntos, el entrenador está tranquilo. Otra
cuestión es que pasará cuando las urnas no sean favorables, en ese
momento vienen los relevos y los olvidos. Así ha sido siempre y así
será.
La figura del “militante no simpatizante” es interesante, algo así
como los durmientes de la masonería, que salen de la vinculación, pero
algo queda. Los militantes no simpatizantes pagan la cuota con
diligencia, pero no participan, se dedican a sus cosas y tratan de no
estorbar.
Algunos lo manifiestan sin reservas, aunque con prudencia, es
el caso de Alfonso Guerra, de Felipe González, de mi paisano Juanjo
Laborda, de Leguina que no oculta su opinión… pero la mayoría se ha
retirado del foco y evita pronunciamientos y declaraciones aunque no
falten periodistas que les inciten a dar su opinión.
Este PSOE se parece poco al de la anterior generación, el del último
cuarto del pasado siglo. En este PSOE los de entonces caben mal, algunos
se acomodan (por ejemplo Borrell) sin ocultar sus opiniones pero
matizándolas para no verse excluidos. Zapatero es del nuevo siglo y se
encuentra cómodo en el PSOE de Sánchez que en algunos aspectos sigue su
estela, aunque el talante de ambos muestra diferencias.
Zapatero era más
previsible, de Sánchez cabe esperar cualquier quiebro táctico, su
estrategia es la táctica con objeticos claros: gobernar, ocupar la
Moncloa. Si de Calvo Sotelo se puede decir que fue el presidente breve, a
Sánchez se le puede calificar de “provisional” ya que suma más tiempo
que ninguno de sus predecesores con ese añadido al cargo.
El dato de los militantes no simpatizantes no tiene ninguna
consecuencia práctica, ninguno de ellos quiere agitar el panorama, son
durmientes inactivos que se han buscado la vida y no aspiran a
protagonizar nuevas cabalgadas; quizá, en su día, apoyar a otros en un
futuro más o menos lejano.
Uno de estos durmientes señalaba días atrás que, en su opinión, habrá
gobierno de coalición, con apoyo débil de los independentistas; habrá
Presupuesto para el 2020, y la legislatura podrá llegar más allá de su
ecuador. Luego, ya veremos.
(*) Periodista y politólogo
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