Hay una confluencia planetaria
extrañamente establecida, que diría Leire Pajín, si alguien se acuerda
de esta señora por algo más que por la formulación de ese concepto:
confluencia planetaria.
Nadie sabe cómo, pero todos nos hemos puesto de
acuerdo en que el consejero de Presidencia y Hacienda del Gobierno
regional es un crack. No es que sea un crack entre otros, sino único el
crack, el tipo del que depende todo.
Es cierto que no hay muchos
elementos para avalar lo que todos presentamos, yo el primero, como una
evidencia, pero es lo que corre por la calle, tal vez porque por esa
dichosa confluencia planetaria todos nos hemos puesto de acuerdo en que Javier Celdrán
es el cerebro del Gobierno.
En algún lugar habría que localizarlo. Es
lo que se dice, yo mismo lo he dicho, pero el papel de cerebro hay que
revalidarlo. Veremos.
A ver.
¿Quién es Javier Celdrán? Un político que ha emergido a los pechos de
PAS, y tal vez esto lo explique todo. Siempre en segundo plano. Perfil
bajo, pero muy estimado por su voluntad resolutiva. Lo que pasa por su
despacho va a misa. Un tipo que despierta confianza. Cumplidor. Pero
estas son cualidades de un buen jefe de gabinete, que es en la práctica
lo que ha venido siendo.
Hasta que fue elevado a consejero del Gobierno
en la anterior legislatura y se siguió comportando como un técnico que
pasaba por allí, refugiándose en la discreción mediática y queriendo
pasar, y lo consiguió a malas penas, como una pieza alejada del
establecimiento político.
Se percibía, sin embargo, que estaba muy
adentro en realidad. Cuando López Miras tuvo que desplegar todos sus
recursos en la encrucijada decisiva de las elecciones autonómicas,
Celdrán capitalizó la candidatura tras la línea de los 'independientes'
de escaparate, y después, ya sin velo, quedó entronizado como el alma
política del Gobierno: Presidencia (estrategia) y Hacienda
(presupuesto).
De
que es un político hábil no cabe duda. Sigue en el segundo plano a
pesar de sus fundamentales competencias. Es de los que aspiran a pasar
desapercibidos mientras satisfacen a su jefe principal, un ejercicio
aprendido a las faldas de PAS: en política es posible ascender sin
querer desplazar a otros. Dicho de otra manera: no hay que ser el
primero para tener el poder; el poder es guardar el poder al primero.
Celdrán
es el consejero más oculto del Gobierno cuando debiera ser el más
expuesto. El presidente, con su constante gesticulación, acapara los
focos y lo deja hacer en la trastienda. En ella, Celdrán intenta manejar
a Ciudadanos: potencia sutilmente las discrepancias internas de sus
socios de Gobierno e insta de manera paternal a la portavoz, Martínez
Vidal, para que comparta en las ruedas de prensa posteriores a los
Consejos las consignas del PP, lo que consigue a veces. Celdrán es un
portavoz diferido.
En realidad
es el vicepresidente virtual de la parte PP del Gobierno, y hasta ahora
ha conseguido representar el papel de poli bueno mientras López Miras
hace de malo cuando lo lógico sería transmitir una imagen inversa. Pero
Celdrán apura su posición hasta el punto de querer pasar desapercibido.
No está, no existe. Salvo que la coyuntura de los Presupuestos que el
Gobierno ha de aprobar ya le obliga a combinar las posiciones
encontradas de sus socios, Cs y Vox,
lo que requiere de un arte superior a la magia, y esto sin aparecer
como protagonista del espectáculo. Celdrán, el invisible hombre visible.
Existe, no tengan duda.
(*) Columnista
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