"Creo que se van a hacer mucho daño". Como en las mejores
batallas económico-financieras de los noventa, un nuevo enfrentamiento
empresarial acaba de anunciarse sobre el ruedo ibérico. Iberdrola contra
ACS. Ignacio Sánchez Galán contra Florentino Pérez.
O viceversa. Duelo a muerte en Ok Corral. La batalla campal, de todos
contra todos. El gentío ha llegado a la conclusión de que, en el vacío
de poder que se ha enseñoreado de España, cualquier salvación tiene que
ser individual, porque no hay espacio para la redención colectiva en un
país que hoy despide un cierto aroma a Estado fallido, que se apresta a
ser gobernado por Pedro y Pablo, que ha decidido desenterrar a Franco
abriendo la mazmorra donde dormitaban sus demonios familiares
históricos, que se siente acorralado por el separatismo y se sabe
prisionero de una estructura de gasto imposible de sostener en el
tiempo. Se van a hacer mucho daño. Esta va a ser una guerra entre
abogados del Estado. Julián Martínez Simancas como escudero de Galán y José Luis Chitín del Valle
como mozo de estoques de Pérez, dos tipos con el colmillo retorcido.
Una contienda librada en dos fases. La primera la perdió Pérez cuando,
en 2009, se vio obligado a abandonar el campo con el rabo entre las
piernas tras fracasar en su intento de tomar el control de la eléctrica.
La segunda se va a reñir ahora, y tiene las características de una
revancha donde todo estará permitido menos hacer prisioneros. Sálvese
quien pueda.
Una pelea que es fruto podrido de las
cloacas policiales, de esa trama de hampones que se fue tejiendo en las
sentinas del Ministerio de Interior desde los tiempos de Felipe, un
Estado dentro del Estado, una red de comisarios que a la hora de la
jubilación recibían como premio gordo la dirección de las áreas de
Seguridad de las grandes empresas del Ibex, puestos desde los que se
dedicaban a proteger al jefe y a mancharse las manos con los trabajos
sucios que les planteaban. El rey de las cloacas policiales, huelga
decirlo a estas alturas, es José Pepe Villarejo,
en la cárcel desde hace tiempo, capo de una compleja organización
mafiosa que ha tenido en nómina a policías, abogados, jueces (amigo,
nada menos, que de la ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado),
fiscales y un buen puñado de periodistas. Villarejo tiró de los buenos
oficios de sus antiguos colegas para todo tipo de servicios más menos
confesables, con el objetivo, ampliamente cumplido, de hacerse rico. Las
empresas del Ibex 35 llevan tiempo con el agua al cuello, todas
angustiadas ante la certidumbre de que, más pronto que tarde, van a ir
desfilando una detrás de otra por el gran teatro del mundo de este
escándalo sin paliativos. A la palestra salió el BBVA, con su presidente
ya en la calle. Y ahora se aprestan a hacerlo Iberdrola y ACS. Y detrás
vendrán otras, todas las que no hayan tomado la precaución de comprar
el material que les incrimina. Porque Villarejo lo grababa todo, y a
todos ha dado oportunidad, generoso que es, de comprar lo "suyo". El
riesgo de no aceptar el chantaje es verse en coplas como la Dolores, la flor de Calatayud.
Esta
red no ha sido purgada. Este tejido gangrenoso, capaz de avergonzar a
cualquier demócrata, sigue al frente del Cuerpo Nacional de Policía,
sigue sin ser extirpado. Muchos de sus altos mandos continúan en activo,
y nadie, salvo Villarejo, está en la cárcel. El daño al prestigio del
Estado de Derecho, si alguno le restara, es incalculable, pero a nadie
parece preocuparle. Francisco González (FG) contrató en 2005 los servicios de Villarejo a través de su jefe de Seguridad, el excomisario Corrochano, para defenderse del intento de los dueños de Sacyr (Del Rivero y Abelló) de entrar en el capital del banco y moverle la silla con la ayuda del Gobierno Zapatero.
Oportunamente advertido de lo que se le venía encima, FG puso pies en
Polvorosa apenas dos meses antes de que estallara el caso de las
escuchas del BBVA, lo que le permitió marcharse con honores (después
retirados) y sobre todo con su suculento plan de pensiones financiado
por la entidad. En el foro madrileño hay quien opina que la posición de
Galán es más delicada, por endeble, que la de FG en su día. Dos
historias paralelas, dos hombres con pocos amigos en el ruedo madrileño.
Los audios publicados por Moncloa.com resultan muy comprometedores para el tycoon eléctrico. Su defensa se antoja liviana: que su jefe de Seguridad, Antonio Asenjo,
no despachaba directamente con él, algo difícil de creer para quien
conozca el funcionamiento de una gran empresa. Galán envió el viernes
una advertencia a su eterno enemigo a través de El Mundo: "Si nos atacan, atacaremos". Decisión de morir matando.
Los pilares enfermos de nuestra democracia
He
aquí un escándalo en el que chapotean Justicia y Periodismo, los dos
pilares sobre los que, de acuerdo con la teoría clásica, descansa la
salud de todo Estado de Derecho que se precie. Ambos se hallan muy
"malitos", como no podía ser de otra forma en un régimen que llegó
exhausto a la gran crisis económica de 2008, corrupción y todo lo demás,
y que hoy se sigue arrastrando por el fango de la incertidumbre ante la
ausencia de un proyecto ilusionante de futuro. Imposible abarcar aquí
los males de una Justicia necesitada de una vuelta a las esencias
constitucionales que Felipe González se cepilló cuando, en 1985, entró como el caballo de Manuel Pavía
en las salas de togas instaurando el sistema de cuotas por el que los
partidos se aseguran la lealtad de sus señorías. Los jueces han tomado
esta semana dos decisiones polémicas que tienen que ver con el
periodismo. Por un lado, la imputación a profesionales de varios medios
por parte de un juzgado de instrucción por haber publicado ("revelación
de secretos") información sobre el sumario de los CDR encarcelados por
terrorismo. Ridículo, si aceptamos que quienes hacen información de
tribunales se nutren de las filtraciones del personal del propio
juzgado, cuando no del titular del mismo. Y, por otro lado, la
imputación por el juez García-Castellón del dueño de los digitales Moncloa.com y Merca2, Alejandro Suárez,
por un presunto delito de extorsión, así como del responsable de la
captación publicitaria de ambos medios. El conejo tapado y las orejas
fuera.
Como en el caso de la Justicia, difícil también abordar
en los límites de un artículo la problemática de una profesión, la del
periodismo, sumida en un grado de postración extremo, convertida en la
mayor evidencia de la crisis general de nuestra democracia. Los
fundamentos de este oficio vocacional basado en la independencia y la
libertad de criterio se han deteriorado de forma acelerada en los
últimos tiempos por culpa de una ideologización extrema y de una
corrupción galopante. Acabamos de tener una demostración deslumbrante de
esa ideologización con motivo de la sentencia de los ERE. "El caso ERE
fue una golfada de proporciones colosales sostenida en el tiempo, pero
en ningún caso es comparable a la Gurtel", tuiteaba una conocida
periodista de izquierdas. Cuando la corrupción es de la derecha
política, hay que acabar con la derecha. Cuando procede de la izquierda,
es conveniente pasar página. Tal es la filosofía de nuestra sedicente gauche.
Conviene aclarar, con todo, que lo mismo ocurre con los periodistas del
otro lado. Porque ya no hay periodistas a secas. Los hay de derechas y
de izquierdas, y el rebaño parece aceptar de buen grado tal
compartimentación cuando, en esos shows
afectadamente políticos que en cadenas como La Sexta dirigen esos
millonarios de izquierdas enriquecidos con la prédica de la igualdad,
consiente sentarse en bancadas diferenciadas como ovejas amaestradas.
Imposible encontrar hoy un joven periodista con una cierta visión
liberal de la vida y del oficio. Todos quieren lucir "coleta". En la
pirámide del problema, el alineamiento de los medios con los partidos
del arco parlamentario, con El País como ejemplo
más llamativo de esa humillante servidumbre. Por eso, entre otras cosas,
cayó Ciudadanos. Porque no tenía periódico adscrito ni alpiste que
repartir entre periodistas y/o editores.
Y la corrupción. En sus diversas formas. Desde la más obscena representada por el "modelo Pineda",
presidente de Ausbanc, tres años en prisión preventiva, consistente en
reclamar, recortada en mano, publicidad a empresas y bancos del Ibex
bajo amenaza del "te vas a enterar", hasta la más liviana del joven
periodista que escribe para el partido o para sus fuentes, que no para
sus lectores, pasando por un amplio abanico de miserias entre las que
cabe citar el caso, bastante frecuente, del autor de sesudas columnas de
opinión que al mismo tiempo asesora a empresas, fondos de inversión y
lo que surja, con un pie en la trinchera de la información y otro en la
consultoría. La vida se ha vuelto difícil para mucha gente de antiguo
lustre, obligada ahora a sobrevivir aferrada al primer tronco que le
sale al paso en plena corriente. Sobre la situación descrita gravita el
problema de un sector, el de la comunicación, que en gran parte se
encuentra en quiebra técnica, con la respiración asistida que le prestan
los bancos accionistas (grupo Prisa) o las subvenciones que otorga la
Generalitat a cambio de sumisión a la fe nacionalista (La Vanguardia
y mayoría de medios catalanes). Prensa escrita, radio y tv
independientes e Internet viven de las migajas publicitarias que a su
paso dejan las majors americanas (Google y por ahí)
y las dos grandes cadenas privadas, Mediaset y Atresmedia. Todos en
búsqueda desesperada de un modelo de negocio que el muro de pago
difícilmente podrá hacer realidad.
Villarejo y sus discípulos
La
profesión ha dejado de ser útil como canal transmisor de información
veraz. El periodismo no cubre hoy las noticias: las fabrica, y casi
siempre con intencionalidad política. Lejos de cualquier solución, se ha
convertido en una parte más del problema de una España necesitada de
esa urgente regeneración capaz de devolver a escena comportamientos
ejemplares y valores dignos de ser admirados. Villarejo ha sido el
suministrador de las grandes exclusivas de ese "periodismo de
investigación" que en los últimos años ha proliferado sobre la piel de
toro. Algunos de sus "discípulos" han hecho fortuna, por más que este no
sea oficio para hacer amigos o para hacerse rico. Ninguno de ellos ha
hecho autocrítica o ha pedido perdón a los lectores de su medio. El
resultado es el desprestigio de la profesión y la pérdida galopante de
influencia. Tiempo de tinieblas, oficio de perros. Por eso, la guerra
abierta entre Iberdrola y ACS a cuenta de los papeles del excomisario
que Moncloa.com ha puesto en el mercado, con El Confidencial como altavoz y extraño compañero de viaje (¿gratia et amore?),
no hace sino aumentar esa sensación de cáncer terminal que atenaza a la
profesión. Con el periodismo como aliado, Villarejo sigue poniendo el
ventilador a quien se niega a pasar por caja.
Difícil, si no imposible, imaginar una salida a los males de este ahora
aperreado oficio en el que han militado tantas brillantes plumas, tantos
ilustres hijos de la nación. El periodismo se salvará o se hundirá
definitivamente con España, y esto es algo más que un mero enunciado
teórico. Se salvará como parte de un gran proyecto de futuro capaz de
plantear un horizonte de convivencia para todos los españoles cara al
2050. Se hundirá irremediablemente en la deriva de pequeñeces y
traiciones por la que ahora mismo transitamos. El espectáculo es
desolador: Lastra y Rufián pactan en secreto las condiciones para la investidura de Sánchez, mientras ERC exige negociar de Gobierno a Gobierno; el Constitucional ve posible traspasar el régimen económico de la Seguridad Social al País Vasco; el Gobierno en funciones abre la puerta a trasladar la sede de la Policía Nacional en Vía Layetana
a otro lugar de Barcelona, mayormente un muladar; y el alcalde de León
pretende convertir la provincia en una nueva Autonomía porque "es
evidente que fue reino histórico". Los sinvergüenzas, lo mismo que los
tontos de baba, que antes ramoneaban por las afueras del pueblo, ahora
gallean en plaza mayor situados al frente de las instituciones. Nunca
como ahora se vio a la nación tan desasistida, tan entregada a sus
enemigos. "España es un país con la autoestima tan baja, que el día
menos pensado les convencéis", que dijo el abogado Javier Melero a alguno de los indepes a quienes ha defendido en los tribunales. Y a la vista de esa militancia que anoche avaló con su voto el desatino que Sánchez prepara con Iglesias,
tal vez no haya más remedio que pasar una temporada en el infierno
para, desde el fondo del abismo, plantear esa catarsis capaz de aflorar
un nuevo futuro de convivencia y progreso para todos. De democracia.
(*) Columnista
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