¿Por qué Pedro Sánchez ha llevado tanto en secreto, de espaldas al
Comité Ejecutivo del PSOE y con tanta urgencia el pacto de gobierno de
coalición con Podemos y con Pablo Iglesias de vicepresidente? Y ¿por qué
Carmen Calvo y José Luis Ábalos-insolente en su última rueda de prensa-
fueron excluidos de la negociación con Podemos en la que participaron
Adriana Lastra e Iván Redondo?
La respuesta a estas interrogantes sólo puede ser una: Sánchez
detectó entre ciertos dirigentes del PSOE máxima preocupación ante el
pacto con Podemos y ERC. Y alguien especuló con la oportunidad de que
Sánchez se fuera a la Comisión Europea para ocupar el puesto de Josep
Borrell y que el político catalán pudiera presidir en Madrid un Gobierno
constitucional y de unidad nacional con PSOE, PP y Cs.
La que sin duda hubiera sido la mejor solución para España, la
estabilidad del país y para blindar la economía y actuar contra los
desafueros de Torra y las pretensiones soberanistas de Bildu y ERC.
Y lo que a Pedro Sánchez le sonaba a la repetición del golpe de mano
en el Comité Federal del PSOE del 1 de octubre de 2016, que le obligó a
dimitir en la Secretaría General del partido.
Para luego regresar al poder del PSOE en su nuevo rol de ‘resistente’
y de ‘el rojo’, que hoy exhibe de tan temeraria manera, ninguneando a
su partido y como aviso o advertencia a navegantes de los poderes
económicos y de la vieja guardia del PSOE. Los que ahora están
horrorizados con la presencia de Iglesias en el Gobierno de España, como
lo están importantes instancias internacionales en Francia, Alemania,
EEUU, la UE y la OTAN.
Se podría decir que Sánchez, desde su autoritarismo proverbial,
amenazó al sector más constitucional del PSOE con el riesgo de una
ruptura del partido si alguien se oponía públicamente a su gobierno de
coalición con Podemos. Aunque en su fuero interno el PSOE ya está
prácticamente roto desde que Sánchez regresó a la secretaría general.
Pero el sector reticente y constitucional del PSOE, que incluye a
Gonzalez y varios barones regionales, están convencidos de que Sánchez
se equivoca con Podemos, ERC y su política catalana como el tiempo, muy
pronto, va a demostrar. Las peticiones de ERC de negociación con
‘relator’ y ‘amnistía’ -que es inconstitucional- para los políticos
presos y prófugos, ya ha puesto los pelos de punta a más de uno.
Y aunque da la impresión de que ERC se abstendrá en la investidura
para facilitar el gobierno de coalición de Sánchez e Iglesias, también
se espera que el precio que Sánchez pagará por ello será los indultos en
los primeros meses de 2020 para que Oriol Junqueras, ya indultado,
salga de la cárcel y se pueda presentar como candidato a la presidencia
de la Generalitat en las elecciones catalanas de la primavera próxima.
Cumpliendo así los objetivos de aquella breve conversación de Sánchez
con Junqueras en el Congreso cuando le dijo el catalán: ‘tenemos que
hablar’, y Sánchez le respondió: ‘hablaremos’. Consecuencia, Sánchez a
La Moncloa y Junqueras a la Generalitat.
E Iglesias como unas castañuelas y a punto de saborear la
vicepresidencia del Gobierno de España, cuando precisamente entre
Sánchez y él acaban de perder, en la noche del 10-N 10 diputados y
millón y medio de votos que nunca volverán a Podemos y al PSOE.
Sánchez se ha puesto España por montera pero esos desplantes en el
Ruedo Ibérico no suelen gustar ni prosperar y si no al tiempo y a
esperar.
(*) Periodista
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