jueves, 28 de noviembre de 2019

Los valores de Aznar / Ruth Toledano *

Poco antes de que Pablo Casado fuera elegido como sucesor en el PP de Mariano Rajoy, reapareció en escena su valedor, José María Aznar. Vino a darle un empujoncito. 

Después, entre los sucesivos batacazos electorales del pupilo, Aznar fue haciendo apariciones más o menos destempladas, más o menos alarmistas, siempre de maneras broncas, de perfil autoritario y de un conservadurismo más cercano a Vox que a su descabezado partido. 

A dos semanas de la última cita electoral, en la que Casado se ha recuperado tibia pero insuficientemente, Aznar ha vuelto como cuando volvía el hombre. 

Y lo ha hecho acompañado de otro hombre de pequeña estatura, Nicolas Sarkozy. Estatura moral, quiero decir. A la otra estatura se refirió el francés: "Hay que dejar de prometer una igualdad que jamás existirá porque hay gente alta, baja, gorda y delgada". Bueno, este era el nivel.

Su reaparición conjunta se produjo en la católica, apostólica y romana Universidad Francisco de Vitoria de Madrid, en uno de esos formatos que se denominan "sesión magistral" incluso si los maestros vienen a ser como estos dos (claro que también hay quien llama maestro al torturador de toros; un abrazo desde aquí a los maestros de verdad, como mi abuela). El caso es que, en tan adecuado marco, Aznar y Sarkozy se pusieron a hablar sobre el futuro de Europa. 

Y la obsolescencia fue tal que aquello terminó pareciendo un best-seller malo de novela histórica. Ambientado, concretamente, en las Cruzadas. Mientras Sarkozy, el de la guerra de Libia, recordaba "las raíces judeo-cristianas de Europa" (a las que llamó "nuestro estilo de vida"), Aznar, el de la guerra de Irak, dijo que "el mantenimiento de los valores occidentales es esencial si no queremos que las sociedades se quiebren". 

Tan magistrales reflexiones estuvieron en perfecta coherencia con el criterio de la revista Foreign Policy, que recientemente distinguió al español como uno de los cinco peores expresidentes del mundo (junto a un alemán, un nigeriano, un filipino y un tailandés, como en un chiste casposo del tardofranquismo). Y tanto se vino arriba el quinto, que otra vez lo soltó: "Las sociedades multiculturales rompen la escala de valores de los países occidentales”. Luego se extendieron sobre Catalunya y el chavismo, claro, y Aznar expresó su "máxima preocupación".

No muy lejos de donde ambos se encontraban, duermen al raso desde hace días varias personas solicitantes de asilo. Solo la acción vecinal ha conseguido los recursos para facilitar una pensión a quienes llegaron con sus niños y niñas, porque en una nación tan occidental como es España y en una ciudad tan judeo-cristiana como es Madrid varios de esos niños y niñas han dormido a una intemperie de lluvia incesante y frío de invierno a las puertas del Samur Social. 

El vecindario, la Red Solidaria de Acogida (formada por personas migrantes) y Javier Baeza, párroco de San Carlos Borromeo, que se ha llevado a los menores a dormir a su iglesia en Entrevías. Ni Aznar ni Sarkozy hicieron, sin embargo, mención a la situación extrema en la que se encuentran estas familias solicitantes de asilo, ni tampoco a los valores que representan las personas solidarias que las están ayudando. Si esas familias tuvieron algún lugar entre las palabras de los dos hombres minúsculos, fue para ser ofendidas con su xenofobia. Jesús de Nazaret los llamaría fariseos, los echaría del templo.

Que haya niños y niñas durmiendo en la calle en Madrid es una inmoralidad intolerable, que choca frontalmente con los más mínimos valores humanitarios y nos planta de bruces frente a la incompetencia social y a la irresponsabilidad política. Que para colmo vengan estos hombres de la guerra a lamentarse por la deriva moral de Occidente es un escarnio para todos. 

De su discurso de novelucha mala, cargado de odio del bueno, se alimentan sus fieras filas escindidas: el Frente Nacional en Francia y Vox en España. Fueron culpables desde sus gobiernos y lo son y serán desde su dorada jubilación. A nadie puede sorprender que el PP no vaya a permitir en el Congreso español un cordón sanitario a Vox: solo hay que oír a su mentor común, prestar atención a los valores de Aznar.



 (*) Columnista




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