El hecho de que una y otra vez se repita la filtración de la Audiencia Nacional
en el momento oportuno de la campaña electoral no debería silenciar la
condena y la repulsa de un comportamiento impropio de cualquier
instancia judicial: pero mucho más al tratarse, junto con el Tribunal
Supremo, de los dos máximos niveles de la judicatura española. En este
caso ha sido el sumario de la denominada operación Judas y que acusa de terrorismo a nueve miembros de los CDR, siete de los cuales están en prisión.
Sin entrar en consideraciones definitivas ya que el sumario es una
pieza separada de una causa que aún se desconoce y que está secreta,
cuatro comentarios: la pieza general de la que se habla tiene todo el
aspecto de no ser muy diferente de la causa general practicada por el
juzgado 13 de Barcelona y que actuó como cajón de sastre a la hora de
disponer de manga ancha para la persecución del independentismo.
Aunque en el folio 1, la Operación Judas se inicia en el año 2019, hay
escuchas de 2017 y 2018 que rebelan un trabajo recopilatorio de
información y, sobre todo, grabaciones, importante.
Aunque, en algún
caso, oídas todas ellas, hay interrogantes llamativos. Como el de uno de
los detenidos, Ferran Jolis, a partir del minuto 50:48 de su declaración ante el juez, donde se refiere "a los compañeros de la Guardia Civil",
momento en el que le cortan en seco de una manera incluso nada
ortodoxa. Segundo: el soporte de todo lo que está transcrito, en mucho
casos, no existe y si existe no se adjunta. En consecuencia, flota en el
aire muchos momentos una sensación de trabajo de investigació algo
chapucero.
Tercero, hay un exceso de literatura que acostumbra a suponer, casi siempre, que lo más probable es que falten pruebas.
Ello es también extraño porque una parte importante de los detenidos
estaban muy controlados desde hace tiempo. Y cuarto, muchas de las
principales acusaciones que abren diarios y televisiones españolas en
tono concluyente se sustentan en un "me dicen", "me han dicho", y
fórmulas similares.
Otra cosa es que de esos comentarios muchas veces
indirectos se quiera incriminar, por ejemplo, al president Quim Torra y
en plena recta final de la campaña. Respecto a las peticiones de
comparecencia en el Parlament que se han formulado son, por ahora, del
todo desorbitadas, ya que solo desde una voluntad manipuladora evidente
se le puede incriminar en nada.
Tendrán que surgir, en todo caso, nuevas
pruebas, ya que todo parece tan exagerado que solo se entiende en la
dinámica política actual y la inminencia de unas elecciones
trascendentales como las del domingo.
Pero todo ello, que se irá demostrando, o no, con el tiempo, no puede
hacer perder el hilo de la gravedad de una filtración repugnante. Y de
la persecución judicial, otra vez en marcha, de un president de la
Generalitat.
(*) Periodista y director de El Nacional
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