Albert Rivera abandona la política el lunes y el martes, Pablo Iglesias se
convierte en vicepresidente del Gobierno. La fase Weimar de la política
española tiene momentos que se mueven alocadamente entre la audacia, la
inteligencia y el delirio. El reajuste de las relaciones de
desconfianza entre la sociedad y la política impresiona y desconcierta.
Este país ha entrado en otro tiempo.
Un nutrido grupo de periodistas italianos desplazados a
España para el seguimiento de las elecciones cenaron el lunes en un
restaurante próximo a la embajada de su país en Madrid, sorprendidos por
los enredos de una España que quiere parecerse a Italia pero no logra
ser igual. Allí, la izquierda se ha evaporado. Aquí, todavía no. Allí y
aquí nunca nada es exactamente lo que parece.
Marcharon ayer por la mañana hacia Roma después de
haber escrito crónicas muy interesantes sobre la posibilidad de que el
PSOE y el Partido Popular alcanzasen un acuerdo de concertación
nacional. Les brillaba el fondo maquiavélico de la retina ante la
posibilidad de que Pablo Casado pidiese la cabeza de Pedro Sánchez para sentarse a negociar.
Aldo Cazzullo , del Corriere della Sera , entrevistó a Javier Cercas , que tiene muchos lectores en Italia. Francesco Olivo , de La Stampa , habló con Eduardo Mendoza, también muy apreciado después de la traducción de La ciudad de los prodigios.
Ambos escritores coincidieron en un mismo titular: Vox quiere ser la Lega. Despegaron en Barajas convencidos de que Matteo Salvini acaba
de abrir franquicia en España y aterrizaron en Fiumicino con la noticia
de un posible gobierno de coalición entre el Partido Socialista y
Unidas Podemos. Verdaderamente, España se ha empeñado en parecerse a
Italia, pero no logra ser igual.
El preacuerdo firmado ayer se gestó de manera vertiginosa
la tarde del lunes en un encuentro fuera de agenda entre Sánchez y Pablo
Iglesias, urdido por el equipo de Moncloa sin apenas intervención del
aparato del PSOE, tal y cómo explica Pedro Vallín hoy en La Vanguardia, en
una crónica muy detallada sobre lo que ocurrió entre bastidores desde
la noche electoral en la calle Ferraz hasta los abrazos de ayer por la
mañana en el palacio presidencial. Carmen Calvo no sale en la foto. Iván Redondo , sí.
¿Por qué se pacta penosamente en noviembre lo que estuvo a
punto de acordarse en julio? La pregunta es obvia y hay que dirigirla
principalmente al actual grupo dirigente socialista.
La enorme temeridad
de la repetición electoral queda ahora totalmente en evidencia.
Noviembre no es julio, sin embargo. Empujan más 52 diputados de Vox que
mil politólogos. El denominado Tsunami Democràtic, también ha ayudado al
inesperado pacto PSOE-UP, en la medida que los planes de Waterloo
buscan convertir España en un país absolutamente ingobernable.
El acuerdo está firmado pero faltan los números para
afianzarlo. La derecha independentista catalana hará en las próximas
semanas lo posible y lo imposible para que reviente. Esquerra
Republicana tiene ahora la palabra.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia
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