Cuatro elecciones en España en los últimos cuatro años; dos presidentes, Rajoy y Sánchez, superados por la revuelta catalana;
una posibilidad real de que el independentismo, por primera vez, tumbe
el tablero político catalán en unas elecciones españolas y obtenga la
mayoría de los 48 escaños en disputa;
Pedro Sánchez luchando por no
quedarse en propiedad el calificativo de El breve, que ha
lucido durante décadas Leopoldo Calvo Sotelo; una sensación, entre los
sociólogos electorales, de lo que ellos denominan "la tormenta
perfecta" para definir lo que se fraguó hace unos meses en Andalucía,
cuando no se vio venir la magnitud de la ola hasta la misma noche
electoral.
El independentismo al alza, la izquierda española a la baja, la derecha hacia arriba
y una dispersión de partidos -en Cantabria, Teruel, Canarias, Galicia,
Valencia- que aspiran a uno o dos escaños. Este es el cuadro que puede
dejar el domingo por la noche la política española después de la jugada,
quien sabe si suicida, de Pedro Sánchez.
No parece probable que su
cambio de guion de las últimas horas acentuando el peligro de la derecha
y dejando en un segundo plano Catalunya le dé el oxígeno que necesita
para retener los 123 escaños que consiguió en abril y que ahora ya
firmaría. Hasta 115, ocho menos, le llegan a atribuir algunas encuestas
que se dan a conocer aunque no se publican porque está prohibido.
Las
izquierdas -PSOE, Unidas Podemos y algún escaño de la formación de
Errejón, Más País- empatadas a diputados con las derechas -PP, Vox y
Cs-, cuando, en abril, la diferencia entre ambos bloques españoles fue
de 23 escaños a favor de Sánchez e Iglesias.
Es obvio que alguien ha equivocado la estrategia y
que, en situaciones de crisis, crisis profunda, como la que padece
España, el comportamiento de los electores quizás no sea tan diferente a
lo que sucede en el mundo entero, y, lejos de reforzar la
gobernabilidad, lo que acaba sucediendo es que acaban dándole una patada
al tablero.
El independentismo tendrá cartas a jugar si es así. Y serán
buenas cartas para modificar situaciones que hasta la fecha han quedado
bloqueadas. El apoyo entre PSOE y PP no es tan fácil sobre el papel,
con una fuerza política como Vox consolidada al alza. Y está el compromiso de Pablo Casado de que no se abstendrá aunque Sánchez necesite sus votos.
Se abrirá entonces el escenario de unas quintas elecciones que ya no serían un suicidio para Sánchez, si aún sigue, sino para España.
Será el momento del independentismo si obtiene unos excelentes
resultados y no se ha conformado antes con acuerdos de bajo perfil.
Ahora dispone de 22 de 48 escaños y las encuestas otorgan una horquilla
de entre 23 y 26 para Esquerra, Junts per Catalunya y la CUP. La carpeta catalana maniatando la gobernación en España hasta que haya diálogo entre gobiernos sin líneas rojas
como quieren los electores. Ese tiene que ser el objetivo si los
resultados de las urnas lo ponen a tiro. Doblegar la intrasigencia
y sentarse a negociar.
(*) Periodista y director de El Nacional
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