En estos días de información masiva sobre el Mar Menor se han
reiterado obviedades por todos conocidas, también negadas por algunos
hasta hoy. Tras vivir años con una idea bastante clara del quid de la
cuestión, es posible extraer interesantes conclusiones sociológicas de
estos comportamientos negacionistas revertidos en iluminados a base de
muertes masivas de fauna marina. Es interesantísimo observar cómo las
estrategias cambian y se reflejan en algún que otro mantra común.
Por
ejemplo, el mantra “hay que ponerse a trabajar”, al respecto del Mar
Menor, lleva implícito para el que lo esgrime el reconocimiento público
de que no ha hecho su trabajo de protección, respeto y cuidado por la
albufera tal y como la sociedad se hartó de denunciar.
Resulta
ciertamente increíble reconocer que han estado sin trabajar al respecto,
disfrutando al parecer de un infinito tiempo de asueto remunerado. Pero
ya que lo dicen ¡hagan ustedes el favor de ponerse a trabajar y dejen
de decir que hay que ponerse! Es ciertamente lamentable que ahora, con
el Mar Menor en la UVI, sea cuando empiezan a trabajar en su protección y
recuperación. Que se pongan a ello y con brío, que el trabajo santifica
y hay mucho que purgar en este asunto.
Otro mantra que surge en
la infalible concepción beatífica de salvar a la Humanidad de sí misma
es el “no es hora de buscar culpables”. Este es buenísimo, porque viene a
decir que no vayamos a hurgar en lo mal que han hecho su trabajo, o que
no han hecho, a la vista de los resultados y que, por extensión, nos
olvidemos el asunto de la responsabilidad.
Aquí, por la cosa de la
empatía o por padecer el síndrome de Estocolmo, se pretende que omitamos
a los responsables del destrozo y corramos un tupido velo porque como
no se sabe quién es responsable por la cosa de no culpabilizar, la
inocencia acoge. Lo de menos es que dar solución al problema pase por la
identificación de sus causas y de los causantes con el fin de no
reiterar error ni crear escuela.
Vinculado al anterior, un
producto de la falsa empatía o de la identificación con los supuestos
sufrientes, siendo uno parte interesada, es “no demonicemos (o
criminalicemos) a (añada sector de impacto al gusto)”. Este es un mantra
muy peligroso porque culpa precisamente de ser mala persona a quienes
no han producido el daño y solo exponen lo que hay, mientras desvía el
objetivo del infractor.
Un mantra de fondo en muchos sectores
económicos de impacto fue verbalizado hace unos días: “El problema del
Mar Menor nos lleva a una falta de rentabilidad que lastra el futuro de
las empresas” Es impresionante de nivel y conlleva unas preguntas anexas
tipo: ¿No será que lastra el futuro del Mar Menor? ¿De los pequeños
propietarios que tienen su casita en su ribera? ¿De los comerciantes?
¿De los pescadores? ¿Y el futuro de las poblaciones ribereñas con un Mar
Menor eutrofizado?
“No hay que mirar el pasado” en un mantra con
una muy baja autoestima. Lo que se dice seguridad de haberlo hecho bien,
no la hay. Y si por el camino encuentras personas capaces de no tener
memoria, ni recuerdos del Mar Menor y toda su historia, ni existen
hemerotecas que se consulten, sale redondo. La amnesia colectiva, que
según dicen es lo mejor para avanzar juntos, no sea que no queramos
incluirlos en el futuro, es como el pienso que dan al ganado estabulado.
Finalmente,
al legendario “no hablemos mal de lo nuestro” mientras tuvimos una sopa
verde que no debíamos nombrar ni ver, se le ha unido el de “las
competencias son de (añadir administración distinta a la que lo dice)”,
que se encuentra en pleno auge. Este último apunta a un pokémon que cada
vez tiene un nivel de evolución mayor con cruentas luchas para
sobrevivir en el poder.
Y ojo, porque el objetivo de todos estos mantras es que encima, les demos las gracias.
(*) Investigadora del IMIDA, activista en grupo de coordinación de Pacto por el Mar Menor desde su fundación.
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