La investidura de Pedro Sánchez se está acercando a marchas forzadas al ridículo y, peligrosamente, la quinta economía de la Unión Europea empieza a parecerse mucho a una obra teatral con un trágico final. El último movimiento de Pablo Iglesias
ofreciéndose al PSOE para que Sánchez los pruebe durante un año en el
Consejo de Ministros y, si no le parece bien los destituya pasado este
tiempo, a cambio de que Unidas Podemos le garantice apoyo durante los
cuatro años de legislatura es una de las mayores tonterías que he
escuchado últimamente. O sea, te sacan del Ejecutivo y tú, como
respuesta, le das tus votos gratuitamente cuatro años.
Eso no se lo cree
nadie. Sobre todo porque es una gran estupidez. En esa carrera por
ganar el relato ante la izquierda de los porqués de unas nuevas
elecciones, el líder de la formación morada se ha pasado de frenada.
Dicho esto, Sánchez no puede comportarse como si tuviera una mayoría en
el Parlamento español que no tiene pero Iglesias no debe improvisar cada
día para dejar en evidencia la nula voluntad de los socialistas para
armar un gobierno de coalición.
Las cartas parecen echadas en el vodevil en que se ha convertido la política española y
el argumento público es que no hay confianza para hacer un nuevo
Ejecutivo. Es cierto que no la hay pero si los socialistas tuvieran unas
encuestas que, lejos de darles unas mejores ganancias en las urnas les
pronosticaran unos malos resultados, la confianza pasaría a segundo
término. Porque Sánchez e Iglesias no se pueden ver, pero tampoco
Sánchez y Rivera o Rivera y Casado y, entre ellos, han pasado de
adversarios a enemigos.
Con esta actitud tan hispánica no habría
gobiernos de coalición en ningún sitio y se sometería a la ciudadanía a
permanentes repeticiones electorales hasta alcanzar las mejores
condiciones posibles. Debe ser que en Catalunya, como país pactista, los
gobiernos de coalición hace ya muchos años que se discuten se negocian y
se acuerdan. Y los desacuerdos existentes, y no son menores, no llevan a
la imposibilidad de conformar ejecutivos.
Sánchez encara la última semana antes de que la legislatura decaiga por su propio peso y se encamine todo hacia unas nuevas elecciones el 10 de noviembre mareando al personal y dispuesto a hacer un Rajoy
si recibe el encargo del rei Felipe VI de formar gobierno: dejar pasar
la oferta ya que no tiene garantías de salir elegido. Sólo un pánico
escénico por parte de alguno de los dos contendientes puede revertir
esta situación que, a día de hoy, parece muy consolidada y con las
espadas en alto.
Bueno, podría pasar una cosa peor para Sánchez: que
Iglesias le ofreciera sus votos gratis y pasara a la oposición dispuesto
a convertir la legislatura para los socialistas en una agonía. El
objetivo sería forzar de aquí a un año otras elecciones, en un escenario
peor para el PSOE e hipotéticamente mejor para Unidas Podemos. Pero
ojo, también para el trifachito. Sánchez quedaría así quizás herido de muerte pero eso sería una auténtica guerra civil en la izquierda española.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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