"Gobernará Vox o las ideas de Vox"
Javier Ortega-Smith
Ya gobierna el PP con el apoyo de Vox también en Madrid.
El otro día me decía un pródigo adversario de tertulia televisiva que a
Sánchez ya no le iba a funcionar lo del miedo a Vox: no son nazis y la
gente los está normalizando.
Creo que ya adelanté en
anteriores columnas que, efectivamente, hay diferencias de bulto entre
la ultraderecha española que acaba de entrar en las instituciones y
algunos partidos europeos de claro signo neofascista y neonazi.
Muchos
ciudadanos lo sienten así y por eso es tan difícil convencerles del
riesgo que corremos. La diferencia estriba en algo muy sencillo y que, a
la vez, no es transparente ni claro. La diferencia está en el marcado
sesgo ultracatólico conservador del partido español.
Casi todo lo demás
que les rodea es farándula: la España imperial que representa Abascal,
que no es sino una carátula, la regeneración, el ahorro de dinero
público, todo es confetti que envuelve el verdadero objetivo, que es el
de hacer coincidir las leyes civiles con las leyes de la Iglesia. Un
camino de vuelta a la teocracia.
Algo ya les adelanté en mi artículo Del género manipulador, pero como cada vez es más claro, y como me topé por el camino con un estudio de dos profesores de la Complutense titulado: Ideología de Género frente a los derechos sexuales y reproductivos,
voy a intentar condensarles lo que han estudiado Pichardo y
Cornejo-Valle y mi conclusión de que Vox es el último eslabón en esa
cadena.
Ese que pretende soslayar la reticencia general de la población
española a seguir ese camino. Ese que quiere conseguir lo que los
obispos no han conseguido nunca. Ese que envuelve en un neopopulismo
empaquetado una cuestión más vieja que la pana: la vuelta a esa suerte
de teocracia que constituyó el nacionalcatolicismo.
¿Cuántos votantes de
Vox se pusieron en su día en la fila real de la Iglesia más absolutista
para cercenar aborto, divorcio, matrimonio igualitario, adopción por
parejas del mismo sexo, derechos de los trans y otras cuestiones que
vendrán después como pornografía o prostitución?
Empaquetar con lazo.
Vender un relato. Embaucar. Los nuevos caminos del siglo XXI. Eso como
fenómeno transnacional repetido por los lobbies conservadores de México,
España, Polonia o Hungría, siendo nuestro país un "laboratorio" para
esta nueva cruzada. Una cruzada que utiliza la exarcerbación de la moral
sexual como elemento aglutinante y de pertenencia.
Como
ya les expliqué, el concepto "ideología de género", que es el martillo
en el yunque de Vox, es un concepto que plasmó hace mucho tiempo, en
1998, Monseñor Almazora Recaredo en su escrito La ideología de género. Sus peligros y alcances.
Es un concepto inventado por la curia y el Vaticano. Juan Pablo II les
siguió el rollo y, tras el golpe que supuso para ellos la Conferencia de
Beijing, le escribió una carta a su secretaria general en la que
atacaba la reivindicación de la igualdad, del feminismo, como "una
radicalización que no puede representar los intereses de todas las
mujeres". ¿Les va sonando?
La Conferencia Episcopal Española se adhirió
ya en 2001 a reprobar "el concepto ideológico de género" y se posicionó
"contra la pretensión de una libertad sexual sin límites", que según
ellos se concretaba en: el derecho a la contracepción, el derecho a la
salud reproductiva, el libre diseño de la sexualidad y la elección del
modelo de familia.
¿Les va sonando más? Y es que como
la mayoría pasamos muchas millas de toda esta literatura oficial de la
Iglesia, corremos el riesgo de perdernos el verdadero hilo con el que
deshacer el ovillo. En aquella época, los activistas eran todavía pocos y
de organizaciones ultras y ortodoxas. Todo cambió con la llegada del
Gobierno Zapatero.
Los enormes avances en derechos civiles propiciados
por él pusieron en el disparadero a los ultracatólicos y a la jerarquía
eclesiástica. Aún así, en la época de "las peras y las manzanas", era
una minoría dentro del principal partido conservador la que estaba
dispuesta a dejarse arrastrar a ese terreno. Ni Gallardón ni Wert
salieron triunfantes del empeño. La sociedad, y con ello los votantes,
estaba y está lejos de esta postura ultra y minoritaria.
Aún
así tanto la ley de matrimonio igualitario como la de Educación para la
Ciudadanía y la reforma de la ley del aborto fueron interpretadas como
un reto y una declaración de guerra.
Llegamos así al Orgullo Gay de
2012, ese que dejaba 110 millones de beneficio en Madrid, y que
coincidió con un documento de la Conferencia Episcopal Española, a
partir del cual todo aquello que lleve el concepto "de género" debe ser
estigmatizado.
"España está a la cabeza de la destrucción de la familia,
el sexo y el amor" llegaron a decir. A la par que afirmaban que "la
ideología de género debe ser frenada por una nueva evangelización de
España".
Claro que la llegada del Gobierno de Rajoy no
les solucionó lo que deseaban. Tontearon. Les dieron cierta bola pero
había barreras que un gobierno conservador liberal no iba a pasar, entre
otras cosas porque pensaban que electoralmente ni falta que les hacía.
No derogó ninguna de las leyes que eran caballo de batalla.
Hacía falta
un caballo de Troya capaz de destruirlas desde dentro y ahí es donde
aparece Vox tal y como lo conocemos. Vox con sus integrantes actuales,
apoyados por quienes los apoyaron y con los vínculos que tienen. Vox,
que busca la forma de envolver sus verdaderos objetivos, apoyándose en
cuestiones como Cataluña o ese porcentaje de población masculina que se
siente perjudicado por las leyes de discriminación positiva o por el
feminismo.
Con esa capa ocultan la capa pluvial o incluso un yunque en
el que empujar la teocracia que íntimamente desean.
Hasta
que no se tenga en cuenta esta realidad, es difícil que la población
termine de entender realmente el peligro que corremos y la deriva que
emprendemos. Una democracia bajo palio no es posible.
(*) Periodista
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