"La Diada está fría", comentan dirigentes de partidos políticos
independentistas. "La división está haciendo mella y este año la Diada
sufrirá", apuntan cuadros territoriales de la ANC. "Tanto hacer el
burro, hemos conseguido desmovilizar a los nuestros", señalan
responsables independentistas acostumbrados a montar autocares.
"Que
esto suceda a pocas semanas de la publicación de la sentencia del
Supremo por el 1 de octubre y el juicio al Govern y los líderes
independentistas es inexplicable", remata una conocida patum del independentismo.
Son cuatro valoraciones diferentes de más o menos entidad pero que no
han faltado a ninguna de las grandes concentraciones independentistas
que se han celebrado en Catalunya desde 2010.
El momentum, que decía al
principio de su mandato el president Quim Torra, nadie
sabe a ciencia cierta si llegará mientras él esté al frente de la
Generalitat. En cambio, lo que sí ha llegado es la confrontación de
estrategias y la disparidad de puntos de vista ante un otoño que se
presenta sin una clara hoja de ruta.
Pero todo empieza el 11 de septiembre. Para bien o
para mal. La Diada del 11 de septiembre nunca es una manifestación más:
es el termómetro del independentismo. Es un estado de ánimo y una
jornada reivindicativa. Hasta la fecha, han ido de la mano.
Este 11 de
septiembre la reivindicación tendrá que tirar de un cierto derrotismo,
no fuera el caso de que los que esperan el fracaso de la Diada
encontraran en la división independentista su mejor aliado.
"Cada año estamos igual y, al final, la gente por la Diada sale
masivamente a la calle", relata un político hoy ya jubilado que ha
tenido responsabilidades de gobierno y que asegura que, cabreado, no
faltará a la manifestación.
En una España colapsada institucionalmente,
incapaces sus partidos de ponerse de acuerdo para hacer gobierno y con
el problema territorial como verdadero caballo de Troya, el
independentismo catalán debería hacer cualquier cosa menos el ridículo.
Y
entre que decide qué hoja de ruta va a acordar, nada mejor que exhibir
músculo y demostrar al mundo entero que el independentismo sigue siendo
en Catalunya la fuerza central del país.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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