viernes, 26 de julio de 2019

Se abre espacio para un Salvini español / Enric Juliana *

El Parlamento ha estresado hoy a la sociedad. Cuando la crisis económica alcanzó su cénit, la sociedad decidió estresar al Parlamento, dando entrada a nuevos partidos. Cuatro años después de las elecciones generales del 2015, comicios que descarnaron la crisis estructural del Partido Popular y del Partido Socialista Obrero Español, los papeles se están invirtiendo: la complejidad política surgida de la crisis está estresando a la sociedad. La política está empezando a ser ilegible para demasiada gente en España. 

El espesor del embrollo no tardará en provocar una mayor demanda social de simplificación. Quienes ofrezcan una simplificación más legible ganarán la partida en los próximos meses. Ello puede ocurrir en una nueva sesión de investidura antes del 25 de septiembre, o tras una repetición de elecciones el 10 de noviembre.

“Los españoles no saben la suerte que tienen de que Santiago Abascal no tenga ni la mitad del talento político, ni la mitad de la mitad de la capacidad retórica de Matteo Salvini”, me comentaba hace unos días un observador italiano. Apuntaba bien. 

En España se están comenzando a dar las condiciones para un fuerte vendaval populista de carácter antipolítico, que si llega a producirse nada tendrá que ver con el movimiento de los “indignados”, ni con las banderas del 15-M. Sólo falta que surja un personaje con cierto talento para la comunicación de la política, dispuesto a convertirse en el nuevo tribuno del malestar. 

Abascal, un hombre que sube a la tribuna del Congreso para recordar el asesinato de José Calvo Sotelo, no será el tribuno de la España estresada, digitalizada y enfadada con la política. El atroz espectáculo vivido estos días, acelerado hasta extremos demenciales por los dispositivos digitales, aviva la posibilidad de esta nueva oleada populista. 

Albert Rivera lo está intuyendo. Rivera ha empezado a hablar de la “banda” para referirse a sus adversarios políticos. Así habla Salvini. Rivera podría ser el Salvini español. Alguien se lo está aconsejando.

La izquierda ha provocado estos días el enfado y la decepción de muchísima gente en España. Un gobierno de coalición no se puede negociar de la manera que se ha simulado negociar estos últimos días. 

El último gobierno de coalición en Alemania se tejió durante ochenta días de trabajo metódico. En España se ha hecho ver que se negociaba durante veinte horas. Un partido de gobierno no puede filtrar documentos de una negociación, para acabar de hundirla. Un partido que aspira a entrar por primera vez en el gobierno no puede efectuar su última oferta desde la tribuna del Congreso cinco minutos antes de la votación. 

A Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias la situación se les ha ido de las manos. Sánchez hoy era un hombre sombrío. No parecía estar muy seguro de los próximos pasos que hay quedar. A Iglesias se le veía hundido, puesto que toda capacidad de resistencia tiene un límite. 

En el PSOE hay discrepancias –aplacadas por la autoridad de Sánchez- entre los que quisieran reabrir la negociación y quienes consideran que es mejor que la situación se decante mediante unas nuevas elecciones en noviembre. 

En Unidas Podemos, Izquierda Unida no esconde su disconformidad por la manera cómo se ha negociado en los últimos días. IU ha estado empujando durante toda la mañana a favor de la abstención, frente al sector de Podemos que quería expresar su enfado mediante un voto en contra. 

Las complicidades entre el PSOE y Unidas Podemos son muy escasas y las pocas que existían se han roto. Y se han roto malamente. Una coalición entre ambos partidos es muy difícil de componer después de lo ocurrido en la última semana.

La complejidad política empieza a ser agresiva para muchos españoles.

Agosto y septiembre quedan en manos de las encuestas.


(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia


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