MADRID.- Las pensiones no perdonan. Ni en España ni en Japón.
Son un tema radioactivo. Cualquier político, periodista o experto que
se atreva a salirse del camino marcado, ya sabe que se está arriesgando.
Y mucho. Porque todo el mundo habla de largo plazo, de responsabilidad y
de no usar la demagogia, pero al final parece que no queremos escuchar a
nadie que nos recuerde que el rey está desnudo. Este mes lo hemos
comprobado: incluso en una sociedad como la nipona que, desde la
distancia, parece tan equilibrada, ponderada, sensata y previsora, el
debate sobre las reformas en la jubilación es muy peligroso. Eso sí,
para el que crea que esto es un alivio, ya sabemos lo que dice el
refrán: "Mal de muchos..." Pues eso, se escribe hoy en https://www.libremercado.com.
Este mes, por ejemplo, la publicación de un informe de un organismo público dependiente del Ministerio de Economía (Financial Services Agency -FSA- el equivalente, más o menos, a lo que en España sería la AIReF o el servicio de estudios del Banco de España) ha generado una enorme polémica. Tanto, que ha obligado al Gobierno a retirar el estudio y a pedir disculpas por su contenido.
¿Y qué decía el documento? Pues, a primera vista, nada muy
sorprendente: advertía de que si se mantiene la actual tendencia
demográfica, las pensiones comenzarán a reducirse en términos relativos
(si las comparamos con los salarios) y los jubilados japoneses tendrán
que tirar de ahorros, si los tienen, para mantener su nivel de vida.
Así, de todos los cálculos incluidos en el estudio, el más citado estos días es uno que se plantea cuánto dinero necesitaría una pareja de japoneses
que se jubile ahora para mantener, durante el resto de su vida, su
ritmo de gasto.
Según el FSA, una pareja de hombre de 65 años y mujer de
60 o más (también en Japón las mujeres tienen una esperanza de vida 5-6
años superior a la de los hombres) tendrá un déficit mensual medio de
unos 50.000 yenes (unos 410 euros). O lo que es lo mismo, si esa pareja
vive 20 años más (hasta los 85 años de él) necesitará 13 millones de
yenes (105.000 euros) de ahorros para cubrir ese déficit; y si vive 30
años más (hasta los 95 de él, una edad cada día más habitual), la cifra
ascendería a 20 millones de yenes (unos 165.000 euros).
Por
ahí, por esas cifras tan llamativas, se ha colado la oposición para
atacar al Gobierno, al que han acusado de "defraudar a los ciudadanos". Y
el Gobierno reaccionó, como no podía ser de otra manera, señalando a
los autores, diciendo que el contenido del informe era "extremadamente
inapropiado" y prometiendo que rechazaría sus conclusiones y propuestas
si la redacción final que el FSA enviará al Ministerio de Economía no
cambiaba partes sustanciales del contenido del mismo.
¿10.000 kilómetros de distancia?
Hasta aquí, la polémica. A primera vista, puede parecer algo muy lejano. Tanto como los más de 10.000 kilómetros que separan Madrid de Tokio.
Sin embargo, si miramos con algo más de atención, vemos que hay muchas
más semejanzas de las que habríamos pensado en un primer momento. De
hecho, desde el punto de vista económico y social, Japón y España son
dos países que se parecen bastante. Y, por eso mismo, hay un puñado de
enseñanzas que aprender sobre lo ocurrido en las últimas semanas en el
país del Sol Naciente.
- Demografía:
esto más o menos ya lo tenemos claro. España y Japón son dos de los
países (junto a Italia) más envejecidos del mundo. Y la tendencia se
mantendrá, salvo cambio radical, en las próximas décadas. Dos datos que
explican muy bien dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos. El primero
es que según los cálculos de la OCDE, en su informe Pensions at a Glance 2017,
en 2050 España y Japón serán los dos países con una tasa de dependencia
más elevada del mundo. La tasa de dependencia es el número de personas
de más de 65 años en relación a los habitantes en edad de trabajar, de
20 a 65 años: pues bien, según estas proyecciones, en Japón alcanzará el
77,8% y en España el 77,5% (por comparar, la media de la OCDE se
situará en el 53,2%). O lo que es lo mismo, nos acercaríamos a la
frontera de un trabajador por pensionista. Insostenible.
Y
no se prevén grandes cambios. Ya vimos la semana pasada, cuando el INE
publicó sus primeras cifras sobre crecimiento demográfico para 2018, que
en España la tendencia se acentúa: cada vez nacen menos niños. De
hecho, la tasa de natalidad es algo mayor en Japón que en nuestro país
(1,48 frente a 1,39 en 2015, según datos recogidos por la OCDE). Pero en
cualquiera de los dos casos, lejísimos de ese 2,1 por mujer en edad
fértil que asegura el reemplazo generacional.
Es cierto que, ante una situación como ésta, queda el recurso a la
inmigración. En esto, Japón es un país más cerrado que España. Pero más
allá de si el relevo llegará de fuera de nuestras fronteras (algo que no
podemos controlar y que habrá que ver si ocurre) las perspectivas de
los dos países son muy similares.
- Estancamiento económico: Japón
lleva más de 30 años de decadencia. Quizás no sea una crisis como la
que vivió España entre 2008 y 2013, pero sí es un estancamiento del que
no parece que vaya a salir. No es éste el lugar de analizar las razones
(desde la estructura industrial a la política monetaria, pasando por la
falta de incentivos a la innovación) pero sí de apuntar a que muchos de
los signos que se intuyen en la economía de la Eurozona, sobre todo de
los países del sur, ya estaban presentes en Japón desde comienzos de los
90.
Al
final, todo puede resumirse en una alarmante falta de crecimiento de la
productividad, tanto en el sur de Europa como en el país nipón. Ése es
el segundo aspecto que nos une y es clave para las pensiones: si no
tienes relevo generacional, tu única salvación para pagar las
prestaciones de jubilación reside en el crecimiento económico y en la
productividad. Y esto sólo para mantener las prestaciones en términos de
poder adquisitivo, porque en relación a los salarios, seguirán cayendo
si no hay relevo en el mercado laboral. Pero si tampoco hay nada que
rascar por ese lado, la solución deviene casi imposible.
- Las pensiones y la resistencia a las reformas:
como decíamos anteriormente, lo que ha pasado en este último mes en
Japón es muy significativo. En primer lugar, un organismo más o menos
independiente y de perfil técnico hace una advertencia sobre el sistema
de pensiones (en España hemos tenido unas cuantas); la opinión pública y
los medios atacan con dureza a los autores, como si aquellos que
denuncian que el rey está desnudo fueran los que le han robado la ropa;
el Gobierno recula y se paralizan todas las reformas.
De hecho, entre Japón y España existe otro paralelismo más. En 2004, en el país nipón se aprobó un sistema de control del gasto en pensiones
con puntos en común con el Factor de Sostenibilidad y el Índice de
Revalorización que en España llegaron con la reforma de 2013. De hecho,
como se explica en este artículo,
el mecanismo incluía un mínimo (¿recuerdan el famoso 0,25%?) para los
años malos y un diseño en el que se preveía que en los años buenos, las
pensiones no subirían tanto para ir ahorrando para la época de vacas flacas
(también el IRP español incluía un tope máximo).
El problema es que las
previsiones macro eran muy optimistas y en casi todos los ejercicios el
crecimiento del gasto ha sido superior al que le tocaría tras aplicar
de forma estricta la fórmula matemática. No diremos que las dos
situaciones se parecen como dos gotas de agua… pero un aire sí que
tienen.
En
este punto, ver lo que ocurre allí sirve para entender los
acontecimientos que se suceden en nuestras calles y las reacciones de
nuestros políticos. No es que sirva de disculpa pero, como decíamos
antes, si hasta en Japón pasa lo mismo…
Las diferencias
Eso sí, existen dos diferencias muy relevantes
que deberían hacernos reflexionar. La primera es que, aunque la
evolución de nuestras economías tiene ciertas similitudes, no podemos
olvidar que Japón sigue siendo un país muchísimo más rico que España.
Según datos del Banco Mundial, el PIB per cápita asciende en el país
nipón a 48.567 dólares; mientras, en España nos tenemos que conformar
con 32.403 dólares (un 33% menos). O lo que es lo mismo, una pensión
equivalente al 50% del sueldo medio japonés será mucho más elevada que
una prestación que guarde la misma proporción en España.
Aquí viene el segundo elemento para el análisis. Volvemos al informe de la OCDE sobre las pensiones en los países ricos.
En las páginas 109 y 113 de este documento, tenemos las tablas con los
datos sobre la generosidad del sistema de pensiones de cada país. En el
primer caso (tabla de la derecha, en inglés, click para ampliar) se
muestran las tasas de reemplazo en función de la renta
del beneficiario (0,5 – 1 – 1,5 de los ingresos medios de cada país).
Esta ratio mide el nivel de la pensión respecto a los ingresos previos a
la jubilación. Pues bien, como podemos comprobar, España es uno de los
países con un sistema de pensiones más generoso del mundo, con una tasa
de reemplazo neta superior al 80% para el pensionista medio (en la OCDE,
la media es del 69,1%). En Japón, la cifra es del 63,7%.
Además, la OCDE incluye otra tabla que no suele analizarse tanto pero
también es muy interesante (ver tabla inferior de la derecha, click
para ampliar). Nos referimos a la que recoge el valor-riqueza de la
pensión. Es decir, a cuánto equivalen los ingresos previstos para cada
pensionista en el momento de su jubilación (valor presente neto de todos
los flujos de renta previstos).
Pues bien, de nuevo, España es uno de
los países más generosos de la OCDE, muy por encima de otros mucho más
ricos. Así, para un hombre de ingresos medios, el valor presente neto de
los cobros que tendrá de la Seguridad Social equivale a 15,4 años de su
renta. La media en la OCDE es de 11,8 y en Japón esta cifra es de 7,6
años.
O lo
que es lo mismo. Tenemos, como los japoneses, una perspectiva
demográfica muy negra; una economía que no carbura; estancamiento
crónico y falta de productividad; unos políticos cortoplacistas,
obsesionados con la opinión pública; y una opinión pública igual de
cortoplacista, que no quiere ni oír hablar de reformas en el sistema.
En
todo esto nos parecemos. En lo que nos diferenciamos es en que las prestaciones que paga nuestra Seguridad Social son
mucho más elevadas que en Japón (un país más rico) y que en la mayoría
del resto de los países ricos del planeta.
También nos diferenciamos en
que la tasa de ahorro para la jubilación está en mínimos (sólo nos salva
al ahorro-inversión en vivienda) y que el modelo descansa al 100% en el
sistema público de reparto, sin que haya nada previsto (como en Holanda, Suecia, Dinamarca o Reino Unido, por poner sólo algunos ejemplos) en los pilares dos y tres (ahorro a través de planes empresariales o ahorro individual).
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