Desaparecida Unió Democràtica por quiebra económica después de su
fallida política en las urnas, distanciados de Ciudadanos y muy
especialmente de Albert Rivera y, finalmente, enfadados con el Partido
Popular, al que ni consideran una herramienta mínimamente útil, el Upper Diagonal está a punto de dar su bendición al nuevo invento político que lleva por nombre Lliga Democràtica.
Una operación que nace con un único objetivo: impedir la mayoría
independentista en las próximas elecciones al Parlament de Catalunya. No
es exactamente, por ahora, una Operación Valls 2, aunque lleva el mismo
sello y tiene idéntico objetivo después de que les diera un notable
éxito en la ciudad de Barcelona y consiguiera los concejales suficientes
-tres- para hacer alcaldesa a Ada Colau y dejar con la miel en los
labios al ganador de los comicios el 26-M, Ernest Maragall.
En este caso, incluso es mucho más cómodo de digerir para las élites
que mueven los hilos de Lliga Democràtica, ya que el auténtico
beneficiado de todo este movimiento político que se está cocinando sería
el socialista Miquel Iceta, una vez el PSC ha consolidado sus
posiciones en las últimas municipales y Ciudadanos se considera una
formación política en serio retroceso electoral en Catalunya.
La meta no
es otra que alcanzar los 68 escaños necesarios para decantar la mayoría
absoluta y arrebatarla al independentismo, algo ciertamente difícil, ya
que no hay tantos precedentes en el Parlament de Catalunya, pero que
dada la dispersión del voto respecto a las mayorías de antaño podría
llegar a producirse. De hecho, solo con la excepción de 1980 ha habido
siempre una mayoría que primero era nacionalista y que a partir de 2015,
con las candidaturas de Junts pel Sí y la CUP, se transformó en
independentista.
Aunque no hay, aparentemente, un horizonte electoral a la vista en Catalunya,
son muchas las incertezas para poder descartarlo absolutamente. Dos muy
importantes: La gestión de la sentencia del juicio del Tribunal Supremo
a los presos políticos, prevista para octubre. El president Torra ha
empezado a hablar con partidos independentistas y entidades, pero sin
una propuesta como tal encima de la mesa.
En segundo lugar está la
cuestión de los presupuestos de la Generalitat y para los que el Govern
no encuentra un socio para tirarlos adelante. Habida cuenta de que los
últimos que se aprobaron fueron en 2017, un tercer año sin presupuestos
sería toda una noticia y un flanco para las críticas de la oposición.
En
contra de los comicios para este año está una cierta estabilidad en el
ejecutivo y el hecho de que ni Junts per Catalunya ni Esquerra
Republicana hayan iniciado un camino de finalización de la legislatura. A
todo ello se añade otro factor de incerteza: ¿Qué quiere el president
Quim Torra, quien en última instancia es el que puede convocar los
comicios?
Los impulsores de Lliga Democràtica apuestan, en cambio, por un final
traumático entre los socios del Govern que precipite el final de la
legislatura. ¿Y Manuel Valls? Pues parece que estará, pero por ahora no
está. La precampaña, otra más, ha echado a andar.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
No hay comentarios:
Publicar un comentario