Francesc de Carreras, uno de los fundadores e impulsores de
Ciudadanos, fue el primero en dar la señal de alerta, y, también de
alarma, ante la negativa de Albert Rivera de sumar sus 57 diputados a
los 123 de Pedro Sánchez para formar un gobierno sólido y estable, tras
las últimas elecciones generales.
En una carta abierta publicada en ‘El
País’ le pedía que no les fallase, a menos decía Carreras, que el joven
maduro y responsable que él conocía se hubiese convertido “en un
adolescente caprichoso”.
Fue esta frase de Carreras, que conoce muy bien a Rivera, la que más
me sorprendió de todo el texto, lleno de sentido común y certero
análisis de la realidad, en la que debería desenvolverse un partido
bisagra, como debe ser Ciudadanos. Y la verdad, es que durante esta gran
crisis que ha vivido el partido estos días, su Presidente se ha
comportado como un “adolescente caprichoso”.
Un adolescente caprichoso
fue el que rompió con Manuel Valls por votar a favor de Ada Colau como
Alcaldesa de Barcelona, para evitar la elección del independentista
Ernest Maragall, después de un valiente discurso del exprimer ministro
socialista francés, defendiendo el constitucionalismo y la no existencia
de presos políticos.
Y como un “adolescente caprichoso” debe interpretarse la torpe
explicación que quiso hacer de un inexistente apoyo del primer ministro
francés Macron a su política, cuando la realidad es que, dentro del
grupo liberal en el Parlamento europeo, al que pertenecen los liberales
franceses de Macron y de Ciudadanos, el malestar de Macron por las
relaciones de Ciudadanos con Vox, es un tema que ha producido un gran
distanciamiento con el presidente francés.
Aparte de que el presidente
del Gobierno español en funciones, Pedro Sánchez, se ha convertido,
junto con la alemana Ángela Merkel en firme aliado en Europa con Macron,
ante la crisis con Italia y la previsible salida del Reino Unido por el
Brexit. Algo que ha aprovechado Sánchez para que el presidente francés
haga presiones sobre Rivera, para que, en cierto modo, se reconcilie con
Sánchez.
Y también como “adolescente caprichoso” (después de negarse a acudir a
La Moncloa a una llamada del presidente del Gobierno, algo realmente
insólito desde el punto de vista institucional) se ha comportado este
fin de semana a la hora de valorar la primera y más grave crisis que ha
vivido el partido desde julio de 2016 cuando fue elegido, “por sorpresa”
(cuenta Carreras) Presidente de Ciudadanos en el Congreso fundacional.
Una crisis que ha provocado la dimisión de Toni Roldan, portavoz de
Economía en el Congreso de los Diputados, del eurodiputado Javier Nart y
del líder del partido en Asturias que abandonaba su escaño y la
descalificación de Luis Garicano, portavoz del grupo parlamentario en
Bruselas. Uno de los mas valiosos miembros de Ciudadanos, así como el
hombre clave del partido en Castilla-León, Francisco Igea, obligado a
votar al candidato del PP para la Presidencia de la Comunidad, en vez
del candidato del PSOE, como había decidido el partido en la Comunidad.
Después de todo esto, durante una semana Rivera desapareció de la
escena, ante el desconcierto de los militantes, incapaces de interpretar
que era lo que estaba pasando (‘La Crisis de Ciudadanos y por qué Rivera odia a Sánchez’),
hasta este fin de semana, en que reunía a los 160 miembros del Consejo
General de Ciudadanos, para volver a actuar como un “adolescente
caprichoso”, invitando a abandonar el partido a quienes no estuviesen de
acuerdo con él, forzando la frase de la disidencia. “Si algunos piensan
que el sanchismo tiene que campar a sus anchas, que presenten un
partido político”.
En el fondo, era la respuesta no sólo a los críticos que le habían
insistido en que lo más conveniente para un partido bisagra como
Ciudadanos era abstenerse y votar, en ocasiones, con el PSOE y con el
PP, (y, rompiendo con Vox), sino también a Narcís de Carreras que le
pedía que no antepusiese sus intereses de partido a los intereses
generales de España.
Eso, le decía Carreras, ”es ir contra toda tu
trayectoria política, contra la trayectoria de Ciudadanos. Se te
acusará, con razón, que por tu culpa arrojas al PSOE a pactar con
Podemos y con los nacionalistas, precisamente aquello que Ciudadanos
debía impedir”.
Pero a esas alturas las palabras caían en saco roto. El
objetivo de Rivera estaba en convertirse en líder de la oposición
“sorpassando” al PP, (un partido histórico y ya implantado en todo el
país que corregirá sus errores), algo que nunca logrará. Sobre todo, si
hace todo lo contrario que le pide su electorado.
Desafiando las presiones internas y externas que le aconsejan que
replantee sus relaciones con Sánchez (hoy Sigma Dos para “El Mundo”
anuncia que la repetición de elecciones hundiría a Ciudadanos y Vox, y
que el setenta por ciento de los votantes de Ciudadanos quiere que su
partido facilite la investidura de Sánchez).
Rivera sigue pensando que
su partido tiene total autonomía para decidir, y que tiene su propio
criterio para decidir. “Soy un liberal de convicciones -afirmaba al
terminar la reunión del Consejo General del partido- siempre respetaré
la opinión de una patronal, de un sindicato o de un medio de
comunicación. Pero siempre con libertad para tomar decisiones”. Y su
firme decisión es que se presentó a las elecciones siendo muy claro
durante toda la campaña sobre el No a Sánchez.
Rivera sostiene que se ve obligado a ser fiel a quienes le votaron, a
4,2 millones de votantes. Las encuestas en las que creía a pie
juntillas cuando le desplazo del poder Sánchez con la moción de censura,
ahora, no le sirven.
(*) Periodista y economista
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