domingo, 30 de junio de 2019

Albert Rivera, de joven maduro, a adolescente caprichoso / José Oneto *

Francesc de Carreras, uno de los fundadores e impulsores de Ciudadanos, fue el primero en dar la señal de alerta, y, también de alarma, ante la negativa de Albert Rivera de sumar sus 57 diputados a los 123 de Pedro Sánchez para formar un gobierno sólido y estable, tras las últimas elecciones generales. 

En una carta abierta publicada en ‘El País’ le pedía que no les fallase, a menos decía Carreras, que el joven maduro y responsable que él conocía se hubiese convertido “en un adolescente caprichoso”.

Fue esta frase de Carreras, que conoce muy bien a Rivera, la que más me sorprendió de todo el texto,  lleno de sentido común y certero análisis de la realidad, en la que debería desenvolverse un partido bisagra, como debe ser Ciudadanos. Y la verdad, es que durante esta gran crisis que ha vivido el partido estos días, su Presidente se ha comportado como un “adolescente caprichoso”. 

Un adolescente caprichoso fue el que rompió con Manuel Valls por votar a favor de Ada Colau como Alcaldesa de Barcelona, para evitar la elección del independentista Ernest Maragall, después de un valiente discurso del exprimer ministro socialista francés, defendiendo el constitucionalismo y la no existencia de presos políticos.

Y como un “adolescente caprichoso” debe interpretarse la torpe explicación que quiso hacer de un inexistente apoyo del primer ministro francés Macron a su política, cuando la realidad es que, dentro del grupo liberal en el Parlamento europeo, al que pertenecen los liberales franceses de Macron y de Ciudadanos, el malestar de Macron por las relaciones de Ciudadanos con Vox, es un tema que ha producido un gran distanciamiento con el presidente francés. 

Aparte de que el presidente del Gobierno español en funciones, Pedro Sánchez, se ha convertido, junto con la alemana Ángela Merkel en firme aliado en Europa con Macron, ante la crisis con Italia y la previsible salida del Reino Unido por el Brexit. Algo que ha aprovechado Sánchez para que el presidente francés haga presiones sobre Rivera, para que, en cierto modo, se reconcilie con Sánchez.

Y también como “adolescente caprichoso” (después de negarse a acudir a La Moncloa a una llamada del presidente del Gobierno, algo realmente insólito desde el punto de vista institucional) se ha comportado este fin de semana a la hora de valorar la primera y más grave crisis que ha vivido el partido desde julio de 2016 cuando fue elegido, “por sorpresa” (cuenta Carreras) Presidente de Ciudadanos en el Congreso fundacional. 

Una crisis que ha provocado la dimisión de Toni Roldan, portavoz de Economía en el Congreso de los Diputados, del eurodiputado Javier Nart y del líder del partido en Asturias que abandonaba su escaño y la descalificación de Luis Garicano, portavoz del grupo parlamentario en Bruselas. Uno de los mas valiosos miembros de Ciudadanos, así como el hombre clave del partido en Castilla-León, Francisco Igea, obligado a votar al candidato del PP para la Presidencia de la Comunidad, en vez del candidato del PSOE, como había decidido el partido en la Comunidad.

Después de todo esto, durante una semana Rivera desapareció de la escena, ante el desconcierto de los militantes, incapaces de interpretar que era lo que estaba pasando (‘La Crisis de Ciudadanos y por qué Rivera odia a Sánchez’), hasta este fin de semana, en que reunía a los 160 miembros del Consejo  General de Ciudadanos, para volver a actuar como un “adolescente caprichoso”, invitando a abandonar el partido a quienes no estuviesen de acuerdo con él, forzando la frase de la disidencia. “Si algunos piensan que el sanchismo tiene que campar a sus anchas, que presenten un partido político”.

En el fondo, era la respuesta no sólo a los críticos que le habían insistido en que lo más conveniente para un partido bisagra como Ciudadanos era abstenerse y votar, en ocasiones, con el PSOE y con el PP, (y, rompiendo con Vox), sino también a Narcís de Carreras que le pedía que no antepusiese sus intereses de partido a los intereses generales de España. 

Eso, le decía Carreras, ”es ir contra toda tu trayectoria política, contra la trayectoria de Ciudadanos. Se te acusará, con razón, que por tu culpa arrojas al PSOE a pactar con Podemos y con los nacionalistas, precisamente aquello que Ciudadanos debía impedir”. 

Pero a esas alturas las palabras caían en saco roto. El objetivo de Rivera estaba en convertirse en líder de la oposición “sorpassando” al PP, (un partido histórico y ya implantado en todo el país que corregirá sus errores), algo que nunca logrará. Sobre todo, si hace todo lo contrario que le pide su electorado.

Desafiando las presiones internas y externas que le aconsejan que replantee sus relaciones con Sánchez (hoy Sigma Dos para “El Mundo” anuncia que la repetición de elecciones hundiría a Ciudadanos y Vox, y que el setenta por ciento de los votantes de Ciudadanos quiere que su partido facilite la investidura de Sánchez). 

Rivera sigue pensando que su partido tiene total autonomía para decidir, y que tiene su propio criterio para decidir. “Soy un liberal de convicciones -afirmaba al terminar la reunión del Consejo General del partido- siempre respetaré la opinión de una patronal, de un sindicato o de un medio de comunicación. Pero siempre con libertad para tomar decisiones”. Y su firme decisión es que se presentó a las elecciones siendo muy claro durante toda la campaña sobre el No a Sánchez.

Rivera sostiene que se ve obligado a ser fiel a quienes le votaron, a 4,2 millones de votantes. Las encuestas en las que creía a pie juntillas cuando le desplazo del poder Sánchez con la moción de censura, ahora, no le sirven.



(*) Periodista y economista



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