Es dudoso que en las clases de educación
sexual que se ofrecen en los colegios se ilustre a los alumnos sobre el
'menage à trois', que es una práctica como otra cualquiera, pero con
mala prensa en ciertos ámbitos, por extraño que parezca. De resultas de
esta carencia, la metafórica traslación de este concepto a la vida
política resulta muy dificultosa. Los políticos no están ilustrados en
ese arte, y menos en sus técnicas.
Si
ya es complicada una relación a dos, que suele ser idílica en sus
comienzos hasta que el inevitable proceso de demolición que marca el
avance del tiempo invita al verdadero pacto (divorciarse o soportarse)
¿cómo no va a ser mucho más complicada una entente entre tres? Más
difícil es armar un 'menage à trois' estable cuando hay dos que lo
desean y un tercero que no quiere ni oír hablar del asunto. Por mucho
que dos lo promuevan, si un tercero se resiste no habrá trío, y si de
ese tercero depende la relación de los otros dos, tampoco habrá dúo.
El
PP pretende formalizar dos pactos. Uno, ya lo tiene firmado. Con
Ciudadanos. Pero para que ese acuerdo sea operativo a los efectos de
constituir un Gobierno a dos, necesita el plácet de Vox, y para eso ha
de pactar también con este partido. El problema es que el pacto del PP
con Vox es incompatible con el pacto con Ciudadanos, pues aquél ha de
contener necesariamente contradicciones con lo que se firmó en primer
lugar, que se supone que ya es inamovible. Paradójicamente, la
imposibilidad del trío es un auténtico círculo vicioso.
La foto imposible.
El pasado viernes se reunieron López Miras, Luengo y Miralles, de parte
del PP, con Gestoso y Robles, de Vox. Al 'documento programático' que
estos últimos habían presentado como condición inexcusable para votar
favorablemente la investidura del candidato a la presidencia de la
Comunidad por el PP, los populares opusieron a la noche un manojo de
folios sobre las excelencias de un Gobierno PP-Cs apoyado por Vox, en el
que este partido vio diluidos sus condicionantes entre apelaciones a la
reducción del gasto público y determinación sobre el artículo 155 de la
Constitución.
Demasiado halago a las esencias y mucha retórica
generalista, pero poco compromiso con los epígrafes concretos que
marcaban las exigencias.
En Vox
decidieron darle otra vuelta a ese documento: durante la mañana de ayer
lo simplificaron en seis folios para ajustar coincidencias y
disidencias. Y querían dar prueba, además, de flexibilidad: estaban
dispuestos a 'rebajar' su 'programa máximo'. Ejemplo: ya no pedían la
derogación de la ley LGTBI, sino cinco de sus artículos, casualmente los
que constituyen la molla central de la ley, además de consideraciones
precisas acerca de la violencia de género o de los centros de acogida de
menores inmigrantes.
Insuficiente, a ojos vista, a pesar de la 'rebaja'
para que todo esto case con el pacto previo PP-Cs, con independencia de
que el PP estaría dispuesto a ceder en todo y se casaría de inmediato
con Vox si no precisara de un tercero, como ha hecho sin dudarlo en
Puerto Lumbreras.
Pero hay más:
en el 'documento síntesis' de Vox se pide que en el pacto que pudiera
firmar con el PP debiera estar presente Ciudadanos, pues se supone que
la investidura de López Miras se formalizaría con un acuerdo común de
los partidos que lo ratifiquen desde el Parlamento regional. Una
sugerencia de imposible aceptación por parte de Ciudadanos, que ha dicho
por activa y por pasiva que no tiene disposición a firmar acuerdo
alguno con Vox.
Es de cajón a la vista de que Ciudadanos ha puesto el
grito en el cielo y ha ordenado romper sus pactos municipales con el PP
al observar que después de elevar a las alcaldías a los candidatos
populares en Fuente Álamo y Ceutí, éstos han introducido por la puerta
de atrás a concejales de Vox en el equipo de gobierno, lo que significa
que existía un 'pacto paralelo' del PP con ambas formaciones sin que
Ciudadanos estuviera informado de la contrapartida para el tercero.
Si
Ciudadanos no quiere pactar ni gobernar con Vox en esos Ayuntamientos
¿cómo podría justificar que lo hará en la Comunidad? Por tanto, Vox pide
otra vez lo imposible: la foto de los tres líderes autonómicos. Pero
Isabel Franco no comparecerá.
Primero, programa; después, cargos.
El problema no se detiene ahí: el párrafo final del documento resumido
que propone Vox al PP concluye así: «En tanto en cuanto no se alcance un
acuerdo en los términos expuestos no se debiera hablar de estructura de
Gobierno, que deberá ajustarse a un planteamiento razonable,
proporcional y eficiente, con el foco en los intereses regionales».
Si
no traduzco mal, esto significa que Vox sigue la senda de Ciudadanos en
sus negociaciones con el PP: primero, 'acuerdo programático', y si éste
se firma, 'acuerdo sobre estructura de Gobierno', lo que viene a
significar la demanda de al menos una consejería. «Es de justicia, por
nuestra proporcionalidad y para vigilar desde dentro el cumplimiento del
pacto», asegura un portavoz.
La
posibilidad de que Vox disponga de cargos en el Gobierno PP-Cs es
remota, a juzgar por la reacción de los de Isabel Franco en los
Ayuntamientos. Pero aún es más difícil que el PP pueda garantizar a Vox
cualquier pacto de tapadillo, pues las condiciones básicas de este
partido se refieren a cuestiones que residen en la franja de la
'política social', área que quedará en manos de Ciudadanos en el
Gobierno que debiera diseñarse tras la investidura de López Miras.
Bastará señalar que la prefigurada como vicepresidenta del Gobierno,
Isabel Franco, ha difundido durante estos días su imagen de perfil en
las redes sociales rodeada de un círculo con el arco iris que simboliza
al movimiento LGTBI. Es difícil, por no decir imposible, que Ciudadanos
acepte un compromiso del PP con Vox que traslade a Franco la
responsabilidad directa de retocar la ley sobre los derechos de las
personas sobre la diversidad sexual.
Los dilemas de Vox. El
primer dilema de Vox es que no quieren promover un Gobierno PP-Cs en el
que este último partido los desconsidera hasta el punto de ignorarlos,
aun a sabiendas de que son imprescindibles para la constitución de ese
Gobierno. No cabe duda de que se trata de una actitud cínica por parte
de Cs, que no quiere reconocer la evidencia.
Y Vox, en respuesta, exige
que 'se mojen' si quieren el voto favorable o la abstención que
facilitaría el desarrollo del pacto con el PP. Pero esto no va a
ocurrir. De otra parte, tienen la vista puesta en su electorado, pues la
alternativa a López Miras sería un Gobierno PSOE-Cs de mayoría
absoluta, que podría gobernar sin la presión parlamentaria de Vox.
Este
es el talón de Aquiles que acarician los de López Miras: intentan vender
a Vox que su abstención en la investidura sería el 'mal menor',
argumento fuerte enarbolado por Teodoro García en el último tramo de la
negociación del fin de semana.
Pero, de momento, en Vox no tragan,
porque entienden que se trata de un 'truco fácil' para que hagan el
papel de colaboradores gratuitos mientras aparecen como apestados ante
una de las partes. Ya advertían ayer que «no aceptamos cordones
sanitarios ni exclusiones por diferencias ideológicas».
Por
otro lado, Vox está escamado por su relación con el PP, en parte por la
bisoñez de algunos de sus cuadros: «Ya nos engañaron en Madrid, cuando
no nos advirtieron de la diferencia entre alcaldías ejecutivas y
alcaldías de distrito», y temen que las negociaciones para el pacto
bilateral con ellos, seguido del que firmaron con Ciudadanos, que sería
el que realmente debiera aplicarse en la gestión de Gobierno, constituya
un señuelo del que posteriormente no se derivaría compromiso.
El papel
de Vox sería idéntico en el caso de que quedara para bramar contra un
Gobierno PSOE-Cs, frente al que sería ideológicamente combativo, o
contra un Gobierno PP-Cs, a la vista de que los populares tendrían que
atender a los compromisos con sus socios de Gobierno antes que a los
contraídos con Vox, que el propio Grupo Parlamentario de Isabel Franco
rechazaría con sus seis votos.
La única ventaja sería que quedara
constancia pública de las disensiones en el interior del Gobierno
bipartito, lo que de reiterarse acabaría igualmente, más tarde o más
temprano, en una alianza de Cs con el PSOE, partido éste que podría
permitirse el lujo de esperar a que suceda lo inevitable, es decir, a
que el Gobierno sea inviable por las interferencias de la cuña de Vox, y
más si éste se siente engañado o menospreciado.
¿'Menage' o adulterios consentidos?
¿Puede
funcionar un 'menage à trois' en el que dos (PP y Vox) quieren
acostarse con un tercero (Cs), pero éste sólo pide lealtad al primero y
no quiere ver ni en pintura al segundo, aun a sabiendas de que necesita
de su colaboración para que el dúo que prefiere exista y sobreviva? La
única posibilidad es que se firmen dos acuerdos paralelos: PP-Cs y
PP-Vox, sin que el primer pacto sea aprobado por Vox ni el segundo por
Cs. Pero esto ya no es un 'menage à trois', sino adulterio, aunque la
relación bilateral del PP con uno y otro partido fuera consentida por
los otros dos.
¿De verdad va a
resultar posible que en el discurso de investidura el candidato López
Miras contente a Cs y a Vox traicionando el espíritu y la letra de dos
pactos, uno con cada uno de los dos partidos, que ambos considerarán
incompatibles entre sí? Y uno, Vox, pretendiendo entrar al Gobierno para
'vigilar' al otro, mientras éste, Cs, ni siquiera reconoce que necesita
del apoyo de aquél para poder hacer una política que el innombrable
'socio por abstención' rechaza, aunque pudiera asumirla el PP, que, en
caso de hacerlo, traicionaría a Cs.
¿Puede
entrar Cs tranquilo a un Gobierno de coalición cuyo socio tiene
compromisos con otro partido? ¿Puede ser tan hábil el PP de promover una
política y su contraria para contentar a dos partidos, uno de los
cuales ni siquiera admite el trato político con el otro? ¿Y todo esto
para qué? ¿En qué se beneficia la Región de Murcia de un 'menage à
trois' que es un adulterio doble?
(*) Columnista
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