Al final se ha manifestado una realidad
que incomoda en el campo independentista. Una realidad que nadie quería
vaticinar, pero ahí está. Y alguien había de decirlo. En este caso, La República.
La unidad independentista no solo se rompe, está rota, sino que sus dos
principales dirigentes aparecen enfrentados.
Es la consecuencia de la
decisión de ERC de ir a las elecciones europeas en alianza con Bildu y
BNG, negándose a lista unitaria con JxC a pesar de que Puigdemont
ofreciera ir segundo en ella, una decisión tan magnánima como,
probablemente, irritante para la otra parte.
Pero
¿es verdad que se rompe la unidad? Se quiera o no, hay dos candidaturas
independentistas en liza, que comparten fin estratégico pero, al
parecer, no las tácticas. Una, ERC, es más fuerte que otra en el
Congreso de los diputados. ¿Importa eso mucho? Sabrià, el portavoz de
ERC, ya en la primera finta parlamentaria de la presidencia del Senado mantiene las condiciones
del referéndum y la autodeterminación en que estamos de acuerdo todos
los independentistas.
Pero no es suficiente. Debe quedar claro que las
condiciones citadas son el único punto de partida para algo serio, como
votar a favor de un gobierno socialista. El episodio de Iceta es una de
sus habituales trapacerías y no merece la pena ni considerarla. Si Iceta
quiere ser presidente del Senado, que pida los votos a aquellos con los
que suele manifestarse contra la autodeterminación, o sea, PP, C's,
Vox. Seguro que los tiene.
Así
que, en resumen, hay una pugna, una competencia que es preciso mantener
en un clima de entendimiento. Pero competencia es. Entiendo que cada
cual, ERC y JxC esgrime sus mejores armas. Los dos quieren ser la imagen
de la República. Como cuando Carlos I decía estar de acuerdo con su
primo Francisco I, pues "los dos queremos Milán".
Junqueras quiere la
independencia traída por la ERC bajo su dirección y por ello pide el
voto de todos los electores, no solo de los suyos. Reclama para ERC la
función de partera de la independencia. Y la reclama en solitario,
marcando distancias con la otra fuerza independentista. Esa distancia
quiere ser la de una izquierda históricamente republicana y de
acrisolada trayectoria, frente a una derecha de tradicional peix al cove
y puntos de corrupción. Se añade el oportunismo de que la conversión a
la independencia del catalanismo burgués ha sembrado el desconcierto en
sus filas y debilitado su pujanza electoral.
Puigdemont,
como Carlos I, también quiere el Milán de la independencia, pero no en
nombre de un partido, sino en el de la ciudadanía en su conjunto. Desde
el primer momento se ha configurado como un lider transversal o
"nacional". Los partidos, estructuras obligadas para la acción política,
le han sido siempre incómodos y los ha renovado casi hasta la
refundación.
Igualmente ha creado el suyo, la Crida, pero no como
partido, sino como movimiento, insistiendo en que se trata de aunar
personas y no siglas. Ha animado la creación de estructuras
institucionales, como el Consell de la República, con una justificación
censal que habla al conjunto de la ciudadanía catalana, incluso la
exterior a Catalunya. Y todo ello dependiendo de las aportaciones
voluntarias de la gente y no de las subvenciones públicas.
En
definitiva, el objetivo de Puigdemont es alcanzar la independencia como
resultado de una combinación de acción exterior dirigida por él con el
respaldo del conjunto de la ciudadanía que reconoce en él el presidente
legítimo de la República, hoy en el exilio. .
Hay
otro punto débil en la opción de ERC: si el voto a su candidatura,
produce tres electos, solo uno será catalán, siendo los otros dos un
vasco y un gallego. En la lista de JxC esos tres primeros puestos son de
catalanes independentistas y, al mismo, tiempo, muy representativos de
la transversalidad, puesto que Comín proviene de ERC y Ponsatí de
Primaries.
No es asunto menor, pues plantea a qué finalidad concreta
cada uno pide el voto al electorado. JxC a la finalidad exclusiva de
conseguir la República independiente catalana. ERC a la mism finalidad,
pero no exclusiva, pues se mezcla con una acción enfocada al resto del
Estado con insistencia expresa en un carácter de izquierda que,
obviamente, excluye a la derecha, incluida la catalana.
En
todo caso, dado que las situación no es buena, no conviene empeorarla.
Que cada parte haga su campaña en juego limpio, esto es, campaña en
positivo y no en negativo hacia el otro. Al contrario. El
independentismo ha de llamar a votar al independentismo.
Por volver al título de hoy, "Duelo de titanes" es como se llamó en España la peli de John Sturges, Gunfight in OK Corral.
Los titanes de que aquí se habla son los de la película, pero no los
que se enfrentan entre sí, sino los dos que luchan del mismo lado, Wyatt
Earp y John "Doc" Holliday. Que cada cual elija y vote al suyo, pero
haga campaña por los dos, aunque muestre un legítimo orden de
preferencias.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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