Así empezó el debate en TVE: Albert Rivera tardó quince segundos en acusar a Pedro Sánchez de hablar de un posible indulto a los presos políticos catalanes. Pedro Sánchez tan solo nueve en decir que con el gobierno de Mariano Rajoy se habían producido dos referéndums ilegales (el 9-N y el 1-O) y una proclamación de independencia en el Parlament. Y Pablo Casado once segundos en tildar de golpistas a Puigdemont y Torra. Se abstuvo de comentarios Pablo Iglesias.
Esa foto inicial del debate con que emplearon sus primeros segundos
en su presentación los candidatos y la pregunta que lo abrió del
moderador sobre por qué les tendrían que votar los ciudadanos refleja
perfectamente el por qué de la situación de bloqueo en que se encuentra
la política española y que no saldrá de ella después de las elecciones
del próximo domingo. Gane quien gane.
Aunque el segundo punto del orden del debate era la política
territorial fue todo un eufemismo. Nulas propuestas programáticas, ya
que Casado y Rivera no dejaron salir a Pedro Sánchez del cuadrilátero
catalán.
Se turnaron para hablar, de hecho para descalificarle a él y,
de paso, a los independentistas, por lo que definieron todas las veces
como "el golpe de estado", las fotos de Sánchez con Quim Torra, las
cesiones a los separatistas, la falta de libertad en Vic, la España
arrodillada y las ganas de independizarse de Torra, Rufián y Puigdemont.
Criticaron las conferencias de prensa desde la prisión de Oriol Junqueras y Jordi Sánchez y prometieron a los sufridos españoles enjaular a los independentistas con promesas destinadas a agradar a la España del A por ellos.
Quizás es que ya no hay dos Españas como las entendió Machado sino la
que quiere el 155 permanente en Catalunya y la otra. Ahora falta saber
quién está en cada lado.
El presidente se defendió más bien tirando a mal y casi pidiendo un
tiempo muerto cuando proclamó que él era español, muy español.
Los
líderes del PP y de C's -costaba de distinguirlos en su versión premium y
tanto Aznar como el líder de Vox tendrían poco a enmendar- habrán
conseguido un gran impacto en la España más conservadora viendo a Pedro
Sánchez por momentos entre despistado y desorientado. Habrá que ver los
indecisos como se comportarán a la espera del segundo debate de este martes: el primero tiene un perdedor.
Mientras se realizaba el debate sobre Catalunya, uno de sus líderes soberanistas más emblemáticos, el presidente de Òmnium, Jordi Cuixart,
celebraba su 44 aniversario en la prisión de Soto del Real, en la que
ha pasado recluido, además del centro penitenciario de Lledoners, los
últimos 553 días.
Lo hacía sin un ápice del rencor que han expresado
esta noche, igual que cada minuto de cada hora, cada hora de cada día,
cada día de cada mes y cada mes de cada año, Casado y Rivera ―faltaba el
último del tridente, Santiago Abascal―, con estas palabras: "Hoy haré
44 años y me haría mucha ilusión poder estar juntos, sobre todo con mi
compañera y los chicos.
Pero mi lugar está en la prisión, denunciando la
injusticia. Ninguna tristeza: querámonos, a seguir luchando. El derecho
al voto se conquista votando".
A mí, Cuixart me representa; los del debate, no.
Una auténtica vergüenza
El denominado debate decisivo entre los candidatos a
la presidencia del gobierno español en el Grupo Planeta fue un
auténtico fraude y una vergüenza. Un fraude porque no se puede denominar
de otra manera el guirigay en que convirtieron el plató televisivo en
medio de insultos, descalificaciones, mentiras e intercambio de libros.
Y
una vergüenza porque ninguno de los tres candidatos con teóricas
opciones de llegar a la Moncloa -Pablo Iglesias juega otra liga, la de la supervivencia- se graduó para lograr el voto de los electores. Pedro Sánchez, Pablo Casado y Albert Rivera protagonizaron uno de los debates más mediocres y de escaso nivel de la democracia española.
Pedro Sánchez, perdedor del primer debate del lunes en TVE, llegó al
plató con la lección aparentemente bien aprendida. Si 24 horas antes
había parecido por momentos una esfinge ajena al debate, en esta ocasión
interrumpió tanto como supo, para desesperación de los moderadores,
como hacen siempre Casado y Rivera, y compitió con las peores armas de
los candidatos de la derecha.
El líder de Ciudadanos no fue igual de
efectivo que en el debate inicial y se pasó de frenada televisiva en
muchos momentos. Como cuando le entregó al presidente del Gobierno su
tesis doctoral, "un libro que usted no ha leído" y
Sánchez le devolvió el golpe con otro que también llevaba de Santiago
Abascal, escrito por Fernando Sánchez Dragó. Todo demasiado cutre para
dos personas que aspiran a gobernar un país y que solo supieron hacer
espectáculo del barato.
Que Pedro Sánchez salía al segundo debate con varias banderillas
encima lo demostró cuando el orador le dió la palabra para hablar de sus
propuestas de empleo y como aquel que lleva un rejón encima saltó sin
ninguna iniciativa al respecto pero con contundencia: "Desde el
principio del debate quiero decir que no he pactado con los independentistas;
es falso".
Es obvio que le escuece y que las elecciones se están
jugando, en parte, a lomos de los votos que necesitó para llegar a la
Moncloa y de las acusaciones sobre sus acuerdos con los independentistas
que aquí en Catalunya sabemos que no existieron pero que tienen una
enorme venta en el resto de España. De ahí el pánico de Sánchez y la
insistencia de los demás.
Y poca cosa más porque el resto son vaguedades o insultos. Habrá que
ver la audiencia del programa, que dudo que alcance la del de Televisión
Española. Por suerte, en Movistar Fútbol ofrecían el partido que el Barça jugaba en el campo del Alavés y con su trabajada victoria se acercó un poco más a la Liga.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
No hay comentarios:
Publicar un comentario