La comparecencia del comisario Ferran López, mano derecha del major Josep Lluís Trapero y la persona designada por el Estado español para dirigir el cuerpo de los Mossos d'Esquadra durante la aplicación del artículo 155, era una de las más esperadas en el Tribunal Supremo y no ha defraudado. El juicio del procés
se ha ido llevando por delante muchas mentiras y muchas medias
verdades.
Desde unas acusaciones de inexistente rebelión en las que los
altercados que se produjeron aquellas semanas han sido elevados en grado
superlativo para justificar la tropelía que supone la interminable
prisión provisional de los miembros del Govern, la presidenta del
Parlament y los líderes de Òmnium y de la ANC, hasta una
supuesta malversación que no se ha podido probar por más que el
Ministerio Fiscal y la Abogacía del Estado han sido persistentes en los
interrogatorios de las ocho semanas de juicio que llevamos.
Con Ferran López declarando en la sala del Supremo han caído algunas de las declaraciones del coronel Diego Pérez de los Cobos, como
aquella en la que aseguraba que desconocía el operativo de los Mossos
el 1 de octubre (los famosos binomios); otra relacionada con la
coordinación o no de la policía catalana con la Guardia Civil y el
Cuerpo Nacional de Policía y, finalmente, la comunicación permanente
entre los cuerpos de seguridad que se interrumpió bruscamente el día del
referéndum.
La declaración en su día de Pérez de los Cobos fue clave
como coordinador del Estado enviado a Catalunya para ensamblar los tres
cuerpos de seguridad. El comisario López, en una declaración medida y
templada, fue desmontando lo explicado por el coronel de la Guardia
Civil. Estaba informado de todo, si no hubo mayor coordinación fue por
culpa de De los Cobos y la comunicación en el 1-O fue nula ya que no le
devolvió las llamadas ni ninguna instrucción desde primera hora de la
mañana.
Hizo muy bien el abogado Xavier Melero en pedir una careo al tribunal entre De los Cobos y López
aun sabiendo que Marchena no se lo iba a conceder. El juez Marchena
tiene un cronograma inalterable y una perspectiva del juicio que acaba
beneficiando a unos y perjudicando a otros. El careo, igual que el
visionado de vídeos para desmontar las mentiras que se suceden a diario
en la sala, forma parte de aquello que no autoriza con el peregrino
argumento que "todo esto se hará más tarde".
Lo que sucede es que en el
mundo de la comunicación on line y de la inmediatez postergar
un careo al final del juicio es dar una enorme ventaja mediática a quien
no quiere hacerlo. Es ahora cuando está caliente el tema y cuando
debería establecerse la verdad y esa solo puede salir de un careo entre
ambos.
Pedirlo no solo es un legítimo derecho de defensa sino que acaba
siendo imprescindible para esclarecer la verdad. Porque de eso se trata,
¿no?
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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