Siempre se ha dicho que los buenos
resultados electorales no eximen de responsabilidades penales. Una de
las últimas veces, cuando el dueto Camps/Barberá apelaba a obtener
mayorías absolutas para contrarrestar su horizonte penal. Muy justo.
¿Por qué ahora, sin embargo, el asunto chirría tanto y nadie se atreve a
insinuar que haya un intento de evadir lo jurídico por lo político?
Porque son presos políticos, presos de conciencia, personas inocentes
que no tratan de evitar responsabilidades penales escudándose en
mayorías electorales, sino que se les exigen responsabilidades por haber
obtenido esas mayorías.
Las elecciones han dado un vuelco a la imagen de estos tiempos.
Los jueces ya no tienen ante ellos unos presos ordinarios y es
imposible seguir negándose a llamarlos presos políticos cuando varios
son diputados y uno, en concreto, el líder más votado en Catalunya. No
obstante, sigue sin ser suficiente para explicar el cambio. También Ruiz
Mateos fue eurodiputado y era un delincuente que seguramente se
presentaría como preso político.
El cambio de imagen se ha completado con la fabulosa declaración de Lluís Llach.
Su contenido, sobrio y descriptivo deja vacío el de este juicio, como
un traje de polichinela tirado sobre una silla. Ni atisbo de violencia,
ni sedición, ni rebelión, ni odio, ni el resto de patrañas que la larga
serie de uniformados de cuerpo y espíritu venía fabulando con intención
de pasar como hechos puras mentiras e infundios.
Con
la declaración de Llach desaparece toda base material y racional de
este proceso. Pero su contenido fue mucho más allá. Fue la afirmación
del comienzo, que, dicha en tono suave, sonó como un trueno: "con la
venia, señor presidente, quiero expresar que, como ciudadano,
homosexual, independentista y aspirante a ciudadano del mundo, estoy en
desacuerdo con que me haga preguntas Vox".
De inmediato fulminante intervención del presidente Marchena.
No obstante, el cuidado de este en la respuesta manifiesta su intuición
de estar pisando terreno muy resbaladizo. Substituyan ustedes
"homosexual" por "judío" y "VOX" por el "NSAPD" y veremos el fondo de
este proceso gracias al valor de Lluís Llach.
Una
palabra sobre el lenguaje no verbal de Llach. Una manifestación educada
pero patente de resistencia pacífica, a pesar del hartazgo, del hastío
que produce verse obligado a actuar en una situación tan falsa como
injusta e inhumana. haciendo como si no lo supiera. Cuando lo sabe, y
sabe que los jueces saben. Y los jueces saben que él sabe que ellos
saben.
Todo
en orden. Como si pedir 25 años de prisión para una persona por
defender sus ideas de forma pacífica fuera normal en una sociedad
civilizada.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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