Equivocarse no es la palabra. Es un
eufemismo. Sabían lo que hacían. Enmerdar. Les ha salido el tiro por la
culata y han quedado finolis y con un plan hecho trizas. El plan de
provocar la violencia para hacer un escarmiento.
Las
acusaciones públicas (la privada está en Babia) ruegan ahora porque el
tribunal dé por inexistente la violencia que se han inventado y llevan
un mes tratando de demostrar infructuosamente.
Porque, si se da la
violencia por probada, después de la declaración de Trapero, las
responsables serían las autoridades españolas. Habría que buscar a los
rebeldes entre jueces y fiscales. El proceso reventado.
Salvo si preguntan a El País, para quien La confesión de Trapero apuntilla a Puigdemont.
Aparte del infantil deseo de que, por favor, alguien acabe de una vez
con esta pesadilla de la República, el Consell, Puigdemont y demás entes
malignos, el titular haría las delicias de cualquier de-constructor:
tono ominoso, ya encabezado por el término "confesión", con una carga
moral absolutamente ajena a una "declaración" o "deposición", que es lo
que ha habido. No una acusación que pruebe nada de Puigdemont.
La
absoluta españolidad del enunciado, propio de la raza que considera las
corridas de toros un "bien cultural" o "espiritual", vaya usted a saber,
aparece en el verbo "apuntillar". Imagínense, el subconsciente del
personal: primero han toreado y luego apuntillado a Puigdemont. Qué más
quisieran ellos.
Para
la brigada Arriba España la explosión del proceso por obvia
inexistencia de causa constituye una prueba de que Puigdemont está
acabado y, con él, se entiende, ese delirio de la independencia de
Catalunya. ¿Cómo llega el famoso rotativo, ejemplo que fue un día de
mentes preclaras, a justificar el monumental ridículo de este proceso?
Lo de "monumental ridículo" es un understatement. Farsa burlesca, teatro del absurdo, astracanada sin paliativos. Y seguiremos quedándonos cortos. Veamos:
1) ante la inexistencia patente de otra violencia real que la de los cuerpos y fuerzas etc,
2) se pasa a "violencia programada" o "potencial" a cargo de los 17.000 Mossos armados.
3) Armados y a las órdenes de los secesionistas, según declaraciones anteriores de españoles.
4) Trapero, sin embargo, advirtió al Govern de que los Mossos harían cumplir la ley española.
5) Los Mossos no estaban a las órdenes políticas del Govern.
6) Tenían un plan de detener al Govern en pleno si la fiscalía o un juez así lo ordenaban.
7) Esas órdenes no se dieron.
8) Trapero cumplió con su deber de obediencia a la legalidad española.
9) Y Puigdemont también cuando contestó a las advertencias de Trapero "cumpla con su deber".
10) Al decir que ambas partes se equivocaron con los Mossos, Trapero no es justo con Puigdemont.
El
conflicto es político. El político asume su responsabilidad y ordena al
funcionario que cumpla con su deber. ¿En dónde está la falta? ¿En
dónde el reproche? Obviamente, en el hecho de que quienes estaban
obligados a emitir las órdenes por cuyo supuesto incumplimiento acusan
ahora a doce personas, no las emitieron.
Así que, menos mal que no hubo violencia alguna.
Ahora
toca terminar cuanto antes, absolver con todos los pronunciamientos
favorables y rogar a Sant Ramon de Penyafort que los de Vox no se
querellen contra la fiscalía y un puñado de jueces por no haber
defendido la legalidad de la Patria española.
Pongan nombre a esto.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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