Habrá que tirar de ironía, como hacía La Trinca en su famosa canción La dansa del sabre, que versa sobre el golpe de Estado del 23-F de 1981,
el papel del rey Juan Carlos y la Guardia Civil, para poder repetir
aquella estrofa en que el monarca, dirigiéndose a Jordi Pujol, entonces
president de la Generalitat, le dice: "Tranquil, Jordi, tranquil, que és la Guàrdia Civil, tu tranquil, ai, mama, por!".
Porque este martes han pasado diversos agentes de la Guardia Civil por el juicio del procés que
se celebra en el Tribunal Supremo en calidad de testigos y, en muchos
momentos, todo ha tenido un aire berlanguesco por su nivel de
extravagancia y surrealismo.
Desde un agente del instituto armado que, imbuido de un súbito flash
de memoria sobrevenida, recordaba en el Tribunal haber visto en aquel
20-S durante la manifestación ante la conselleria de Economia a la
presidenta del Parlament, Carme Forcadell, arengando a
las masas hasta otro agente que aquel día había visto en los
manifestantes "caras de mucha rabia, no era una cara normal".
Todo ello,
superado sin duda por el jefe del dispositivo policial preparado para
la detención de Lluís Salvadó, que, hablando de cuanto habían durado las
investigaciones y las diligencias practicadas previamente no encontró
mejor respuesta para salir del atolladero que decir: "el tiempo es
relativo".
Fue un día que dio una cierta idea de cómo serán las declaraciones de
los agentes de la Guardia Civil: trazo grueso y exageraciones.
Aparentemente, eso sí, con la lección muy aprendida, repitiendo el miedo
que pasaron, los rostros de odio de los manifestantes, el tumulto, la
ausencia de cargas policiales y, sobre todo, el olvido. El permanente
olvido de muchos de los detalles que sucedieron y que son claves para
desmontar algunas de sus declaraciones.
Como cuando un agente declaraba
bajo juramento de decir la verdad que no había habido un cordón de los Mossos d'Esquadra el 20-S
ante la conselleria de Exteriors y no se permitía a las defensas
exhibir un vídeo de aquella jornada en que se podía observar que
errónea era la declaración del agente.
A medida que pasan los días de la vista, y este martes se ha iniciado
la sexta semana, se hace evidente el enorme perjuicio que causa a la
defensa la decisión impuesta desde el primer día por el juez Marchena
de que los documentos y los vídeos en las testificales se verán en
sesiones diferentes.
No es una decisión neutra y el paso de los días
agranda esta percepción ya que los testigos pueden declarar lo que
quieran sin ningún contrapeso instantáneo que pueda romper el relato con
el consiguiente perjuicio para los acusados.
Los menos informados o los
interesados, que son dos colectivos muy numerosos, se quedan con lo
declarado y eso es lo que acaba saliendo, a la postre, en numerosos
diarios, radios y televisiones.
Las defensas hacen bien en quejarse
aunque Marchena repita siempre que esa es una decisión firme de la sala y
que pueden estar tranquilos porque ya habrá una sesión destinada al
efecto. Estos detalles son mucho más importantes de lo que parecen. El
diablo está en los detalles, reza un refrán anglosajón. Pues eso.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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