lunes, 18 de marzo de 2019

Ancianos maltratados y niños destrozados / José Juan Cano Vera *

Lloran de pena las violetas y los violetos, las gaviotas y los gaviotos, los capullos de rosas y los ciudadanos desesperados a los largo de un camino que ya no es verde esperanza sino un desierto de arena. España, la estrella llegada del cielo ha perdido el reloj que han quemado las mejores horas de nuestras vidas. 

España ha dejado de ser un bolero y suenan tambores lejanos, la linda aventura que se fue y la dicha que sentíamos es humo, farfolla. Ni siquiera se besan en la boca los novios, esos novios ahora apenas mentados. 

Este país ha dejado de ser una nación alegre y hasta una fiesta, se han quemado hasta las gardenias y ya no existe ni los viajes de bodas, las lunas de miel, ni respeto. Me  quedo mudo escuchando relatos de miedo. Hoy he almorzado con personas que saben los entresijos fantasmagóricos y las cantidades multimillonarias de organizaciones internacionales que han hecho del sexo la actividad más brutal abusando de los niños. 

Más que un drama, más que una tragedia, más que un infierno que arrancando de la pornografía infantil termina en una orgia desenfrenada que nadie o muy pocos Estados persiguen con la máxima dureza. Y no es solo este escenario, hay otros, como el de los niños que le ponen en las manos un fusil. Matan lanzados al combate por el tobogán que es  un río de sangre.

Pero hay otro  colectivo humano que en España ha perdido su legendario valor humano en las familias destruidas. Me refiero a los ancianos, pensionistas y jubilados. Casi veinte millones de mujeres y hombres, unos ciento veinte mil que en la Región de Murcia deambulan entre la soledad y el hastío. 

Ni los gobiernos, ni los partidos y cada día menos los familiares directos le lanzan un cabo para dejar salir de la soledad permanente y ese frío escalofriante e inhumano de una sociedad que vive de espaldas a una cruel realidad, sus mayores se mueren lentamente o son explotados en residencias inmundas e insuficientes.

Las autoridades y sus portavoces nos predican con falsas noticias, como que tenemos unas 2.764 residencias, concertadas, privadas o algunas pocas de la Comunidad Autónoma, pero se guardan el peor dato, que muy pocos jubilados tienen medios económicos suficientes para vivir como un ser humano en la cola del cometa brillante de la dignidad que le restan. Hasta 2.200 euros cuesta una plaza en residencias murcianas de un nivel decente. 

Hay otras inmundas como los antiguos depósitos de restos humanos, los tristemente célebres asilos, que hasta arden o son maltratados porque probablemente no haya presupuesto o se destinen a sufragar los elevados costos de las organizaciones feministas  ultras que pelean en las campañas electorales, aquí al lado, pero no en lejanas naciones donde las mujeres viven como bestias bajo la batuta de tiranos coronados o muyajaidies genocidas que presiden falsas repúblicas. 

Nada de un orden de  prioridades, solo acuden a ellos, a estos ancianos llamados viejos, cuando hay que ir a las urnas enmierdadas por la codicia y el ansia de poder. Juegan  con ellos y cuando tienen suerte, ellos, los destierran. El abuelo, estorba, se ponen enfermos y es una pesada carga en estos tiempos de crisis, la peor de todas, la falta de humanidad y amor. Me doy de bofetadas porque este gallo vive en un gallinero sano y me remuerde la conciencia, algo que va desapareciendo golpe a golpe.

Está claro que los niños no votan, y los mayores cada vez menos, asqueados de la política barriobajera.


(*) Periodista



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