Todos los partidos afinan sus estrategias electorales a 70 días de
la cita electoral que, este año tiene sus peculiaridades. Los ejes de
campaña de los cinco partidos nacionales con posibilidades están
bastante claros.
VOX y los entornos de Podemos (que son varios)
mantienen posiciones claras en cada extremo del arco. VOX capta el
descontento de la derecha, eso que llaman derecha sin complejos, además
de algunos colectivos definidos que van de antiinmigrantes a
antifeministas o defensores de la caza.
Y Podemos y sus equivalentes
tratan de movilizar la izquierda más allá del PSOE (del viejo PCE a los
anticapitalistas) además de ecologistas de variado espectro, animalistas
y otras minorías motivadas. Estas dos opciones pueden tener una
clientela relativamente estable y previsible, la que tiene decidido su
voto a estas alturas.
No es ese el caso de los otros tres grandes partidos, probablemente
los que quedarán en primer, segundo y tercer lugar por número global
votos y escaños. Sus clientelas con más volátiles y a estas alturas no
pocos de sus votantes potenciales dudan, y no decidirán hasta la última
hora, tras sopesar pros y contras o dejarse llevar por la pulsión
emocional del último momento. Esto es lo que complica las estimaciones
de la demoscopia.
Los socialistas de Sánchez han perdido el miedo a las fugas de voto
hacia la izquierda; creen que algunos de esos votantes volverán y,
además, estiman que el apoyo de Podemos es imprescindible para gobernar.
Tratarán de evitar el gobierno de coalición si llegan a sumar lo
suficiente, pero lo aceptarán si no hay alternativa.
Para mejorar sus
expectativas los socialistas tienen que movilizar el voto que se quedó
en casa las últimas elecciones, para lo cual deben movilizar las
conciencias de esos electores perdidos o desmotivados.
Uno de los ejes
de motivación será el miedo a la derecha, la amenazada de reversión de
políticas sociales. Sánchez evita la crítica a los nacionalistas
catalanes y vascos porque estima que necesitará sus votos; y al mismo
tiempo mantiene las relaciones con Podemos a los que ya no ve como
adversarios o alternativa, sino como complemento necesario.
A los
socialistas ya no les preocupa que los podemitas les desborden, más bien
les inquieta su desplome, que no sumen lo suficiente. Para ganar votos
Sánchez vuelve la vista al centro, a los votantes socialistas que se
pasaron a Ciudadanos o a la abstención. Vista a la derecha, a la
moderación, a la seguridad y la calma.
El caso de Ciudadanos es parecido, han decidido que su eje de campaña
será la unidad de España y la regeneración democrática. Se dirigen más a
los votantes del PP que siguen dudosos, que a los socialistas tibios o
desengañados.
También miran a su derecha, con el objetivo de alcanzar al
Partido Popular que hoy teme más desangrase por su derecha que por la
izquierda (centro). En Ciudadanos calculan que tienen poco que ganar en
el socialismo templado; que su objetivo es restar al PP para superarlos.
Y las últimas encuestas apuntan que es un objetivo posible, razonable.
El PP es el partido más acosado por todos los flancos, especialmente
desde su derecha; miles, quizá millones de votantes tradicionales que
parecían cautivos de esas siglas se sienten ahora llamados e
ilusionados, y cómodos con VOX.
Ese es el temor de Pablo Casado y su
equipo: la sangría por la derecha con muchos votos perdidos en dos
docenas de provincias donde los votos que les reste VOX serán votos
perdidos. De manera que Casado tiene que mirar a la derecha, como sus
adversarios que compiten por espacios secantes.
Los tres partidos con posibilidades de colocar presidente miran a su
derecha para ganar ese millón (o dos) de votos indecisos, de última
hora, que serán decisivos para componer la coalición de gobierno. Ahora
la clave más que en el centro está a la derecha.
(*) Periodista y politólogo
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