El último barómetro semestral del Ayuntamiento de Barcelona no puede
ser más claro: la capital catalana está peor que cuando la recibió Ada Colau de Xavier Trias en 2015. El 60% de los barceloneses
cree que la situación en la ciudad ha empeorado el último año, más del
40% creen que la gestión es mala o muy mala (el porcentaje más alto
desde 2015), la valoración positiva o muy positiva cae doce puntos
respecto al barómetro de junio y solo llega al 43,4%.
Además, la inseguridad ha
escalado hasta la primera posición entre las preocupaciones para el
21%, cuando hace un semestre era la sexta preocupación. Hemos de
remontarnos al 2006 bajo el mandato del alcalde socialista Jordi Hereu
para encontrar un 22% de barceloneses preocupados por la inseguridad
ciudadana.
Eso por no hablar de que Colau recibió una Barcelona con las arcas
saneadas y no parece ser esta la situación actual. O que los principales
agentes económicos de la ciudad son muy críticos con su gestión y con
la pérdida de impulso económico. Este balance negativo hace que las elecciones municipales de mayo sean mucho más abiertas de lo que a mitad del mandato podía parecer.
Colau deberá disputar la primera posición al menos con ERC y quizás
con Ciudadanos, aunque la candidatura de Manuel Valls pierde fuelle en
las encuestas. Esquerra, con Ernest Maragall como alcaldable, tiene
serias opciones de ganar aunque obviamente no tiene la seguridad en la
victoria que le daría una candidatura conjunta con la formación de
Carles Puigdemont y que ha descartado por activa y por pasiva.
La ley
municipal, a diferencia de otras elecciones, da en la práctica mucha
ventaja al ganador de los comicios, ya que para desbancarlo tiene que
conformarse una mayoría absoluta entre los perdedores. La multiplicidad
de partidos en el consistorio rebaja mucho esta posibilidad, que ahora,
además se puede ver incrementada si Jordi Graupera, como ganador de las
primarias de la ANC, obtiene representación.
En este puzle electoral falta por encajar a la formación que lidera
Puigdemont y que probablemente concurrirá a los comicios bajo las siglas
Junts per Barcelona. Hace ya tiempo que el conseller Quim Forn,
en prisión provisional en Lledoners, autorizó a que su nombre se
incluyera entre las opciones posibles. Nadie duda de que, si estuviera
en libertad, aspirar a la alcaldía sería la máxima ambición de Forn, que
siempre ha sido el sustituto natural de Xavier Trias, con quien fue
primer teniente de alcalde.
La actual situación de prisión le impediría hacer campaña e incluso
tomar posesión si ganara las elecciones. De ahí la necesidad de que haya
un número dos que sea, de hecho, un número uno. En todas las ecuaciones
aparece siempre como la opción favorita la de la consellera Elsa Artadi.
Ella es consciente de esta situación desde la vuelta del verano y el
círculo desde entonces no ha hecho más que cerrarse. El ticket
Forn-Artadi daría a la candidatura municipal un oxígeno del que hoy
carecen en todas las encuestas. Barcelona aparece así como un objetivo
al alcance de muchos, algo insólito en la capital catalana.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
No hay comentarios:
Publicar un comentario