domingo, 13 de enero de 2019

La inmoralidad de la derecha española / Rosa Mª Artal *

Vox no "ha colado" nada al PP bajo una apariencia u otra, como nos cuentan en las lavadoras mediáticas. Era una maniobra bien visible por chapucera. Las proclamas y autoexculpaciones de la otra pata del acuerdo, Ciudadanos, producen vergüenza ajena. Formar parte de un gobierno con apoyo de la ultraderecha y pretender desvincularse de ese hecho no lo tragarían los niños de primaria. Personas adultas, sí. Y ese es uno de los problemas.
La raíz se encuentra en la inmoralidad de la derecha española, sus dirigentes en particular, puesta una vez más de manifiesto. No será de todos sus miembros, por supuesto, pero es uno de sus signos de identidad. Y lo más grave: va en aumento. Estamos oyendo y viendo cosas en las negociaciones del gobierno andaluz que espantarían hasta al Roy Batty de Blade Runner. No dejan de ser los herederos de los señoritos que retrataron magistralmente Delibes y Camus en Los Santos Inocentes, aunque ahora juegan a un cierto despiste para seguir burlándose de las víctimas. La falta de escrúpulos que está mostrando está derecha ha alcanzado cotas insospechadas, incluso para su estirpe.
Según el manual de la manipulación de masas, Vox presenta un delirante catálogo de propuestas, que luego "modera" la habilidad de Pablo Casado, mientras Rivera hace mohines. En la práctica, Andalucía va a tener un gobierno de ultraderecha. Con una política fiscal que favorece a las rentas altas. Entregando la sanidad y la educación a la iniciativa privada, conservadora, hasta con segregación de sexos pagada con dinero público. Toreros y cazadores a proteger porque los ven muy necesitados, mientras se abandona y combate a las mujeres, los homosexuales  y los emigrantes. El resumen de Ignacio Escolar describe la letra pequeña del acuerdo.
Que nadie se equivoque: las mujeres siguen siendo objetivo de la barbarie ultraderechista, aunque lo enmascaren someramente. Les sale del alma. Y los emigrantes pobres tanto o más. El pacto innoble del gobierno andaluz provocará que no vayan al médico, contempla hasta delaciones, les sitúa ante la espada y la pared. ¿Qué honestidad y valores se atreven a invocar los firmantes y apoyos ciudadanos de este acuerdo?   A la inhumanidad del hecho se añade la torpeza que representa extender las dolencias al conjunto de la población
El sonrojante espectáculo nos trae a los críticos del PP recogiendo velas y felicitando a los ganadores de las sillas de poder andaluzas. A un homosexual casado, Javier Maroto, feliz de ese gobierno que se apoya en quienes se oponen a lo que él mismo representa. Las mujeres del PP tragando machismo, salvo Ana Pastor, la presidenta del Congreso. Ciudadanos presumiendo del logro, mientras quiere hace como que discute con las posiciones más extremas de su bloque. Sí, sí, el gobierno andaluz va a ser "centrista y reformista y sin concesiones ni acuerdos con Vox", como  dice uno de sus primo europeos y retuitea Albert Rivera.  Y a ver si cuela lanzando fango propio desde la máquina de acusar. Cuánta indecencia estamos viendo.
¿Y las personas que les apoyan?  Altas dosis de corrupción, robo sin eufemismos, daño a los más débiles, crueldad, injusticia, se pasan por alto en aras de una falsa moralidad y buenas costumbres. Qué elipsis hacen los católicos de la pederastia y ocultación que impregna esta institución. Cuánta hipocresía, cuánta complicidad.  
La lavadora a toda potencia limpia estos atropellos, mientras tizna con el desagüe a la competencia. Qué miserable impudicia en los textos, programas y voces que emiten odio y mentira desde los medios. La realidad es que esta derecha es, insisto, la peor desde la dictadura, recogiendo el eficaz trabajo de sus mentores Aznar y Rajoy. Los hechos lo demuestran, los hechos.

Parón en la economía

Vienen tiempos de recesión económica de nuevo. No paran de avisar.  El capitalismo feroz tiene estas salidas cuando no resuelve sus disfunciones (en el eufemístico caso de que quieran hacerlo). De momento, este jueves se anunciaron más de 4.000 despidos en grandes empresas como Vodafone, Caixabank, Alcoa o Ford. A medios de comunicación –no diré información- como La Razón, llegan bajas y recortes. El Mundo va a optimizar no sé qué. 
  En estos casos el ciudadano desinformado, timorato y proclive al pensamiento conservador, se agarra a la derecha. A difundir bulos contra la izquierda, desconociendo al parecer lo que la derecha trifásica, el trifachito (define Gerardo Tecé), prepara en pensiones, por ejemplo. Un casi irse a silbar a la vía. O a alentar que Murcia, con sus carencias y desajustes, elija como prioridad tener la bandera más grande de España. Marcha atrás sin frenos. Al punto equivocado.

El lejano mundo de hace poco

En casa solemos comenzar el año viendo una película que abra horizontes. Amélie, estrenada en 2001, en esta ocasión. Se podía palpar la lejanía, en solo 18 años, de un tiempo de fotomatones y cabinas de teléfono que tejen historias personales. De gnomos viajeros para alentar a la vida. Los vecinos que pintan eternamente un cuadro que mejore los trazos de la realidad. Las vecinas que esperan una carta y llega. De fijarse en el moscón capaz de batir las alas 14.000 veces por minuto. De sentir gusto al oír cómo revientan las burbujas de un plástico de embalaje.
De disgustarse al oír la frase "bendito sea el fruto de tu vientre". Y máxime cuando ya ha desaparecido hasta el vientre de la frase de la criada subrogada. Y “prestigiosas revistas francesas”  cuentan que la actriz  Marion Cotillard se pone bolsas de hielo en la entrepierna para bajar la temperatura de esos genitales de mujer en los que anidan todos los males. 

¿No era esto, verdad?

Cualquier tiempo pasado no fue mejor, ni debería serlo, pero éste nos ha embarcado en una vida frívola, materialista y deshumanizada, en mermas y desfachatez.  La nostalgia solo cabe para  lo no vivido en cada momento presente. Esta infame derecha española se reinventa recrudeciendo sus lacras, mientras una parte sustancial de la sociedad no sabe salir del estandarte, el cepillo bendecido para meter la mano y la conciencia clausurada.


(*) Periodista


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