lunes, 14 de enero de 2019

Aznar y el corazón partío del PP / Ruth Toledano *

Lo advertimos hace unos meses, en cuanto  Aznar asomó de nuevo el bigotito (es de los que sigue llevando bigotito aunque se lo haya afeitado). Lo dijimos: ha venido a hacer un gran bloque con la derecha fracturada, un nuevo frente nacional español. Ya lo hubo, Frente Nacional con mayúsculas, liderado por el franquista Blas Piñar. 

El francés, el Frente Nacional francés de Marine Le Pen, pasó hace unos meses, para modernizarse, a llamarse Reagrupación Nacional Popular, como otra formación francesa que entre 1941 y 1944 colaboró con el nazismo. En esos términos andamos, aunque ellos vengan con otros.

Quiere Aznar liderar ese frente, que él llama de centro derecha pero incorpora a la extrema derecha. Esos ultras (franquistas, falangistas, neonazis) ya se integraron en su día en Alianza Popular y posteriormente estuvieron, más o menos agazapados, en el Partido Popular. Abandonaron el PP, como hizo Abascal, porque Rajoy y Sáenz de Santamaría les parecieron demasiado centristas para el centro ultra que buscan. 

Van a hacer buenos a Mariano y Soraya, debemos estar atentas para no caer en el blanqueo de ese capital humano (el otro está a buen recaudo en paraísos fiscales y en fondos buitre). Aunque estos del PP le dan a todo para blanquear la camisa nueva, incluyendo, si hace falta, a Maroto y el matrimonio igualitario: aunque el PP interpuso un recurso constitucional contra la ley de Zapatero, ahora Maroto dice que su partido se equivocó discutiendo el término con el que se llamaría al matrimonio, pero que esa unión, lo que es matrimonio, la llevaba en el programa Aznar. Así están en Vox y repicando.

El caso es que, hace unos meses,  Aznar apareció de pronto y, hace unas semanas, de pronto desapareció. Hizo chas y apareció a tu lado, igual que ha hecho chas y ya no se le ve. En su lugar, ha dejado a la FAES, los Aznar Boys, los trifachitos: Casado, Abascal y Rivera. Cada uno en su lugar, como piezas bien colocadas en el tablero de la fachez aznarista. Se ha quitado un rato de en medio para que ellos se apañen, presuntamente solos, con las redes, las urnas, los acuerdos y las fotos de las investiduras. Pero pronto volverá. 

De hecho, puede que sea la próxima semana, cuando se celebre la Convención Nacional del PP. Dicen que Casado lo está organizando todo para que en el acto esté Aznar, pero yo diría que va a ser bastante más que estar: veo a Aznar apareciendo en medio de una cerrada ovación, levantando los brazos como si estuviera de nuevo en los balcones de Génova, sonriendo con los labios apretados, clavando en las gradas su mirada tejana para decir a los de su partido, tranquilos, sigo aquí, en realidad nunca me fui y vengo ahora para que podamos volver a ser el frente que nunca debimos dejar de ser. 

Quizás no sea así, quizás simplemente Aznar esté sentado en la primera fila de butacas de la reconquista, fingiendo un segundo plano, apretando las mandíbulas mientras clava, duro, condescendiente, la mirada del pater familias en el cachorro que simula sucederle. Pero será protagonista.

Solo él, Aznar, cree, podrá pegar el corazón roto del PP, del que hacia el lado de Vox salieron volando los pedazos de la ultraderecha y hacia el lado de Ciudadanos los pedazos del presunto centro. Solo él, cree, puede volver a hacer PP al PP. Solo él podrá, cree, no ya recomponer sino reconquistar el corazón partío del partido. Sin complejos ni complejines. Sin marianismos ni sorayismos. 

Casado le está haciendo el juego sucio, el cutre power point, el más difícil todavía, la salpicadura, el churretón, la Díaz Ayuso y el Martínez Almeida. Y cuando Casado esté amortizado, cuando ya no pueda seguir ahí porque en el estrado no puedes estar con la camisa llena de lamparones, cuando Vox ya resulte demasiado y Ciudadanos demasiado poco, Aznar ya habrá forjado ese nuevo frente nacional que los tendrá de nuevo aglutinados. 

No sobrevivirán los unos sin los otros, se necesitan para ser. Porque son tres en uno, como el lubricante aquel con el que se hacía el mejor bricolaje. La santísima trinidad. El trifachito. Aún no lo pueden reconocer, pero volverán a ser el mismo.



(*) Columnista



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