“Apocalípticos
e integrados en la sociedad de masas” es el libro que
publicó Umberto Eco en 1.964, y que ahora está más vigente
que nunca debido a la desintegración social provocada por la crisis
económica. Para los apocalípticos esta
cultura de masas y sus medios de difusión destruyen las
características de cada grupo étnico,
el público no expresa sus preferencias, y por consiguiente se
mantienen conformes a lo que les ofrecen.
Por
otro lado, los integrados tienen una visión más optimista
ante esta situación y nos hablan de una cultura de masas en donde
los ciudadanos participan y se les toma en cuenta. ¡Pura ingenuidad!
La
cultura de masas es producida por personas que cuentan con mayor
poder económico para la obtención de beneficios, y lo único que
desean lograr es la creación de un mercado en el que logre conseguir
inversores que le generen ganancias, es por eso que sólo crea
contenidos simples, entretenidos y ramplones.
Pero
la mayoría de las personas
no estamos en ninguno de los dos extremos. Ni en el
caso del loco que predica el fin del mundo en Hide Park, ni en
el caso del que está totalmente alienado por el opio de la sociedad
de consumo que tanto criticó Herbert Marcuse en “El hombre
unidimensional” (1.964) que fue el libro más
subversivo del siglo XX.
Marcuse
argumenta que la sociedad industrial avanzada crea falsas
necesidades, las cuales integrarían al individuo en el existente
sistema de producción y consumo, focalizado a través de los medios
de comunicación masiva, la publicidad y el sistema industrial.
Este
sistema daría lugar, según el autor, a un universo unidimensional,
con sujetos con "encefalograma plano", donde no existe la
posibilidad de una crítica social ni de oposición a lo establecido.
Para
Marcuse, la modernidad supone que el consumismo contribuye a una
mercantilización de la cultura y a una tecnificación cosificadora
de la conciencia. El control funcionaría, de esta forma, como
una articulación de asimilación, presión y seducción:
"El
individuo unidimensional se caracteriza por su delirio persecutivo y
su paranoia interiorizada por medio de los sistemas de
comunicación masivos. Carece de una dimensión capaz de exigir y de
gozar cualquier progreso de su espíritu. Para él, la autonomía
y la espontaneidad no tienen sentido en su mundo prefabricado de
prejuicios y de opiniones preconcebidas".
La
solución, según el autor, es "despertar y organizar la
solidaridad en tanto que necesidad biológica, para mantenerse unidos
contra la brutalidad y la explotación humanas".
Por
su parte, las mitologías clásicas dicen que existieron otras
humanidades, que fueron destruidas por sus pecados, y que la
nuestra, la quinta humanidad, lleva el mismo camino, pero yo prefiero
no hablar de “castigo divino” sino de un proceso de selección
de las personas más evolucionadas para fundar nuevas civilizaciones.
(*) Periodista
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