Pedro Sánchez se hizo la foto que quería con Quim Torra. El Govern
(el vicepresident Aragonès y la consellera Elsa Artadi) se hizo la foto
que quería con el gobierno español (la vicepresidenta Carmen Calvo y la
ministra Meritxell Batet).
Hubo un comunicado conjunto de los dos gobiernos,
algo insólito en una reunión, minicumbre o como se la quiera llamar, en
el que se reconoce la existencia de un conflicto político sobre el
futuro de Catalunya, se apuesta por el diálogo efectivo entre ambos
gobiernos y se emplazan a vehicular una propuesta política que cuente
con un amplio apoyo de la sociedad catalana.
También se añade que deberá
producirse en el marco de la seguridad jurídica. Las dos partes podrán
explicarlo como quieran, eso es la política al fin y al cabo, pero el
ruido que anoche se oía en Madrid deja mejores cartas al gobierno
catalán que al español.
La portavoz del Govern y consellera de Presidència Artadi le ganó por la mano a la ministra Batet:
hizo la primera explicación pública con aplomo, pedagogía y brillantez y
dejó encima de la mesa el primer relato, que es el que vale. Cuando
subió Batet el pescado estaba ya vendido y las noticias ya se habían
publicado.
También el ridículo momento en que un funcionario de Moncloa
coloca una planta con flores rojas entre los dos presidentes para tapar
las dos plantas que había, amarillas ambas, como había dispuesto el
protocolo de la Generalitat. Creer en un acuerdo cuando se baja al
terreno del color de las flores es casi milagroso, pero en fin...
Es cierto que una reunión no resuelve nada y, en consecuencia, como
se ha visto otras veces, las palabras se las lleva el viento. Hechos son
amores y no buenas razones. Pedro Sánchez ya ha
demostrado que es un mago del trilerismo y este jueves ha puesto más
cara de estadista que nunca.
Obviamente, rebajar el clima de protesta de
este viernes por el Consejo de Ministros que se
celebrará en Barcelona y que sacará a miles de personas a la calle
también está en la agenda de muchas cosas que hemos visto este jueves
tanto en el Palacio de Pedralbes como más tarde en la cena empresarial
de Foment del Treball en el Sofía.
Albert Rivera ya ha apuntado nada más finalizar la
tanda de reuniones en el Palacio de Pedralbes que ha habido una imagen
de humillación de España al haberle dado Sánchez a Torra "un tratamiento
como si fuera un jefe de Estado". Tras sus habituales insultos concluye
que es una nueva irresponsabilidad histórica.
Poco tardó Pablo Casado
en utilizar lenguaje y palabras similares: humillación española, no
todo vale para seguir en el poder, exigencia de un nuevo 155... Y,
faltaba Santiago Abascal, el jefe de Vox, que, como se espera de él dio un paso más: "Y Pedro Sánchez en lugar de detener al golpista se reúne con él".
La derechona española va a tope y sin frenos: no quiere que Sánchez
resista. El socialista hace eslalon mirando de ganar tiempo como sea. Y
el independentismo se desliza entre el gobierno y la protesta sin tener
ni una hoja de ruta clara ni un acuerdo sobre los pasos a dar.
También
es verdad que se flagela en exceso y que sucumbe demasiado a menudo al
ruido que llega de Madrid y que no es capaz de apartar, ya que el
aparato mediático español lo inunda todo.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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