La última vez que el ministro del
Interior desplazó fuerza de la Policía Nacional y la Guardia Civil,
fueron diez mil agentes a reprimir una votación. Esta resultó ser una
rebelión, según han deducido águilas judiciales, apoyada ladinamente en
la violencia que aquellos 10.000 se vieron obligados a emplear muy a su
pesar.
Por su hazaña son hoy más conocidos que los de la Anábasis de
Jenofonte, como los piolines,. El feliz nombre ha dado origen a una categoría de las fuerzas de seguridad. Piolín:
dícese del agente de las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado
destinado transitoriamente en Barcelona y acuartelado en algún
imaginativo lugar a la espera de la voz de mando, "¡A por ellos!".
Este
contingente tiene mil efectivos menos y, aun así, es desmesurado para
su función principal, proteger el Consejo de ministros, excepcionalmente
reunido en Barcelona contra todo buen consejo y con un evidente ánimo
de provocación. Resulta ridículo que sean necesarios 9.000 policías para
proteger el Consejo de ministros en su propio país.
En una época en que
no hay dinero, dicen, para las escuelas, esto es un despilfarro
insultante. Tanto más si se hace con un ánimo testicularmente hispánico
respetuoso con la diversidad lingüística del país: "el consejo se
celebra en Barcelona por collons".
Tan absurda es la decisión y el overkilling del
gobierno que se trasmite la sospecha de que los 9.000 no van solo a
proteger a los gobernantes sino a enfrentarse a los anunciados
manifestantes de toda laya y condición que se han dado cita también en
Barcelona el 21 con los más diversos propósitos.
En
principio es esencial que nadie olvide que todos los actos, protestas,
manifestaciones serán pacíficos y que actuar, protestar y manifestarse
son derechos de los ciudadanos/as. Es de esperar que no haya
intervenciones de la fuerza pública y, si las hay, solo por episodios de
violencia y es de esperar también que no sea ella la que los inicie.
Negros
augurios para el día 21, convertido en duelo singular gracias a la
ligereza de un gobierno de sietemachos. A lo largo de estos días, aparte
de las declaraciones incendiarias, habrá tiempo de estudiar la
incompetencia de haber puesto fecha a la ruptura de hostilidades en un
territorio que no se puede controlar.
El 21, el grueso de la acción se
concentrará en Barcelona, pero es muy probable que haya movilizaciones y
actos por toda Catalunya.
Un
Estado que necesita 9.000 policías para proteger a su gobierno no puede
decir que viva en condiciones de normalidad bajo ningún concepto.
Después de siete meses, ya podía haberse dado cuenta.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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