La visita del vicepresident del Govern, Pere Aragonès, a Waterloo, para entrevistarse con el president Carles Puigdemont
y reunirse también con el conseller Toni Comín, supone un importante
paso en el armisticio que las dos formaciones independentistas de
Catalunya empezaron a trabajar hace unas semanas y que tratan de hacer
efectivo para acordar una hoja de ruta compartida en dos fases: desde
ahora a las sentencias que se produzcan en el juicio del 1 de octubre y,
también, una vez se conozca si son condenatorias para los presos
políticos catalanes.
Aragonès, el hombre fuerte de Esquerra en el Govern
y el más leal colaborador del vicepresident Oriol Junqueras,
en prisión provisional en Lledoners y privado de libertad desde hace
378 días, ha viajado por primera vez a Waterloo después de que Junqueras
escribiera una carta personal a Puigdemont y de que emisarios del
partido republicano prepararan el terreno previamente.
El deshielo se ha iniciado sin renuncias de ninguna de las dos
formaciones políticas en cuanto a estrategias electorales, por ejemplo,
un escollo insalvable en estos momentos en que las posiciones están
aparentemente muy enquistadas. El hecho de que la víspera Puigdemont se
hubiera ofrecido a ir de dos en una candidatura europea
encabezada por Junqueras hubiera supuesto en otro momento algo más que
un tropiezo y en esta ocasión ha quedado como un elemento más.
El
encuentro fue, sin embargo, muy provechoso, a la hora de restablecer la
confianza muy maltrecha desde el octubre del año pasado, perimetrar de
manera compartida el papel del Consell per la República
en la internacionalización del conflicto, los necesarios acuerdos entre
los dos partidos en lo que respecta a referéndum, las relaciones con el
gobierno Sánchez, una vez descartado cualquier apoyo a los presupuestos
generales del Estado, y la unilateralidad.
Una relación diferente a la del último año entre los dos partidos
independentistas precisará de bastante más que la reunión de este
miércoles. Tendrá que haber muchas más y entre muchos otros dirigentes
políticos de las dos formaciones. Quizás tan solo se ha parado la enorme
bola de desencuentros, malentendidos y enfados entre JxCat y ERC y que
ha tenido en el Parlament el principal campo de batalla.
Hacerla más
pequeña es la estrategia acordada y evitar que continúe rodando
haciéndose más y más grande, el compromiso. Veremos ahora si el
incipiente papel de acuerdos a adoptar aguanta y se hace duradero o todo
queda en un falso espejismo frente a la lucha por la hegemonía que
siempre acaba de una manera o de otra apareciendo.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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