Las
estrellas del gobierno Sánchez eran Pedro Duque y Josep Borrell, el
hombre que había llegado a la estratosfera y el catalán que proclamaba
sin ambages que se sentía también español. Pero resulta que las
estrellas son Carmen Calvo e Isabel Celaá, que montan un número cada vez
que aparecen en público.
La vicepresidenta sigue superándose, y si como
ministra de Cultura en el gabinete Zapatero dijo que «el dinero público
no es de nadie», cuando es de todos, ahora nos sale con amenazas a la
libertad de expresión, primer paso hacia el totalitarismo, con el
argumento espurio y retorcido de que «algunos países están tomando
decisiones sobre regulación, es decir intervención, abandonando que la
mejor ley en este ámbito es la que no existe», dando a entender que
España es uno de ellos.
Cuando tenemos leyes suficientes para defenderse
de las falsas acusaciones. Lo que ocurre es que no se atreven a usarlas
porque saben que los cargos contra ellos son ciertos. Esta señora no
amenaza sólo a los periodistas, sino a todos los españoles. Mientras, la
portavoz del Gobierno se trabuca en cada intervención, hasta el punto de
que más que comunicar confunde, tanto fonética como conceptualmente,
hasta el punto de que convierte cada rueda de prensa en un monólogo de
Gila, como ocurrió con su explicación de las bombas inteligentes que
distinguían a yemeníes buenos y malos.
Tras meditar sobre el
asunto no he tardado en llegar a la conclusión de que es el resultado de
haber montado un gobierno más de diseño que eficaz. Consecuencia, a su
vez, de que el gurú del presidente, Iván Redondo, más que un analista de
la opinión pública es un vendedor de imagen, un publicitario, y espero
que los publicitarios no se ofendan, pues su profesión es tan digna como
cualquier otra.
Pero llevada a la política tiene muchos riesgos, ya que
vender un gobierno no es vender un objeto. Los objetos están sujetos a
la moda, que varía cada temporada, mientras la política tiene que tener
objetivos de más largo alcance si no quiere quedarse obsoleta. Más,
cuando se ha hecho trampa en los ministerios.
Borrell tenía que haber
ido a las Relaciones con las Autonomías tras su arranque españolista,
pero se le puso en el extremo opuesto, Exteriores, y se buscó a alguien
«con empatía» con los soberanistas para el cargo: Maritxell Batet.
Mientras en Justicia tenía que haberse puesto a Margarita Robles para
que limpiara el ministerio, como hizo como secretaria de Estado bajo
Felipe González, pero la enviaron a Defensa, donde entró como elefante
en una cacharrería.
Y no sigo con el resto del gabinete porque se están
exponiendo ellas y ellos mismos, al no buscarse el bien del país sino
mantener la coalición que metió a Sánchez en La Moncloa lo más posible.
El resultado es que el «Programa 2030» puede que ni siquiera llegue a
2020 desplomado por sus contradicciones internas, sus mentiras, su
ineptitud, que llegan al colmo de presentarse como víctima, cuando lo
hunde su cinismo.
(*) Periodista
https://www.abc.es/opinion/abci-gobierno-diseno-201810010343_noticia.html
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