En Moncloa están encantados con el affaire en
torno a la
ministra de justicia, Lola Delgado, a la que tienen orden de
arropar todo lo
posible, ya que, como dice el refrán, la mancha de mora con otra
verde se
quita.
Así que mientras la canallesca, la prensa, se dedica a
hurgar en las
amistades peligrosas del comisario Villarejo, del exjuez
Baltasar Garzón, en
las reuniones con la presencia de la fiscal, en si había
relaciones
interesadas, todos aparcan lo del plagio del doctorado del
presidente Pedro
Sánchez, que aprovechará su cargo para viajar por medio mundo
como corresponde
a un alto dignatario.
La consigna en Moncloa es que hay que
levantar humo. Mucho humo,
y de diferentes colores. Hay que desviar la atención de los
periodistas, de la
opinión pública, en diferentes escenarios para que se olviden
del doctorado.
Hay que hablar de la conveniencia de agradar a los catalanes
separatistas,
incluso lanzando la especie de que un indulto a los golpistas
podía pactarse. O
que la Constitución debe ser reformada para encajarla con los
nuevos tiempos, y
que las polémicas por lo que pide Podemos sea portada en los
medios. Tienen
claro que nada de lo que prometen es viable. Pero no importa.
Y como están seguros de que los socios que
echaron a Rajoy
de Moncloa no van a arriesgarse a unas elecciones donde PP y
Ciudadanos pueda
lograr mayoría, habrá que aguantar como sea para finalizar la
legislatura.
Cediendo algunas reivindicaciones con Podemos, prometiendo a los
separatistas
que no utilizarán a los jueces, aunque se pasen dos pueblos,
sacando a la momia
de Franco del Valle de los Caídos el verano que viene, y si por
el camino hay
que abrasar a alguna ministra, pues a los leones.
Si Lola Delgado, íntima de Garzón, no
aguanta más y
dimite, pues a por Margarita Robles, que ya está sentenciada
tras la
indiscreción a la prensa sobre las bombas vendidas a Arabia
Saudí, que las
necesita para su guerra con los yemeníes.
(*) Columnista
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