La famosa frase de Eugenio D´Ors («En
Madrid, a las ocho de la tarde, o das una conferencia o te la dan») debe
ser el lema de Diego Conesa, aplicado a sus circunstancias. El hoy
delegado del Gobierno ganó las primarias a la secretaría general de su
partido, el PSOE, anunciando futuras conferencias.
Le
preguntabas: si usted gana ¿qué proyecto defenderá en relación a la
cuestión agua? por ejemplo, y te respondía: «Convocaré una conferencia
en el partido para definir la política al respecto», y así con todo. Su
programa en las primarias era, en realidad, un no programa, pues remitía
las cuestiones más importantes del debate político regional a media
docena de ´conferencias´ a celebrar con posterioridad al resultado de
aquellas elecciones internas.
Tampoco es que sorprendiera mucho su
actitud, pues hasta entonces el PSOE carecía de una política definida,
salvo la de oponerse a lo que propusiera el PP. Si el PP no proponía
algo, el PSOE no tenía algo que decir.
Pero
durante algún tiempo nos preguntábamos: ¿Qué piensa el nuevo líder del
PSOE, si es que piensa algo? Hasta que, sobre todo desde que
inesperadamente se convirtió en delegado del Gobierno, captamos la
naturaleza verdadera de su perfil. Es un político prudente, concienzudo,
pragmático, que pisa sobre seguro.
No
es eléctrico, mediático o zumbón. De modo que el saldo de los cien días
de su gestión presenta un empate entre sus promesas y compromisos y su
cumplimiento. No hay, en este tramo, entrecomillado que afearle. Habla
lo justo, pero lo que dice lo cumple. Antes de anunciar una solución se
ocupa en atarla y bien atarla.
A diferencia de su jefe político, Pedro
Sánchez, que se desdice a cada instante, Conesa no regala titulares ni
se empeña en propósitos arriesgados sobre los que no tiene constancia de
poder resolver. Va despacio, pero va, y en algunos casos con los
objetivos bien encarrilados. Ya vamos viendo que se trata de un político
contenido, que pretende ser coherente aunque esto reduzca sus
posibilidades de lucimiento en la plaza pública.
Alguien
podría advertirle que su estrategia va contra los tiempos, donde prima
el griterío y el egotismo mitinero, pero Conesa es como es, y la
sobreactuación no le pega. Tal vez, aunque sea a contratiempo, el ensayo
de su fórmula acabe compensándolo. No se pliega a la tendencia, pero a
lo mejor se trata de establecer distinciones. Conesa es distinto, tanto
que cumple lo que promete, aunque prometa poco. Promete lo que puede
prometer.
La escandalera. La
sobriedad del delegado del Gobierno provoca escandalera al otro lado.
Conesa ha dejado al PP hablando solo. Y de manera atropellada, sin
calcular que sus reivindicaciones al Gobierno socialista se convierten
implícitamente en autodenuncias por la reciente convergencia PP/PP en
los Gobiernos de España y Murcia, cuando tales demandas debieran haber
sido resueltas, según la lógica que ahora esgrimen.
Conesa ni replica;
deja que se contradigan solos. El Gobierno regional ha empezado a
conjugar el victimismo, una estrategia aburridísima que no transmite,
pues un Gobierno no está para quejarse, sino para gobernar. La queja es
patrimonio de los ciudadanos y de la oposición; otra cosa es el mundo al
revés.
Lo penoso de la
respuesta del Gobierno regional a la ´solución tren híbrido´, por
ejemplo, es que están consiguiendo que una decisión todavía insuficiente
adquiera proporciones de gran gesta. Están haciendo que el Gobierno
socialista se luzca cuando, en realidad, lo del híbrido es un parche.
Pero no lo plantean así. Dicen desde San Esteban: «El PSOE nos ha robado
el Ave, y el híbrido es un sucedáneo», cuando en realidad lo que ha
quedado claro estos días es que el PP nos ha robado el híbrido, si
utilizáramos su misma jerga.
Este
tren, que acorta sustancialmente el tiempo de trayecto a Madrid, no
cuesta un euro más que los convencionales ni ha sido precisa obra alguna
para su puesta en marcha; por el contrario, ha puesto en la agenda de
nuevo la necesidad de concluir el trazado por Camarillas. Sencillamente,
se trata de un tren que se desplaza en línea recta (lo normal, no como
el Ave, que va a Madrid buscando huevos), atraviesa una comarca
desasistida (todavía) de una comunicación que siempre ha tenido, y
convoca a una clientela que no tiene tanta prisa en llegar a destino si
el precio del billete la penaliza.
¿Por
qué no se le ocurrió al Gobierno regional pedir en su día esta solución
a Rajoy? ¿Tal vez porque el parque de los híbridos está destinado a
Galicia, feudo electoral básico del PP y patria chica del registrador de
la propiedad y de quien fuera su ministra de Fomento, Ana Pastor, hoy
presidenta del Congreso a pesar de ser la responsable política del
butrón de la corrupción en las obras del Ave en su trazado hacia Murcia?
Un tren no se fabrica en tres meses; hay que quitarlo de algún sitio
para ponerlo en otro. Núñez Feijóo se habría enfadado mucho si uno de
sus trenes hubiera sido desplazado a Murcia.
El
Gobierno regional, habiendo tenido a mano, ya desde los tiempos de
Valcárcel, una solución tan sencilla, prefirió obviarla para crear una
mayor ansiedad por el Ave en superficie, en principio, y con la
esperanza de que quedara aplazada sine die la reivindicación del
soterramiento, una vez ya el Ave en mano.
Esto hasta la etapa de Íñigo
De la Serna en Fomento, cuando éste comprendió que no se podía luchar
contra un movimiento como el de la Plataforma, que no estaba dispuesto a
aceptar que miles de murcianos sometieran su bienestar a un supuesto
progreso general que los tomaba como víctimas necesarias, pero ni aún
así renunciaron los populares a colocar el Ave en superficie como
señuelo electoral, un ingenio tan sofisticado que contemplaba la
posibilidad de que votaran al PP los propios vecinos de Murcia
perjudicados por su política, lo que muestra el delirio en la
autoconfianza.
Vota Cospedal,
viva el trasvase. En vez de tanta falsa nostalgia por el Ave que no
llegó en agosto (ni en las uvas de los años precedentes, cuando
gobernaban a la par en España y Murcia), el PP debiera aplicarse en
exigir más híbridos mientras se completan las obras del soterramiento.
Pero pedir esto sería tanto como confesar que ellos despreciaron una
alternativa tan simple. Y si, según el senador incontenido, «el híbrido
es una vergüenza», más híbridos sería otras tantas vergüenzas, y esto
aunque logren el objetivo de acortar el viaje a Madrid con un precio
aceptable para todos los bolsillos. Bendita vergüenza.
Lo
mismo con el agua. Qué gran escándalo porque desde el actual ministerio
se vaticine el fin del trasvase, un discurso no distinto al que
practicaba la exministra popular Tejerina, quien llegó a declarar
públicamente que la única agricultura con déficit de este recurso era la
de Castilla y León.
Pero el
PP nos va a convocar a todos los murcianos a que en la próxima primavera
votemos a María Dolores de Cospedal para que nos represente en el
Parlamento Europeo, precisamente la política que tomó una iniciativa
real, no de boquilla, para suprimir definitivamente el Tajo-Segura a
través de una ley orgánica, el Estatuto reformado de Castilla-La Mancha.
¡Y critican al actual equipo socialista por declaraciones de
intenciones respecto a la continuidad de los trasvases!
¿No sería más
práctico, atendiendo a los intereses generales, converger con Conesa en
una actitud de persuasión discreta y negociada ante el Gobierno central
que, por otra parte, no ha restado una gota de agua a la Región, a pesar
del límite aceptado por el PP murciano en el vergonzoso Memorándum que
reducía los volúmenes trasvasables?
El
PP, sumergido en la perplejidad por el cambio en el Gobierno central,
se amontona, mientras Diego Conesa, desde la delegación, se lo toma con
calma. Inspira y expira antes de hacer una declaración comprometedora,
pero cuando la hace no falla. No promueve espectáculo, pero empieza a
inspirar confianza. Ya lo decía mi abuela: cuidado con los sonsos.
Másteres, tesis... y cátedras, chollos legales de los políticos
Estamos con Casado, Pedro Sánchez y el resto de la patulea evidentemente privilegiada, pero antes de que este fraude aflorara, tuvimos en la Región un ejemplo más próximo de cómo los políticos se han procurado un nido legal desde el que prosperar sin mérito respecto al resto de los mortales. El caso Miguel Ángel Cámara.
El que fuera alcalde de Murcia durante veinte años consecutivos con dedicación plena salió del cargo en dirección a su plaza de profesor en la Universidad de Murcia y al poco fue investido catedrático de su especialidad no tanto por la gracia de Dios como por las normas chiringuiteras dictadas ad hoc por los políticos para los políticos.
Ocurre que una tan prolongada excedencia (veinte años) no atañe a los quinquenios que hay que sumar con clases presenciales para adquirir la condición de catedrático, pero esto sólo en el caso de la dedicación a la política. Un privilegio, uno más, de los que se ha provisto la clase y que pasan desapercibidos para el común.
Como el beneficio atañe a los miembros de la comunidad universitaria que adquieren cargos en cualesquiera de los partidos, que nadie espere una iniciativa legislativa para acabar con estos chollos. Es la famosa omertá.
La lógica indica que un profesor universitario que ha estado ausente de la actividad académica durante dos décadas, en realidad debería matricularse en un curso de un año, como poco, en clases de reciclaje, pues se supone que sus conocimientos habrán quedado obsoletos; sin embargo, se les hace catedráticos frente a quienes han estado cada día al pie del cañón, adquiriendo e impartiendo formación y acumulando auténticos méritos, con sueldos más escasos que los que proporciona la política, obligados a usar los cajeros automáticos para disponer de recursos líquidos para sus gastos.
El alcalde Cámara tenía, como digo, dedicación plena, era además secretario general del PP, presidente de la Federación de Municipios, miembro de diversos Consejos de Administración de empresas públicas (de los que pagan por asistencia, de modo que no podía faltar), viajero constante con la fundación Murcia Futuro (de guaguy, claro) y gimnasta aplicado durante varias horas cada tarde de cada día.
Puede que ninguna de esas tareas, salvo la de cobrar de los Consejos, apuntarse a los viajes y corretear por las calles de Murcia, la llevara a cabo con la necesaria diligencia, a juzgar por el resultado de sus gestión pública, pero lo veíamos por el Ayuntamiento, o sea, que a los cargos les dedicaba tiempo, aunque quede la duda de si inteligencia y esfuerzo.
Por tanto ¿cuántas horas se ocupaba en la investigación para la obtención de sexenios que firmaba junto a otra persona, que tal vez, hay que suponer, estaría más desprovista de tareas ajenas a ese empeño? ¿Y si esas investigaciones, en vez de dos firmantes, hubieran contado con cinco, habrían servido para añadir méritos académicos a esos cinco?
Chollos. Legales, claro, pero chollos.
(*) Columnista
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