Hubo un tiempo en el que las cosas feas del rey Juan Carlos
prácticamente no se contaban. Sí, era alabado como un héroe de la
Transición, nuestro mejor embajador, líder en las encuestas o padre de
una familia chuli. Era un monarca ejemplar. Luego llegaron, como de
golpe, las noticias de Urdangarines, Corinnas o elefantes y dejó de ser
tan campechano. Tocaba la sucesión y a la Jefatura del Estado se le hizo
un buen lavado de cara.
¿Y cómo se nos quedó el cuerpo? No está limpio y
reluciente si seguimos ocultando los trapos sucios. Que lo sepan los que
aplican el desodorante sobre las graves acusaciones de la "amiga
entrañable" al emérito: dinero oculto en el extranjero, comisiones
ilegales, amnistía fiscal… Como mínimo, debe investigarse. Salvo que
sigamos instalados en las operaciones aseaditas con olor a naftalina.
"La justicia es igual para todos", decía don Juan
Carlos. Esto no hay incensario que lo perfume, si vemos que al currante
se le piden cuentas a la primera de cambio y el emérito sigue, bajo
sospecha, pero tan a cuerpo de rey. Si no hay investigación judicial,
como a todo hijo de vecino, y el Congreso frena la parlamentaria, el
pueblo podrá seguir pensando en la doble vara de medir. Y mira que, en
esto, hasta los monárquicos debieran desear que la transparencia les
llenara de orgullo y satisfacción.
Me acordaba en mi
anterior artículo, antes de las vacaciones, de los que pasan página con
lo del emérito y decía que seguiríamos en estas a la vuelta, en
septiembre, al tiempo que hablaríamos, en contraste, del despido de
empleados precarios y de más subidas del coste de la vida. Como las de
la luz. ¡Ea! En esas estamos. Denle jabón al españolito medio, que está
viendo, a la vez, que le suben las facturas, que hay récord de despidos
al terminar agosto y que al emérito, que era inviolable, no le
investigará el Congreso. Siempre ha habido clases.
Hay quienes piensan que el tiempo lo cura todo. Ya apenas se habla de
Gürtel, de la caja B o de Púnica, ahora que Rajoy ha caído. Algunos
creen que todos olvidaremos lo de Corinna, Suiza o las comisiones,
simplemente sacando al emérito del foco. Dejando que corran las fechas,
como quien corre un tupido velo. Y así se llenan la boca de democracia,
como quien sorbe y sopla a la vez. Arrimándose al sol que más calienta,
sin tirar de la manta, sino abrigándose con ella. Con un calor que
amodorra, pero que nunca traerá el sueño de los justos. Por más que
bailen al son que toque, que para eso son los reyes del mambo.
(*) Periodista
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