El Presidente de la Generalitat Quim Torra decepcionó a propios y
extraños con su sentimental discurso de apertura del curso otoñal
catalán con el que parecía que iba a redoblar el desafío secesionista al
Estado pisando la raya de legalidad, como lo hicieron Puigdemont y
Junqueras, pero nada de eso.
Torra, un fascista y xenófobo que odia a España como lo demuestran
varios de sus escritos y declaraciones, es además un cobarde que está
encantado de ser Presidente de la Generalitat y recula con el rabo entre
las piernas para evitar su destitución por la vía del 155 y su
procesamiento por los tribunales de Justicia.
Al final lo único que dijo Torra en su ‘solemne’ discurso es algo que
adelantó Artadi el lunes y Puigdemont por la mañana: que ‘solo aceptará
de Sánchez un referéndum de autodeterminación’. Y añadiendo que tampoco
aceptará las condenas de los tribunales a los procesados por el golpe
de Estado del 27-O.
Pues que no las acepte pero las condenas se cumplirán. Salvo que
Torra (y el Gobierno de Sánchez no lo debería descartar), organice con
la ayuda de funcionarios de prisiones catalanas la fuga de los golpistas
antes o después del juicio, lo que sería un escándalo monumental y el
final del Gobierno de Pedro Sánchez, amén de un espantoso ridículo para
España.
El sermón de la montaña de Torra parió un ratón cuando se creyó que
iba a rugir como un león. No dijo nada nuevo ni de interés y sobre todo
no aportó un proyecto de Gobierno para Cataluña, país que sigue
fracturado y sumido en una depresión económica y social y con riesgo de
enfrentamiento civil si las cosas siguen como van.
Tan malo e insulso fue el discurso de Torra que la atención catalana
se fue a otra cuestión de mayor interés como fue la inesperada dimisión
del líder de Podemos y los Comunes en Cataluña Xavi Domènech. Dimisión
que explicó diciendo que estaba agotado y deseaba dedicar más tiempo a
su familia.
Y se le entiende muy bien porque el problema catalán no tiene
solución y no conduce a ninguna parte salvo al estancamiento donde está
con la sociedad dividida y sin visos de regreso a la vida democrática y
la normalidad social e institucional.
Lo único lamentable en esta tesitura es la falta de unidad de la que
hacen gala los partidos constitucionales españoles PSOE, PP y Cs ante el
desafío catalán. Sánchez para seguir en el poder y Casado y Rivera para
disputarse el liderazgo del flanco conservador y de la oposición, de
ahí que no exista una respuesta única a las mentiras y lamentos de Torra
aunque en este caso tampoco merecía la pena porque su discurso, además
de acobardado y sin propuestas de gobierno carecía de interés y de un
proyecto viable para el pueblo catalán.
(*) Periodista
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