En un ambiente tenso y bronco, el Senado ha reprobado esta noche a la ministra de Justicia, Dolores Delgado por su confusa actitud sobre la
ayuda jurídica que había que prestarle al juez del Supremo Pablo
Llarena, en una denuncia ante la justicia belga por parte del ex
Presidente Puigdemont y, sobre todo por las sucesivas mentiras y
contradicciones que ha venido manteniendo sobre sus amigables contactos
con el ex comisario de policía en prisión desde hace casi un año José
Manuel Villarejo, siendo fiscal de la Audiencia Nacional.
La aparición de vídeos grabados por el policía Villarejo, durante un
almuerzo en el que se celebraba una condecoración al policía de las
cloacas de Interior, sumamente comprometedores para la ministra en los
que llama maricón al juez Grande Marlaska y determinados comentarios
nada feministas, han causado estupor dentro de las filas del partido
socialista, especialmente dentro de los colectivos feministas que han
tenido que oír como la ministra decía públicamente que se encontraba mas
cómoda trabajando con hombres que con mujeres.
La ministra que no ha
querido dimitir antes de ser reprobada, no ha estado presente en la
sesión en la que han votado a favor de la propuesta del PP 149
diputados, 82 en contra y siete abstenciones.
Despues de un día de versiones contradictorias y en medio de una
gran tensión política provocada por la sicosis de una posible tercera
dimisión de un ministro en poco más de cien días, se ha abierto un duro
debate sobre esos contactos de la ministra con los responsables de las
cloacas del Ministerio del Interior.
El debate ha estado lleno de
matices ya que se ha venido defendiendo que el problema no está,
visionando los vídeos, después de pedir permiso a su compañero el juez
Baltasar Garzón, (“Balta” según el lenguaje familiar utilizado por los
reunidos a la llamada del ex comisario Villarejo), si podía revelar lo
que parecía, por lo visto, que era una información trascendental, en ese
almuerzo organizado y pagado por el comisario retirado (“Marlaska es
maricón”) en la descalificación de su compañero en la Audiencia Nacional
o, ahora en el gobierno.
O que el lenguaje homófobo que emplea a lo largo de un almuerzo que
dura más de tres horas en el que la mayoría de los asistentes son
policías; o su preferencia de trabajar con hombres frente a mujeres o,
sus expresiones que, todavía, no han salido en esa grabación pero que
la descalifican, sino que, después de mentir y de dar distintas
versiones de sus relaciones con el chantajista ex comisario, su versión
no es creíble.
Como no creíble es que, como gran elemento de defensa
diga que hay un corte y pega en esas declaraciones grabadas por
Villarejo, algo que ha negado el director de la publicación que ha
conseguido los vídeos del escándalo.
Si un político no debe mentir , el menos indicado para caer en esa
grave traición a la ciudadanía, es precisamente la ministra de
Justicia, que, además, es Notaria Mayor del Reino, un Ministerio de
Estado, cuya titular pertenece a la Unión Progresista de Fiscales que,
además lleva 24 años como Fiscal de la Audiencia Nacional. Se trataría
de un caso en que no sólo miente una política, sino una política que
ocupa un puesto clave en la estructura de poder del Estado y que, debido
a su profesión, una profesión con la que ha pretendido “cambiar el
mundo”, debe ser especialmente cuidadosa en el respeto escrupuloso, y a
veces exagerado, de la verdad.
La señora Delgado tiene que irse por
haber mentido, por no haber contado la verdad, por haber cambiado de
versión, a las menos, cinco veces, desde una primera, que le costó el
puesto a su director de comunicación. Como esta misma mañana que a
primera hora aseguraba que en esas grabaciones se refería al titular del
Ministerio del Interior, para horas más tarde, asegurar que llamándole
“maricón” no hablaba de la condición sexual de Marlaska.
Este lunes , primero en un desayuno informativo y, después, en el
Senado antes de que se votara su reprobación, ha estado torpe, sin hacer
un relato coherente y creíble y adoptando un tono de “ofendida” que no
le correspondía, mientras la indignación se extendía a numerosos
círculos socialistas, especialmente feministas, horrorizados por un
comportamiento que tiene muy poco que ver con ese feminismo pregonado
por el nuevo gobierno y que ha sido una de las características mas
alabadas desde que se formó el gabinete hace poco más de Cien Días.
Dicen fuentes socialistas, temerosas de que sigan saliendo vídeos más
comprometedores sobre la amistad que, por lo visto, existía entre
Delgado-Garzón y el comisario chantajista, que la permanencia en el
cargo de la señora Delgado es insostenible y que aunque hay una cierta
resistencia a su caída (sería la tercera dimisión ministerial en poco
más de cien días) no va a tener más remedio que tirar la toalla.
Ha sido
Pablo Iglesias, secretario general de Podemos y aliado del Gobierno que
preside Pedro Sánchez el que ha dado el veredicto.
“Quien se reúne con
las cloacas de Interior tiene que abandonar la vida pública. No es
aceptable que haya Ministros que sean amigos de tipejos como Villarejo…”
Lo que parece mentira es que el PSOE no se haya dado cuenta de eso
mismo y haya tomado la iniciativa alargando una agonía que se veía
venir.
(*) Periodista y economista
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