martes, 25 de septiembre de 2018

La ministra reprobada tiene que dimitir… / José Oneto *

En un ambiente tenso y bronco, el Senado ha reprobado esta noche a la ministra de Justicia,  Dolores Delgado por su confusa actitud sobre la ayuda jurídica que había que prestarle al juez del Supremo Pablo Llarena, en una denuncia ante la justicia belga por parte del ex Presidente Puigdemont y, sobre todo por las sucesivas mentiras y contradicciones que ha venido manteniendo sobre sus amigables contactos con el ex comisario de policía en  prisión desde hace casi un año José Manuel Villarejo, siendo fiscal de la Audiencia Nacional.

La aparición de vídeos grabados por el policía Villarejo, durante un almuerzo en el que se celebraba una condecoración al policía de las cloacas de Interior, sumamente comprometedores para la ministra en los que llama maricón al juez Grande  Marlaska y determinados comentarios nada feministas, han causado estupor dentro de las filas del partido socialista, especialmente dentro de los colectivos feministas que han tenido que oír como la ministra decía públicamente que se encontraba mas cómoda trabajando con hombres que con mujeres. 

La ministra que no ha querido dimitir antes de ser reprobada,  no ha estado presente en la sesión en la que han votado a favor de la propuesta del PP 149 diputados, 82 en contra y siete abstenciones.

Despues de un día  de versiones contradictorias y en medio de una gran tensión política provocada por la sicosis de una posible tercera dimisión de un ministro en poco más de cien días, se ha abierto un duro debate sobre esos contactos de la ministra  con los responsables de las cloacas del Ministerio del Interior. 

El debate ha estado lleno de matices ya que se ha venido defendiendo que el problema no está, visionando los vídeos, después de pedir permiso a su compañero el juez Baltasar Garzón,  (“Balta” según el lenguaje familiar utilizado por los reunidos a la llamada del ex comisario Villarejo), si podía revelar lo que parecía, por lo visto, que era una información trascendental, en ese almuerzo organizado y pagado por el comisario retirado  (“Marlaska es maricón”) en la descalificación de su compañero en la Audiencia Nacional o, ahora en el gobierno.

O que  el lenguaje homófobo que emplea a lo largo de un almuerzo que dura más de tres horas en el que la mayoría de los asistentes son policías; o su preferencia de trabajar con hombres frente a mujeres o, sus expresiones que, todavía, no han salido en esa grabación  pero que la descalifican, sino que, después de mentir y de dar distintas versiones de sus relaciones con el chantajista ex comisario, su versión no es creíble. 

Como no creíble es que, como gran elemento de defensa diga que hay un corte y pega en esas declaraciones grabadas por Villarejo, algo que ha negado el director de la publicación que ha conseguido los vídeos del escándalo.

Si un político no debe mentir , el menos indicado para caer en esa grave traición  a la ciudadanía, es precisamente la ministra de Justicia, que, además, es Notaria Mayor del Reino, un Ministerio de Estado, cuya titular pertenece a la Unión Progresista de Fiscales que, además lleva 24 años como Fiscal de la Audiencia Nacional. Se trataría de un caso en que no sólo miente una política, sino una política que ocupa un puesto clave en la estructura de poder del Estado y que, debido a su profesión, una profesión con la que ha pretendido “cambiar el mundo”, debe ser especialmente cuidadosa  en el respeto escrupuloso, y a veces exagerado, de la verdad. 

La señora Delgado tiene que irse por haber mentido, por no haber contado la verdad, por haber cambiado de versión, a las menos, cinco veces, desde una primera, que le costó el puesto a su director de comunicación.  Como esta misma mañana que a primera hora aseguraba que en esas grabaciones se refería al titular del Ministerio del Interior, para horas más tarde, asegurar que llamándole “maricón” no hablaba de la condición sexual de Marlaska.

Este lunes , primero en un desayuno informativo y, después,  en el Senado antes de que se votara su reprobación, ha estado torpe, sin hacer un relato coherente y creíble y adoptando un tono de “ofendida” que no le correspondía, mientras la indignación se extendía a numerosos círculos socialistas, especialmente feministas, horrorizados por un comportamiento que tiene muy  poco que ver con ese feminismo pregonado por el nuevo gobierno y que ha sido una de las características mas alabadas desde que se formó el gabinete hace poco más de Cien Días.

Dicen fuentes socialistas, temerosas de que sigan saliendo vídeos más comprometedores  sobre la amistad que,  por lo visto,  existía entre Delgado-Garzón  y el comisario chantajista, que la permanencia en el cargo de la señora Delgado es insostenible y que aunque hay una cierta resistencia a su caída (sería la tercera dimisión ministerial en poco más de cien días) no va a tener más remedio que tirar la toalla. 

Ha sido Pablo Iglesias, secretario general de Podemos y aliado del Gobierno que preside  Pedro Sánchez el que ha dado el veredicto. 

“Quien se reúne con las cloacas de Interior tiene que abandonar la vida pública. No es aceptable que haya Ministros que sean amigos de tipejos como Villarejo…”

Lo que parece mentira es que el PSOE no se haya dado cuenta de eso mismo y haya tomado la iniciativa alargando una agonía que se veía venir.


(*) Periodista y economista


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