ALMERÍA.- La Asociación de Periodistas – Asociación de la Prensa de Almería (AP-APAL) y el Colegio de Periodistas de Andalucía en Almería (CPPA Almería) lamentan profundamente la muerte del periodista Antonio Fernández Gil ‘Kayros’, todo un referente del periodismo almeriense con más de medio siglo de ejercicio profesional.
Antonio Fernández Gil (Molina de Segura, Murcia, 26 de julio de 1933 – Aguadulce, Almería, 2 de agosto de 2018), era licenciado en Ciencias de la Información por la Universidada Complutense de Madrid (sección Periodismo, en 1986) tras pasar anteriormente por la Escuela Oficial de Periodismo donde obtuvo el título de periodista en octubre de 1974.
Fue
una de las plumas más brillantes de la prensa local. Salvo unas
esporádicas colaboraciones en radio, su producción periodística siempre
ha estado plasmada en las páginas de ‘La Voz de Almería’ desde mediados de los años 60 con colaboraciones, hasta que pasó a formar parte de la redacción, desde diciembre de 1974 hasta el 17 de mayo de 1984,
cuando el periódico decano fue subastado por el organismo autónomo
Medios de Comunicación Social del Estado (MCSE) al que pertenecía.
Su
trabajo como redactor estuvo prácticamente centrado en los temas
culturales, sociales y políticos. Destacaron como aportaciones de
opinión sus columnas “Noticias
insolentes”, “Aquí, entre nosotros”, “La chispa de…”, “Viejas cosas
nuevas”, “Nombres propios”, “Té con limón”, “Notas de Arte”, “Apuntes de
estrategia electoral”, “Crónicas de la vida cotidiana”,
desarrolladas entre 1976 y 1980. Algunas tuvieron vida corta e
irregular; otras fueron puntuales por el contexto de la actualidad o
sobre cuestiones culturales.
Antonio Fernández Gil, definido por algunos como “un gran pensador y periodista de opinión“,
estuvo también asesorando en temas de comunicación a la primera
corporación municipal democrática, algo de lo que no había precedentes
en la administración local. Fue también durante un año corresponsal de “El País” en Almería y colaboró con “Almería semanal” y el boletín del Instituto de Estudios Almerienses (IEA), entre otras publicaciones.
En junio de 1984 pasó como técnico superior, personal laboral, a formar parte de la plantilla de la Biblioteca Pública “Francisco Villaespesa”, dependiente de la Junta de Andalucía, hasta su jubilación. Fue responsable de Publicaciones Periódicas.
Su firma, después de abandonar la redacción de “La Voz de Almería” continuó ligada al periódico como columnista habitual, siendo una de sus primeras aportaciones “Crónicas de la vida cotidiana”. Más tarde, su rincón en las páginas de opinión “Té con limón”
se mantuvo hasta el pasado verano de 2017, donde su estado de salud
empezó a deteriorarse. Sus columnas sobre periodismo y la actualidad,
trazadas con una magistral pluma, precisa y siempre acertada, le
valieron ser todo un referente del periodismo almeriense.
Además escribió seis libros, uno de ellos sobre el Movimiento Indaliano, cultivó con acierto la poesía (“Adolescencia en Cehegín. Elegía”, 2012) y era un amante de la música, que conocía en profundidad.
Kayros
estaba en posesión del escudo de oro de la Asociación de Periodistas –
Asociación de la Prensa de Almería (AP-APAL) de la que era miembro
vitalicio. Era asociado desde el 18 de diciembre de 1974 con el número
6; y tenía el núm. 6.106 en el Registro de Periodistas que custodia la
FAPE.
La
AP-APAL y el CPPA Almería, al comunicar tan irreparable pérdida para el
periodismo almeriense, quieren hacer llegar su más sentido pésame a la
familia, amigos y compañeros. DEP.
El velatorio con los restos de Antonio Fernández Gil
estaba instalado en el Tanatorio Almería de la calle Suflí, 4, donde hoy, 3 de agosto de 2018, se celebró una misa por su alma, a las 11
h., para después procederse a la incineración.
Medio siglo de escritura
El propio Kayros, el 11 de enero de 2014, en su columna de “La Voz de Almería“, “Té con limón” trazó su propio perfil biográfico en dos párrafos:
“Yo llegué a Almería en el año 60 del siglo pasado. Traía ya el síndrome de la página en blanco puesto que había dirigido una revista colegial. Sin ninguna presunción comencé a enviar artículos al Yugo, y mi sorpresa fue que aparecían. Ya casi al final de la década me fui a Madrid a estudiar periodismo. Por aquel tiempo había que ser periodista para escribir en los periódicos, un control más como tantos otros de la dictadura. Había entonces dos escuelas oficiales, la del Estado y la de la Iglesia. Como nadie sabía en qué consistía un plan de estudios en un mundo complejo como es la sociedad de la posguerra, se amontonaban las asignaturas. Había incluso profesores que por quedarse a vivir en Madrid se inventaban las materias. ¡Qué suerte tuvieron algunos! Son periodistas sin siquiera hacerse la matrícula.
Al acabar la carrera vine a Almería. Hice prácticas en el Yugo y al terminarlas Teófilo Gutiérrez dijo que podía quedarme. Quedaba una vacante en la redacción. Aquí comienza mi historia de amor y de no pocos encontronazos con Almería. Por aquellos días se me ocurrió una sección que se titulaba ‘Té con Limón’ que quedó olvidada por otras más llevaderas. Viví acontecimientos imborrables, como todo lo que siguió a las bombas de Palomares, la llegada de las grandes películas y su protagonistas, la muerte de Verdejo, el martirio y confusión de los tres almerienses por supuestos etarras, la transición y sus líderes estudiantiles, etc. En total, medio siglo de escritura que ahí queda para los ratones de biblioteca”.
Al acabar la carrera vine a Almería. Hice prácticas en el Yugo y al terminarlas Teófilo Gutiérrez dijo que podía quedarme. Quedaba una vacante en la redacción. Aquí comienza mi historia de amor y de no pocos encontronazos con Almería. Por aquellos días se me ocurrió una sección que se titulaba ‘Té con Limón’ que quedó olvidada por otras más llevaderas. Viví acontecimientos imborrables, como todo lo que siguió a las bombas de Palomares, la llegada de las grandes películas y su protagonistas, la muerte de Verdejo, el martirio y confusión de los tres almerienses por supuestos etarras, la transición y sus líderes estudiantiles, etc. En total, medio siglo de escritura que ahí queda para los ratones de biblioteca”.
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