Mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado Cuestión de perspectivas.
El
gobierno minoritario socialista trata de presentarse como renovador y
regenerador de la política española. Pero su margen es muy estrecho; en
realidad, inexistente. Sánchez ganó la moción de censura gracias a los
votos indepes pero formó un gobierno agresivamente antiindependentista
poniendo al "desinfectador" Borrell, el amigo de la SCC, en el
ministerio de Asuntos Exteriores, reducido a la dimensión real de
"Asuntos catalanes". Un energúmeno con un odio ancestral al catalanismo.
Y no solo eso: toda la política del gobierno central va contra
Cataluña. Sorprendentemente, aunque rezongando, ERC le vota otra vez a
favor para dar la dirección de la RTVE a un enchufado del PSOE.
Se
dibujan así los exactos términos de la relación Catalunya - España.
Mientras los indepes no sean capaces de votar en contra de un gobierno
español que carece de toda voluntad de entendimiento con Catalunya,
seguiremos en esta situación ambigua en la que la monarquía española es
meramente virtual en Catalunya, pero la República Catalana es meramente
virtual en España.
Con
el traslado de los presos políticos catalanes a Catalunya, que el
gobierno presenta como un favor y en realidad no es más que el
cumplimiento de la ley y racaneando, se abre una nueva posibilidad para
que el independentismo haga valer sus derechos. Los presos políticos son
hoy, irónicamente, presos al cuidado de la Generalitat.
Son las
autoridades catalanas independentistas las que tendrán que mantener
encarcelados a compañeros suyos que no han cometido delito alguno. Suena
a humillación. Si la Generalitat no los pone en libertad ipso facto, al
no reconocer la validez del proceso judicial arbitrario seguido contra
ellos, cuando menos haga saber a Sánchez que la liberación de los presos
políticos es requisito indispensable para empezar a hablar de otras
cosas.
No
es cosa de seguir aceptando arbitrariedades, humillaciones y burlas. El
mismo día que el BOE publica el ducado de Franco para la nieta del
genocida, el "desinfectador" Borrell anuncia su propósito de que España
contrarreste lo que llama las "mentiras del independentismo", esto es la
afirmación de que España sigue siendo un Estado franquista.
Él es la mejor prueba.
Aquí el texto castellano.
Cuestión de perspectivas
La
moción de censura acabó por fin con un gobierno de España en un grado
supremo de incompetencia y sostenido por un partido trufado de ladrones y
delincuentes, más habitual de los juzgados que de los despachos
oficiales. Algunos dirigentes luchan por salvar su pellejo en los
tribunales, otros tratan de alcanzar la presidencia en unas primarias
irrisorias y otros, por fin, como Casado, ambas cosas.
Aprovechando la
confusión, los esmirriados vencedores de la moción de censura sacan de
Cuelgamuros los restos del mayor genocida de la historia hispana y los
del “ausente” Primo de Rivera en una ceremonia llena de suspense que
debió producirse hace 40 años.
Hay
algo simbólico en este episodio. Una especie de clausura de una
decrépita dictadura que se ha sobrevivido a sí misma bajo la sombra de
esa gigantesca cruz tan ridícula como siniestra.
En
lugar de la banda de malhechores, gobierna hoy el mortecino reino de
España un partido minoritario con frágil representación parlamentaria y
obligado a una política de alianzas contradictorias. El PSOE divide sus
lealtades entre la visión de la unidad de España al estilo franquista
que profesan su dirigencia y gran parte de su militancia y la necesidad
de presentarse ante el mundo como un Estado democrático de derecho y no
como la arbitraria tiranía que es.
El
gobierno quiere poner fin simbólico al culto al franquismo, que sigue
siendo el núcleo esencial del régimen del 78. Igualmente trata de
taponar la herida de la inevitable marcha de Catalunya, expulsada por la
actitud opresivamente colonial de aquel, recurriendo a otro gesto
simbólico: el acercamiento de las presas políticas catalanas.
Es
una cuestión de perspectivas. El acercamiento no es una concesión
graciable del gobierno, sino un derecho de los presos políticos,
sistemáticamente conculcado por unos gobernantes tiránicos y unos
jueces prevaricadores que llevan meses aplicando al independentismo
catalán el derecho penal del enemigo.
O sea, la amenaza, la extorsión,
la persecución y la venganza. Las mismas instancias que impusieron
fianzas desorbitadas a los rehenes políticos catalanes en la sórdida
esperanza de arruinarles las vidas a ellos y sus familiares y, de paso,
destruir un movimiento independentista legítimo, democráticamente
sostenido por la mayoría de la población.
Efectivamente,
cuestión de perspectivas que algún día se tornarán y permitirán
castigar como merecen a quienes han abusado de su poder para perseguir a
personas inocentes.
El
minoritario gobierno español salido de la moción de censura despliega
una curiosa retórica regeneracionista en el terreno ideológico, de
derechos y libertades. Su primera decisión es un proyecto de ley de
eutanasia porque regular el final de la vida es lo más cómodo cuando uno
no sabe ni por dónde empezar para regular sus comienzos y su humano
desarrollo intermedio.
Es de risa ocuparse de la eutanasia cuando uno
tiene los hospitales colapsados, las relaciones laborales en régimen de
esclavitud, los salarios a niveles vergonzosos (no los de los políticos,
claro) la libertad de expresión amordazada y multada, los pensionistas
esquilmados, la educación en manos de los curas.
Y todo eso mientras los
“regeneracionistas” y sus auxiliares de la “verdadera izquierda” se
pelean por lo único que en verdad les importa: el control de la TV, la
fábrica de doctrina y elaboración de perspectivas.
Este
gobierno solo anda seguro y cuenta con el apoyo cerrado del resto de
fuerzas parlamentarias en su política anticatalana. La mayoría de los
ministros, empezando por el presidente, son nacionalistas españoles que
comparten el marco mental de los franquistas de antes y de hoy, el de
los de Cuelgamuros y los jueces del Supremo y alguno de ellos, por
ejemplo, Borrell, nombrado ministro de Asuntos Catalanes más que de
Exteriores, furibundamente catalanófobos.
Cuestión
de perspectivas. El gobierno minoritario de la “izquierda” española no
es sino un nuevo gobierno anticatalán que trata de engañar a la opinión
internacional con caras nuevas, nuevas palabras y las mismas viejas
opresiones castellanas. La prueba: no tiene la menor intención de
negociar un referéndum de autodeterminación en Cataluña porque la
oligarquía nacional-católica no se lo permite y, aunque se lo
permitiera, no lo haría porque es tan gobierno de la oligarquía como el
anterior.
No
hay juego ni margen para la Cataluña republicana en la España
monárquica, administrada por la seudoizquierda. Se impone por tanto una
perspectiva exclusivamente catalana. Está bien abrir la polémica sobre
las próximas elecciones municipales, articulando las opciones en clave
independentista y entenderlas como ensayo de las nacionales catalanas
cuando correspondan. Y, mientras la política catalana haya de convivir a
la fuerza con la española, habrá de priorizar el espíritu unitario.
Tome la unidad la forma que tome.
Porque,
cuestión de perspectivas, no es de recibo aceptar como “nomal” una
situación en la que hay personas presas, exiliadas y perseguidas en
Catalunya por sus opiniones políticas.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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