La Presidencia del Partido Popular se la disputarán en el Congreso
del Partido que se celebraran los días 20 y 21 de julio, la ex
vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría y el más joven de
los candidatos, el vicesecretario de comunicación del partido Pablo
Casado (37 años).
En principio la más votada,(con 21.513 votos), sobre
todo por el peso que en la votación tiene Andalucía, ha sido la ex
vicepresidenta, seguida de Casado (19.967 votos) y de María Dolores de
Cospedal, la secretaria general del partido, la gran perdedora de estas
primarias en la que han participado apenas el siete por ciento del total
de afiliados del partido que según fuentes oficiales siempre han
sobrepasado la cifra mágica de los 800.000.
A la hora de votar solo lo
han hecho menos de 60.000 afiliados, el 80 por ciento de quienes estaban
en condiciones de votar.
Los dos más votados este jueves, Pablo Casado y Soraya Sáenz de
Santamaria, en las primeras primarias que celebra el Partido Popular
(un partido que se ha regido en toda su historia por el dedazo del líder
máximo, primero Fraga y, despues Aznar) tendrán que pasar una segunda
prueba a cargo de los llamados compromisarios que también han sido
elegidos hoy en una doble urna, y que los próximos días 20 y 21 de
julio, en una votación a segunda vuelta, tendrán que elegir al nuevo
Presidente del partido. Una elección difícil ya que aunque Santamaria
haya sido la más votada, los votos de Cospedal y de Margallo van a
engrosar en principio para Casado.
Esta elección a segunda vuelta, no garantiza que el que tiene que ser
sucesor de Rajoy sea el más votado por la militancia.
Todas las
presiones en estos momentos van dirigidas a que en la votación de la
segunda vuelta, llegue solamente un candidato apoyado por la tercera en
discordia que no ha pasado el corte, María Dolores de Cospedal, la
secretaria general del partido y también la eterna enemiga de Soraya
Sáenz de Santamaría, probablemente la candidata que más desconfianza
produce dentro de las filas del partido.
Y, eso, se ha notado mucho
durante la campaña electoral, hasta el punto que al haber quedado a solo
mil quinientos votos por delante de Casado, un candidato nuevo joven y
sin esa experiencia de gobierno de la que tanto ha presumido la
vicetodo.
Sáenz de Santamaría, a la que no se le ha oído una sola propuesta de
regeneración del partido, entre otras cosas porque el partido no le
interesa ni le ha interesado durante todos los años que ha ejercido de
portavoz parlamentaria, responsable de política autonómica y
vicepresidenta.
A ella, lo único que le ha interesado y le interesa, es
el poder. Un poder que ha ejercido sin dejar que nadie se haya
interpuesto, aunque se niega a admitir la evidencia de que parte de los
errores de Rajoy le pertenecen exclusivamente a ella, y que es la
principal responsable de que el conflicto de Cataluña, que lo ha
contemplado siempre como Abogado del Estado y no como política, haya
provocado la mayor crisis institucional, desde el final de la Guerra
Civil española.
Es más, en algún momento (ver republica.com. “Congreso del PP: Juego de Tronos…con mala incluida)
no ha tenido reparos en conspirar contra Rajoy y ocupar su puesto. La
última vez lo intentó, aprovechando sus contactos con el PNV, en la
moción de censura presentada hace un mes por Pedro Sánchez. Durante la
campaña ha vendido exclusivamente, conocimiento de cómo hay que ejercer
poder.
Algo de lo que no tiene ni idea Pablo Casado, aunque desde el punto
de vista de la imagen tenga un look joven, similar al de la nueva
generación que ha alcanzado el poder o está al frente de los partidos:
Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera o Alberto Garzón, lo que le
coloca en una posición de ventaja frente a la vicetodo.
Su último giro
hacia la derecha, no le servirá para recuperar el voto popular que se
ha ido a Ciudadanos y, solo en Vox, puede haber tenido algún eco. Más
cercano al liberalismo, Casado tampoco ha aportado muchas novedades a
ese partido en el que milita desde muy joven y que ha ido perdiendo,
especialmente desde 2015, cuando empieza a surgir la llamada “nueva
política”, no sólo una mayoría absoluta abrumadora de 180 diputados,
sino casi todo el poder autonómico y municipal.
Un fenómeno inédito en
la España democrática y que puede terminar como terminó la Unión de
Centro Democrático (UCD), el partido sin el cual no se entendería la
Transición española.
De todos modos, ninguno de los dos por lo que se les conoce, no
parecen tener esa fórmula mágica de regeneración de un partido que junto
al PSOE, han sido los pilares de un bipartidismo imperfecto, roto por
los nuevos partidos, Ciudadanos y Podemos, que han sido capaces de
recoger el profundo descontento de una crisis económica profundamente
injusta con los más desfavorecidos, una corrupción que ha estado a punto
de terminar con el sistema y un desencanto por la política que ha hecho
que solo se dedique a ella quienes todavía creen en los milagros.
(*) Periodista y economista
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