Parturient montes, nascetur ridiculus mus (parirán los montes; nacerá un ridículo ratón) recordó Horacio en su “Epístola a los Pisones”, y en forma de moraleja, la fábula de Esopo. Siglos después los españoles hemos vuelto a recordar al escritor griego cuando, atónitos, acabamos de contemplar dos singulares partos de los montes. PSOE y PP, los dos grandes de antaño, han sido protagonistas de sendos alumbramientos.
A bombo y platillo nos anunciaron los heraldos voceros socialistas desde la montaña carmesí que, por fin, tras dos legislaturas sombrías y liberticidas, había llegado el salvador, el anunciado, el paladín del género, que, aunque aupado por independentistas, populistas bolivarianos, antisistema y pro etarras, va a devolver al pueblo el protagonismo que los malditos “peperos” le han quitado.
A bombo y platillo nos anunciaron los heraldos voceros socialistas desde la montaña carmesí que, por fin, tras dos legislaturas sombrías y liberticidas, había llegado el salvador, el anunciado, el paladín del género, que, aunque aupado por independentistas, populistas bolivarianos, antisistema y pro etarras, va a devolver al pueblo el protagonismo que los malditos “peperos” le han quitado.
El monte ruge, los ministros y ministras asombran, la esperanza vuelve a renacer en los sufridos ciudadanos. Pasan los días, nos inundan de promesas, de fotos, algunas con perro, de declaraciones altisonantes, de gestos, y lo que es peor de rendiciones a los costaleros: traslado de presos y huesos, asalto a TVE, comprensión con los insultos al jefe del Estado, anuncios de más gasto y más impuestos.
Tras los truenos el monte se contrajo y parió un minúsculo ratón, con gafas de sol y manos actoras, rendido ante los enemigos de España, tembloroso por tener que hacer frente a las letras que firmó para llegar a la Moncloa. Sabe, aunque le asusta, que no le queda otro remedio que convocar elecciones. Prolongar este mandato con tan exiguo como indecente respaldo no conducirá a otra cosa que a su cremación en la funeraria pira política.
Don Mariano, como los malos toreros, se refugió en el burladero sin querer ponerse frente al toro de la censura. Dio la “espantá” regalando a Sánchez el trono, para poco más tarde, porque, así dijo, era mejor para él, abandonar partido y equipo y buscar en la mediterránea Santa Pola el refugio dorado donde cree se obrará el milagro de que este noble pueblo olvide su traición.
Los populares intentan reanimarse del shock, suben al monte y desde allí hacen oír los truenos y brillar los relámpagos. Ahora sí, ahora vais a ver cómo nos regeneramos, cómo volvemos a ser el partido que ganó las elecciones, el que inspira confianza a la gente, el mejor de los mejores vocean los palmeros. Y el monte parió un ratón. Ni siquiera el seis por ciento de los militantes convocados para elegir al líder de la regeneración votaron, y los dos premiados resulta que son los que hasta ayer mandaban en gobierno y partido, y aplaudían cada gesto, cada traición del registrador. ¡Vaya fracaso!
Pero aun hay otro mal parto, el que alumbraron los padres constituyentes con la moción de censura constructiva. Si no se está de acuerdo con el gobierno se puede censurar, pero al mismo tiempo hay que presentar un candidato a presidente. El artículo ve la luz con el espurio fin de que no pudiera triunfar ninguna moción de censura. La mayoría del Parlamento puede estar de acuerdo en echar a un presidente del Gobierno pero les será muy difícil acordar un candidato que lo sustituya pensaron los sabios.
Don Mariano, como los malos toreros, se refugió en el burladero sin querer ponerse frente al toro de la censura. Dio la “espantá” regalando a Sánchez el trono, para poco más tarde, porque, así dijo, era mejor para él, abandonar partido y equipo y buscar en la mediterránea Santa Pola el refugio dorado donde cree se obrará el milagro de que este noble pueblo olvide su traición.
Los populares intentan reanimarse del shock, suben al monte y desde allí hacen oír los truenos y brillar los relámpagos. Ahora sí, ahora vais a ver cómo nos regeneramos, cómo volvemos a ser el partido que ganó las elecciones, el que inspira confianza a la gente, el mejor de los mejores vocean los palmeros. Y el monte parió un ratón. Ni siquiera el seis por ciento de los militantes convocados para elegir al líder de la regeneración votaron, y los dos premiados resulta que son los que hasta ayer mandaban en gobierno y partido, y aplaudían cada gesto, cada traición del registrador. ¡Vaya fracaso!
Pero aun hay otro mal parto, el que alumbraron los padres constituyentes con la moción de censura constructiva. Si no se está de acuerdo con el gobierno se puede censurar, pero al mismo tiempo hay que presentar un candidato a presidente. El artículo ve la luz con el espurio fin de que no pudiera triunfar ninguna moción de censura. La mayoría del Parlamento puede estar de acuerdo en echar a un presidente del Gobierno pero les será muy difícil acordar un candidato que lo sustituya pensaron los sabios.
Sánchez, inesperadamente, lo consiguió pactando con antisistema, independentistas, populistas bolivarianos, y pro etarras. Lo democrático, hubiera sido, derrocado don Mariano, convocar de inmediato elecciones, darle al pueblo la voz y que decidiera libremente su destino y en manos de quien ponerlo. Pero no, no fue con ese objetivo como Sánchez consiguió los votos que le auparon al poder, y además el ratón con gafas acaricia la idea de aguantar hasta el fin de la legislatura gozando de las mieles del poder, desde donde acabar con el espíritu de la Transición.
Las letras que firmó están venciendo, los socios le exigen el pago y día a día, hora a hora, se le ven más los rotos y la impostura como hombre de Estado. Vano empeño el querer de nuevo resucitar los viejos demonios de las dos Españas. Caerá antes de lograrlo.
Samaniego da de la fábula una versión y concluye: “Pero suele a menudo ser el gran parto de su pensamiento después de tanto ruido sólo viento”.
Samaniego da de la fábula una versión y concluye: “Pero suele a menudo ser el gran parto de su pensamiento después de tanto ruido sólo viento”.
(*) Ex presidente de la CHS y de la Autoridad Portuaria de Cartagena
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