Corría noviembre del año 2000. Xabier Arzalluz, a la
sazón presidente del EBB del PNV, hacía unas llamativas declaraciones al
semanario alemán 'Der Spiegel'. En ellas se explayaba sobre el
nacionalismo vasco y su coincidencia con ETA sobre la independencia del
País Vasco. Preguntado por los "españoles en Euskadi”, el líder
nacionalista respondió con rapidez: “Serán tratados como los alemanes en
Mallorca”.
Y es que el PNV y el 'abertzalismo' de siempre han querido un país en el que quedase claro quiénes eran vascos y quiénes no. Y 18 años después de aquellas declaraciones, los 'moderados' Ortuzar —sucesor de Arzalluz al frente del PNV— y Urkullu —sucesor
también de Ibarretxe— acaban de suscribir un acuerdo con Bildu para
lograr, justamente, que los españoles sean en Euskadi como extranjeros
en cualquier zona turística española.
Tras el fracaso del Plan Ibarretxe en 2005, PNV y Bildu acaban de consensuar unas bases para la reforma del autogobierno vasco. En ellas —que luego se plasmarían en un Estatuto— se recoge la “identidad nacional”
del pueblo vasco; se proclama el “derecho a decidir”, aduciendo que el
principio de legalidad no puede vulnerar los deseos sociales; se prevé
una vinculación confederal con España (“de igual a igual”); se establece
la potestad de las instituciones vascas para convocar consultas y
referéndums, y se distingue entre la ciudadanía, ligada a la vecindad administrativa, y la nacionalidad vasca.
Unos, por tanto, serían ciudadanos con residencia y otros nacionales
vascos.
Por fin, y además de recabar para la comunidad autónoma la
Seguridad Social, se reclama un referéndum habilitante del borrador de
Estatuto que el Gobierno ya ha dicho que “no cabe en nuestra
legislación”. Con esa consulta previa se trataría de impedir que las
Cortes Generales alterasen tanto la letra como el espíritu separatista
de ese nuevo Estatuto.
Este planteamiento no lo aceptan ni los podemitas en Euskadi, que son de la cuerda de Íñigo Errejón. Por supuesto, tampoco el PP ni el PSE.
Los socialistas, alarmados, han presentado un voto particular a esta
ponencia calificando todo lo anterior como inconstitucional. Dicen los
socios del PNV en su escrito que “a todo ello se suma una cuestión
extraordinariamente preocupante, que ni siquiera estaba en las
propuestas originales de los grupos y que se incorpora en esta fase con
una ambigüedad deliberada, como es el capítulo 2.8 sobre 'Ciudadanía y
nacionalidad'.
Con apariencia inocua, dado que se reconoce a toda la
vecindad administrativa la condición ciudadana con preservación de sus
derechos, se prevé que se distinga esta condición de 'nacionalidad'.
Esto, de forma incuestionable, plantea una categorización de quienes
residen en Euskadi, entre quienes tienen derecho a disponer de todos los
servicios públicos y lo que se determinará en ese futuro texto” (en
referencia al nuevo Estatuto).
Este planteamiento del nacionalismo llamado 'moderado' y la izquierda 'abertzale' es netamente supremacista
y pretende una Euskadi con dos clases de ciudadanos: los nacionales
vascos y los que no lo son. Tenemos que ver ahora cómo se desarrolla
esta impresentable dicotomía que remite a las sociedades medievales. El
asunto es gravísimo, pero es que el PNV las mata callando.
Que se lo pregunten a Aznar y a Rajoy. Con aquel firmaron un pacto en
1996 y lo traicionaron firmando con ETA el llamado de Estella el año
siguiente.
Y con el expresidente Rajoy hicieron algo parecido: le
aprobaron los Presupuestos a cambio de concesiones extraordinarias y
luego —pocos días después— le censuraron. Los nacionalismos son como las
mareas: suben y bajan, pero jamás se mantienen en el mismo nivel. O
sea, se moderan o radicalizan de manera cíclica. Y, como se ve, el nacionalismo vasco no es tan distinto al catalán.
La diferencia estriba en la sociedad vasca que, tras casi 50 años de
terrorismo etarra (terrorismo nacionalista), no está por recorrer
caminos de incertidumbre. En el último Euskobarómetro
(13 de julio), solo el 28% de los consultados percibía una necesidad de
reformar el actual Estatuto, y no llegaban a una décima parte quienes
deseaban una ruptura soberanista con España.
El movimiento
independentista, que ya se percibió en la cadena humana que unió las
tres capitales vascas el pasado 10 de junio con la participación de toda
la dirigencia del PNV (partido y cargos institucionales), imitando las
iniciativas del 'procés' catalán, sería en Euskadi una iniciativa de las élites nacionalistas como
lo fue el plan Ibarretxe. La demanda no existe pero se crea. Como ha
ocurrido en Cataluña.
De nuevo el Gobierno tiene la palabra ante otro
proceso que comienza clandestinamente fuera de Euskadi y que puede
provocar un problema de gran dimensión si no se ataja con prontitud. No
vayamos a repetir los errores que se cometieron en Cataluña.
(*) Periodista
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